_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Interludio en Hollywood

Comenzó Sara Montiel su carrera muy joven, en 1944, nada menos que en una película del gran Ladislao Vajda, Te quiero para mí. En los seis años que siguieron, y aunque se adueñase, por decreto de su rostro, de lo mejor de las películas en que intervino -como Locura de amor en 1948, donde despertó veneraciones y pasiones en la gente enamoradiza de aquel tiempo-, no alcanzó a escalar la estrella que buscaba. De 1950 se recuerda su paso por Pequeñeces, dirigida por Juan de Orduña, y unos meses después, en 1951, se desentendió del cine español y desapareció de las pantallas de su tierra durante cinco años, hasta que un día de 1954 reapareció escoltada por Gary Cooper y Burt Lancaster en el esplendor de la Veracruz de Robert Aldrich, que fue quien realmente la rescató para España del vacío que aquí se hacía (entonces como ahora) al cine de México, donde Sara Montiel se encumbró en una docena de películas que no llegaron a España o que, si lo hicieron, pasaron de largo. Las catorce películas mexicanas de Sara Montiel forman todavía en España un hueco de cine olvida do o nunca estrenado. Veracruz pertenece a su etapa en México, pues tras ella interpretó algunas películas más en este país, antes de retroceder a España con las espaldas bien cubiertas por otros dos trabajos de relumbrón en Hollywood: Dos pasiones y un amor, dirigida en 1956 por Anthony Mann; y sobre todo Yuma, dirigida por Sam Fuller en 1957, una singular y poderosa película del Oeste, que aquí conocimos casi al mismo tiempo que El último cuplé, en la que después de siete años volvió al cine español de nuevo dirigida, como en Locura de amor y Pequeñeces, por Juan de Orduña, y alcanzó a ser profeta en su tierra al romper (por abarrotamiento de las cajas de guardar las recaudaciones) las taquillas de los cines de aquel tiempo. Atrás, y con excepción de los tres pasos de su interludio hollywoodense, quedó flotanto, y aún sigue así, una zona imprecisa, casi ignorada del ascenso de la actriz por las rampas de un dorado exilio buscado.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_