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Tribuna:LA PRESIDENCIA DE LA UE
Tribuna
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¿Resucita Churchill?

Xavier Vidal-Folch

Una escapada al war cabinet o búnker londinense desde el que Winston Churchill dirigió la reconquista de la libertad perdida del continente sirve para lamentar el despilfarro de esa herencia europeísta a cargo de sus sucesores. Para añorar envidiosamente la fanática militancia democrática de un líder conservador. Y para interrogarse sobre si dicha gloriosa tradición se reencarnará en un joven dirigente del partido adversario, Tony Blair.El estreno del laborismo gubernamental en la arena de la Unión Europea (UE) hace ahora poco más de seis meses, enfocando Europa "no como amenaza, sino como oportunidad", y la presentación del semestre británico al frente de la Comunidad, esta semana, constituyen indicios de una tal resurrección.

La gran noticia de este periodo es ya la vuelta a casa del hijo pródigo, no como uno más, sino voceando su vocación de liderazgo. Algo que Europa necesita como agua de mayo, cuando el empuje de la tripleta que ejerce habitualmente como locomotora (Alemania /Francia /Comisión) parece renquear.

La reiteración sin límite de que el Reino Unido pretende ser constructivo en el arbitraje presidencial de la UE agota al oyente. Dulce y bendito aburrimiento, si se compara con la excitación que provocaba el euroescepticismo tory sobre el que no crecía la hierba, ni siquiera para alimentar correctamente al ganado. La noticia es esa reiteración, pues tantas veces en política el mensaje es el modo, el tono, el énfasis.

El estreno de Blair sirve también para reconsiderar la rotación semestral en la presidencia comunitaria. Su defecto es claro, la falta de visibilidad de una dirección común. Pero su ventaja es enorme, porque insufla continuamente "un nuevo dinamismo y creatividad" a la UE, como resaltó el jueves el presidente de la Comisión, Jacques Santer.

Es cierto que Blair se propone un uso intensivo de su mandato para recuperar la credibilidad británica entre sus socios y desintoxicar a sus conciudadanos tras 18 años de bombardeo euroescéptico. Pero ¿no son esos objetivos ortodoxamente. europeos? Una virtud adicional de las presidencias semestrales estriba en la posibilidad que ofrecen de acercar los asuntos y protagonistas de la UE a los ciudadanos de cada Estado miembro.

El precio a pagar por el empeño de Blair en sortear conflictos es la modestia de sus objetivos para este periodo. No ha propuesto que se anticipe la aplicación de los -ya modestos- progresos del Tratado de Amsterdam en política exterior (célula de análisis, míster PESC... ) u otros ámbitos. Se limitará a una cuidadosa administracón de las prioridades en gran parte ya resueltas por la presidencia luxemburguesa: el lanzamiento de la moneda única y el inicio de la ampliación al Este y a Chipre. Dejará depositarse suavemente las hojas del calendario diseñadas con anterioridad.

Eso contrasta con la vorágine del semestre holandés, que afrontó la conflictiva reforma de Maastricht e incorporó la presión francesa por una Europa social, o del luxemburgués, que concilió las radicales diferencias sobre la política de empleo y acordó la estrategia de negociación con los aspirantes del Este.

Pero es un precio barato a cambio de su reintegración en la familia. Para España, es buena la ausencia de entusiasmo por convertir la discusión presupuestaria sobre los fondos estructurales y la Política Agrícola Común en una de sus prioridades. Prudente, Blair indicó a un grupo de periodistas europeos, a preguntas del Diario de Noticias portugués, que "el detalle de la reforma se debe negociar, pero no podemos afrontar la reforma [la ampliación] dejando el sistema tal cual", sin más precisiones combativas. Y sobre todo, mostró equidistancia al afirmar: "Entiendo las preocupaciones alemanas [por su alta contribución financiera], pero también la de otros países [los del Sur] que pueden verse afectados" negativamente.

Sobre estos litigios, "no habrá nada sólido antes de las elecciones alemanas de otoño", acabó de tranquilizar el titular de Agricultura, Jack Cunningham. No forman parte de las prioridades ni oficiales ni oficiosas del Reino Unido en tanto que presidente de turno. Y no lo serán, aunque den lugar a episodios de esgrima preparatoria, porque la polémica que suscitan amenazaría con enturbiar un mandato que se pretende, antes que nada y por encima de todo, caracterizado por la placidez de los socios y la pedagogía doméstica, como lubricantes del regreso británico a casa. De modo que el discreto perfil inicial de esta presidencia augura una realmente inédita etapa histórica cuyos pasos habrá que escudriñar hora por hora.

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