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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El mayo de Blair

TONY BLAIR se enfrenta a un difícil doble desafío en este primer semestre del año: debe reconducir el proceso de paz en Irlanda del Norte, a punto de zozobrar tras los últimos brotes de violencia sectaria, con la vista puesta en el referéndum que prometió para mayo sobre el futuro constitucional del Ulster. Y debe llevar con tiento las riendas que tomó ayer del Consejo de la Unión Europea, en una presidencia semestral que tiene también en mayo una cita decisiva con el euro.Tras el asesinato en la cárcel del terrorista protestante Billy Wright, la violencia se ha recrudecido en el Ulster. El último episodio ha sido el ataque en la Nochevieja contra un pub de Belfást frecuentado por católicos, que se saldó con un muerto y cinco heridos. Si los llamamientos a la calma no consiguen encarrilar de nuevo el diálogo pacífico y recuperar la tregua, el proceso de paz, ya plagado de dificultades, se puede ir al garete. Blair tiene aún algunos comodines en su manga, pero sólo podrá jugarlos si cesa la violencia.

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En Irlanda del Norte y en Europa Blair debe poner en juego toda su capacidad política. No deja de resultar paradójico, sin embargo, que en la principal decisión que va a tomar la UE este semestre -quién va a pasar en mayo la selectividad para entrar en el euro- Londres tenga que actuar como notario de su propia exclusión. Pero, con un nuevo talante hacia la integración europea, Blair ha prometido entusiasmo e imparcialidad en esta labor.

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Las decisiones sobre el euro -quién participará a partir del 1 de enero de 1999, el tipo de cambio entre lasmonedas que se integren y quién ocupará la presidencia del Banco Central Europeo- se tomarán en el primer puente de mayo, punto culminante de la presidencia británica.

Junto a la moneda, Blair ha anunciado otras cinco prioridades para esta presidencia, que están en línea con su concepción de la Europa de la gente. La primera es la búsqueda de una tercera vía hacia la solidaridad y cohesión social entre el puro mercado y el todo Estado, que debería producir algún resultado en el Consejo Europeo de junio. En Cardiff, los Quince -incluida España han de presentar sus planes nacionales de empleo y adoptar estrategias conjuntas, que no integradas, para luchar contra la lacra del paro, en línea con lo decidido en la cumbre extraordinaria sobre el empleo en Luxemburgo. Tercera prioridad en este calendario es el pistoletazo de salida en primavera a las negociaciones de ampliación al Este y a Chipre. Un problema inesperado es que los británicos tengan también que buscar acomodo para Turquía -una relación directa entre Ankara y Bruselas- que permita recomponer los platos rotos por la exclusión de este país de la lista de invitados a entrar en la Unión Europea. Finalmente, Blair pretende dedicar un esfuerzo especial a la lucha europea contra la cniminalidad y la droga, al medió ambiente y a que la UE actúe como fuerza positiva en el mundo.

Es mucho bocado para sólo seis meses. Pero los británicos siempre han sido buenos profesionales en esto de las presidencias europeas. Con las elecciones alemanas a la vista, en septiembre, no es previsible que la UE entre de lleno en este semestre en otros grandes problemas directa o indirectamente vinculados a la ampliación, como son la inevitable reforma de las instituciones, los dineros de la Unión o el ajuste de la Política Agrícola Común.

La presidencia británica se presenta como una de las más importantes de estos años de cambio profundo de la UE. Al ejercerla, Blair tiene no sólo la posibilidad de contribuir a transformar una opinión pública británica aún reticente frente a esta integración europea, sino de asignar a su país un puesto central para el día, probablemente no tan lejano, en el que la libra esterlina se integre en el euro y el Reino Unido se reconcilie así plenamente con Europa. De momento, con Blair al frente, Londres ha empezado a contar más en la escena europea; ha resucitado como uno de los polos principales de la UE, para completar así un eje París-Bonn que, aunque absolutamente necesario, ya no es suficiente para el avance de la integración.

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