La pobreza es una afrenta
La Declaración Universal de los Derechos Humanos cumplirá 50 años el año próximo, pero probablemente las actividades que marquen el aniversario no estarán a la altura de la celebración. Cuando el 10 de diciembre de 1948 la comunidad internacional adoptó la Declaración Universal se comprometió a preservar los derechos económicos, sociales, culturales y políticos de todos los pueblos del mundo. Estos derechos y libertades son indivisibles, pero su abuso sigue siendo un fenómeno común. En la agenda de los derechos humanos generalmente se ha dirigido toda la pasión política a la defensa de los derechos civiles y políticos, pasando por alto el hecho de que la tercera parte de los habitantes de países en desarrollo son esclavos de una pobreza tan grande que les priva de sus derechos fundamentales a la vida, a la libertad y a tener una vida con sentido pleno.Cerca de 1.300 millones de personas viven con unos ingresos inferiores a un dólar por día; pero la pobreza no se reduce a la insuficiencia de ingresos. La falta de servicios básicos como agua potable segura y atención médica hace que la esperanza de vida de casi la tercera parte de los habitantes de los países menos desarrollados del mundo sea de tan sólo 40 años. El analfabetismo restringe el acceso de la gente pobre al conocimiento, a una opinión informada y a la participación política. Las mujeres en la pobreza, víctimas de las mismas privaciones que los hombres, soportan una carga adicional: el acceso desigual a los servicios, a una condición social y al crédito financiero necesario para sustentar a sus familias, perpetuando de esta manera la prisión de la pobreza. La prisión de la pobreza puede aislar y ser tan cruel como cualquier gulag político, y sin embargo durante casi cuatro décadas el debate sobre los derechos humanos se ha centrado en la ideología. Mientras algunos gobiernos hacen hincapié en los derechos civiles y políticos, otros alegan que sin progreso en el desarrollo no pueden darse las condiciones necesarias para gozar de los derechos civiles y políticos. Las diferencias eran insalvables durante la guerra fría, pero en estos momentos se están renovando los esfuerzos para devolver a los miembros de la comunidad internacional las mejores esperanzas de futuro que expresaron originalmente un compromiso global con los derechos humanos.
En 1986, una declaración internacional sobre el derecho al desarrollo rechazó el concepto de compensaciones entre derechos, y el final de la guerra fría ha calmado ligeramente la discusión. Este año, en el que se ha designado a Mary Robinson como alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, representa un motivo suplementario para esperar que se puede estrechar la diferencia de percepciones.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan, en su proyecto de reforma de la ONU, ha asignado al Alto Comisionado un amplio mandato para fomentar un enfoque de toda la labor de la ONU "basado en los derechos humanos". Entre otras cosas, este enfoque corrobora el derecho al desarrollo y los derechos de las mujeres, de las minorías, de las poblaciones indígenas, de los niños, de, los discapacitados, de los refugiados y de los trabajadores inmigrantes. La labor de desarrollo de la ONU está desempeñando una importante función en el área de los derechos humanos.
También reconocemos que los derechos civiles, políticos y culturales y sociales son aspectos fundamentales del desarrollo humano sostenible. En el PNUD, nuestro apoyo engloba la totalidad de la gama de derechos humanos desde el apoyo a la formación para el trabajo y la igualdad de género hasta la reforma electoral y el gobierno participativo. En decenas de países en desarrollo o en transición, los programas del PNUD contribuyen a construir un marco para que se establezcan poderes legislativos y judiciales eficaces, una administración pública y privada efectiva y que actúe de forma ética, un gobierno local fuerte, descentralizado y con poder de decisión, y el respeto por las libertades civiles.
La aplicación de estos programas responde a las peticiones nacionales que solicitan apoyo internacional para esta dimensión crucial del desarrollo. Más de la tercera parte de los recursos de nuestros programas se destinan a iniciativas en el campo de consecución de un buen gobierno. Insistiendo sobre el derecho al desarrollo y sobre el hecho de que la pobreza constituye una denegación brutal de los derechos humanos, contribuiremos a eliminar el malentendido según el cual, el desarrollo y el bienestar, el alfabetismo, la buena salud y el empleo son factores o actos de caridad que los Gobiernos y las agencias internacionales hacen a los pobres. Son derechos humanos, tan válidos actualmente como lo eran hace 49 años.
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