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OPERACIÓN TRUENO DEL DESIERTO

Bagdad espera con resignacion otra guerra

"¿Por qué los americanos nos odian?" se preguntaba ayer a gritos en una mezquita de Bagdad un anónimo imam dirigiéndose a los centenares de fieles que llenaban su templo. Los creyentes permanecieron durante cerca de media hora sentados en el suelo, con los ojos fijos en lo alto del púlpito, mientras esuchaban por enésima vez un largo y reiterado discurso que les habló de la fuerza del bien y del mal, de Alá y del Corán, de Estados Unidos, de los hermanos árabes y musulmanes, pero sobre todo de la esperanza y del paraíso.

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Bagdad vivió así ayer esa situación de calma que suele preceder al estallido de una tormenta, absolutamente sumergida en la festividad religiosa del viernes, con las calles prácticamente vacías, las tiendas cerradas y las oficinas clausuradas. La monotonía de ese día sagrado se interrumpió sólo por un momento al mediodía, cuando desde lo alto de los minaretes los imames convocaron a los fieles a asistir a la preceptiva plegaria semanal. Entonces, centenares de creyentes se atrevieron a salir a la calle, con la alfombra debajo del brazo, para llenar todas las mezquitas y participar en los rezos colectivos."¿Miedo? Yo no tengo miedo. Vivimos desde hace más de siete años en una verdadera situación de guerra. Nos han atacado ya muchas veces antes. Pero aquí estamos. Ahora tampoco podrán hacer nada con nosotros", aseguraba ayer uno de esos fieles, mientras abandonaba el templo y volvía a su casa, caminando tranquilamente bajo el tibio sol, junto con su hijo, de apenas una decena de años, demostrando efectivamente que se había reconciliado con Alá y no le importaba nada, ni siquiera los aviones, ni los misiles, que en estas últimas semanas los norteamericanos y sus aliados han estado concentrando en las aguas del Golfo.

Jugando al fútbol

La resignación de ese ciudadano de Bagdad se palpaba ayer también en todos los barrios, incluidos en el populoso suburbio de a Ciudad de Sadam, en la margen izquierda del Tigris, donde los adolescentes pasaron buena parte de la tarde de ayer jugando al fútbol en medio del descampado, mientras los más adultos habían formado un corro, en un solar cercano, en torno a una pelea de gallos. Esta misma tranquilidad festiva se apreciaba ayer asimismo en las puertas del Hotel Canal, convertido desde hace más de siete años en el cuartel general de los inspectores de Naciones Unidas, encargados decontrolar el desarme."Utiliza las palabras, no las armas", rezaba una de las pancartas que los grupos pacifistas habían colocado ayer frente al cuartel de la Unscom, al otro lado de la carretera, en una especie de enorme tenderete, con el que tratan de llamar la atención sobre la situación en la que se encuentra Irak.

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Iniciativas de Paz

Esta iniciativa, impulsada por la organización no gubernamental italiana Un puente para Bagdad, se encuentra apoyada por otras muchas instituciones pacifistas, que han decidido a partir de hoy extender su campaña en numerosos puntos de la ciudad, frente a un buen número de edificios neurálgicos, hasta que "se haya concluido un acuerdo pacífico y digno y se conjure el peligro de una guerra"."Estaremos aquí. No nos moveremos hasta que se llegue a un acuerdo" reiteró ayer Umberto Greco, uno de los responsables de la organización italiana, mientras tensaba una de las cuerdas de otra pancarta, que amenazaba con llevásela el viento y en la que se podía leer: "Apoyamos los esfuerzos de Kofi Annan".

El secretario general de la Organización de Naciones Unidas se ha convertido en estos últimos días en un personaje tan familiar para los ciudadanos de Bagdad como el propio presidente Sadani Husein. Así lo asegura ese vecino meditabundo, funcionario de un ministerio, que permanece invariablemente apostado en la puerta de un hotel en el que se alojan la mayoría de los numerosos periodistas internacionales que han empezado a llegar.

"Él lo arreglará todo. Ya verá como no pasará nada", recalca con énfasis ese confiado ciudadano, refiréndose a Kofi Annan, tratando al tiempo de transmitir esa atmósfera de tranquilidad que puede detectarse en la ciudad.

Algunos observadores consideran que el Gobierno ha impartido la consigna de la tranquilidad y la calma para abortar así otro tipo de problemas, entre los que se incluyen las huídas o fugas masivas, como sucedió en 1990 y 1991, cuando más de un millón y medio de refugiados huyeron a Jordania.

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