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Tres trasplantados tienen riesgo grave de contagio del mal de las 'vacas locas'

Los cirujanos no supieron que la donante de córnea padecía de Creutzfeldt-Jakob

Isabel Ferrer

La córnea trasplantada a tres británicos en Escocia puede devolverles la vista, aunque contagiándoles al mismo tiempo del mal de Creutzfeldt-Jakob (CJ), equivalente humano de la enfermedad de las vacas locas. La donante, Marion Hamilton, de 53 años, lo padecía, pero los cirujanos no recibieron el correspondiente aviso y practicaron las operaciones. Los dos varones y la mujer que portan ahora dicha membrana ocular corren "un riesgo altísimo" de contraer CJ, según los servicios de inspección sanitaria del Reino Unido, que han iniciado una investigación.

El historial médico de Marion Hamilton fue desvelado ayer por The Sunday Mail La causa oficial de la muerte fue un cáncer de pulmón inoperable. En la autopsia, no obstante, los forenses comprobaron que padecía además el mal de CJ, que deja su huella en forma de cráteres en el cerebro: de ahí el apelativo "espongiforme" aplicado a encefalopatías como la bovina (EEB).Como en toda dolencia contagiosa, los órganos del donante no pueden ser trasplantados. Por alguna razón, dichos datos no fueron remitidos al Servicio Británico de Apoyo al Trasplante. Ajenos a lo que ocurría, los médicos efectuaron la triple operación en el hospital escocés de Stirling. El Ministerio para Escocia quiere esclarecer los hechos y la investigación tiene carácter urgente.

No es la primera vez que los temores científicos en torno a la posible transmisión de la enfermedad de las vacas locas a las personas salen a la luz en el Reino Unido. Las dudas más recientes atañen a las transfusiones de sangre. Varios de los 22 fallecidos hasta hoy aquejados de la denominada nueva variante de CJ la donaron cuando ya estaban afectados, pero sin saberlo. En este caso, sin embargo, el riesgo de un contagio se califica de "remoto" en círculos oficiales. La mayor preocupación está en los experimentos con ratones. Ensayos de laboratorio demuestran que la proteína (prión) transmisora de la EEB afecta primero al bazo y nódulos linfáticos, auténticos almacenes de células blancas sanguíneas con libre acceso al torrente general del organismo.

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