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Sucede en Gran Canaria

La reciente inauguración en Las Palmas del auditorio Alfredo Kraus ha supuesto un toque de atención para que las miradas musicales se concentren en la isla de Gran Canaria, un lugar donde sigue funcionando la sociedad filarmónica más antigua de España, donde las temporadas de ópera tienen una tradición relevante y donde el festival internacional convoca cada año en enero a las mejores orquestas y directores del planeta. La actualidad de Las Palmas no depende exclusivamente del edificio levantado por Óscar Tusquets en un extremo de la playa de Las Canteras, aunque por sí solo esto bastaría para más de una reflexión, bien por su integración en el paisaje, bien por su diseño sencillo e imaginativo, o bien por sus costes, comparativamente bajos en relación con proyectos similares.Lo que resulta altamente significativo es que, después de las dos sesiones de la inauguración oficial, las primeras citas del nuevo auditorio hayan sido cuatro conciertos para jóvenes y un concierto en familia, un tipo de actividad que la Filarmónica de Gran Canaria viene desempeñando con singular penetración en la sociedad desde hace seis años. Para dar una idea de magnitud, y refiriéndonos a la actual temporada 1997-1998, si juntamos los conciertos para niños (de 8 a 11 años) y los de jóvenes (de 12 a 15 años), participan en la experiencia 366 centros escolares, públicos y privados, incluyendo colectivos de escuelas rurales, con un total de 11.952 plazas individuales extraídas de un conjunto de más de 30.000, elevándose el número de espectadores a 47.136. Las cuentas salen por ser la asistencia a ciclos de tres o más conciertos indispensable para la coherencia pedagógica de un proyecto que se complementa con conciertos para bebés y para la tercera edad.

Los conciertos escolares de la Filarmónica de Gran Canaria no pretenden enseñar, sino educar. Lo primero debería desarrollarse en las escuelas de música, pero, en fin, eso es otra historia. La fórmula didáctica utilizada es la combinación de narración y música, contándose para ello con la coordinación de un fabulador tan comunicativo como el compositor y pedagogo Fernando Palacios, a quien ahora están recurriendo muchas orquestas españolas para tratar de ganar un espacio perdido en la preparación de nuevos públicos.

Se sigue en Gran Canaria, por decirlo de alguna forma, el ejemplo de Leonard Bernstein en sus mágicos conciertos para jóvenes con la Filarmónica de Nueva York, una serie que marcó la iniciación a la música de una generación. No es, en cualquier caso, la orquesta de Nueva York la única que se ha volcado con convicción en este tipo de actividades. La Filarmónica de Los Ángeles o la Sinfónica de Chicago tienen poderosos departamentos pedagógicos que se proyectan hasta en el último de los barrios marginales de ambas gigantescas metrópolis. En Europa, las orquestas inglesas (en función de la creatividad) y las alemanas (más buscando las raíces familiares) son las que marcan la pauta en este terreno desde hace varias décadas. La Filarmónica de Gran Canaria es la pionera en España de esta búsqueda de extensión de la música o, yendo más allá, de racionalidad en la distribución de los fondos públicos para la cultura musical. La apuesta política que en ese sentido ha liderado Gonzalo Angulo es determinante.

Por todo ello, no resulta extraño que una de las señas de identidad que salta a la vista de la Filarmónica de Gran Canaria y su director musical, el londinense Adrian Leaper, sea su dimensión pedagógica. Otra sería su política discográfica, con 24 discos grabados para la colección Arte Nova, de la firma internacional BMG, a los que seguirán seis más sobre autores españoles en un sello inglés. La orquesta ha iniciado, asimismo, una interesante colección de libros musicales y participa también en un proyecto de cuentos musicales para niños (algo insólito en España), cuyo primer título, La mota de polvo, acaba de aparecer en el mercado con una modélica presentación.

No estoy hablando de ciencia-ficción, sino de otro modo de acercarse al complejísimo problema de las relaciones entre música y sociedad o, si se prefiere, entre orquestas y nuevos públicos. La labor callada, ilusionada y generosa que están desarrollando en Gran Canaria es una invitación a la cordura con la imaginación como bandera.

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