Otoño de descontento para la educación superior británica
La promesa electoral de promover una educación asequible para todos, formulada por los laboritas británicos antes de triunfar en las elecciones generales, empieza a mostrar su lado oscuro. El nuevo ministro, David Blunkett, no sólo ha visto desfilar frente a su puerta a universitarios furiosos. Su propuesta de cobrarles 1.000 libras anuales (unas 240.000 pesetas) en concepto de tasas académicas choca ahora con los rectores y los sindicatos de profesores. Junto a todo ello, un nuevo estudio del Consejo para la Educación Superior señala que un 17% de los matriculados deja sus carreras antes del final. Estos abandonos cuestan al Estado no menos de 40.000 millones de pesetas al año.Blunkett ha advertido en diversas ocasiones a los rectorados que no podrán cargar al estudiante con otra matrícula adicional para acceder a las aulas. La denominada "tasa añadida" puede suponer para los centros la pérdida de las ayudas estatales que todos, incluidos los privados, reciben de forma regular. Sin embargo, los rectores aseguran que no tendrán más remedio que cobrar a los aspirantes si el Gobierno no les devuelve a tiempo los porcentajes que les correspondan por las 1.000 libras cobradas de antemano.
Los sindicatos de estudiantes no quieren ni oír hablar de tasas obligatorias y las pancartas que enarbolan frente al Ministerio de Educación así lo demuestran. Sus gritos son bastante contundentes. "Nada de pagar", "educación gratuita para todos", corean bajo sus balcones.
El Gobierno, por otro lado, no excluye la oposición de sus propios diputados laboristas por culpa de la polémica matrícula. Y, sobre todo, porque con ella desaparecen las becas, incluso para los alumnos de familias menos acomodadas. Una vez concluida la carrera, y siempre que el licenciado pueda, los créditos bancarios que ahora se ofrecen a cambio deberán ser devueltos poco a poco.
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