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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Consenso averiado

JOSÉ MARÍA AZNAR intentó ayer en el Congreso rectificar parcialmente el patinazo dado en Luxemburgo con la reserva española respecto al calendario de la política europea en materia de empleo: el Gobierno incluirá las conclusiones de la cumbre en el Plan Nacional de Empleo que presentará antes del Consejo Europeo de Cardiff, en junio. España es hoy el único país europeo que, públicamente, no se obliga a cumplir en cinco años los objetivos comunes, señalados en Luxemburgo por primera vez en la historia europea; Aznar pretendió borrar esta frustración política evidente con el anuncio de una convocatoria a los agentes sociales para elaborar el Plan de Empleo.Pero la frustración no disminuyó en el Parlamento, a pesar de tan sonoros anuncios. Es un hecho incontestable que las fuerzas políticas -con la excepción de la IU de Julio Anguita- mostraron un amplio acuerdo sobre el éxito que para la construcción europea ha supuesto la cumbre luxemburguesa. Este consenso no evitó el profundo encontronazo dialéctico entre los dos grandes partidos, el PP y el PSOE, respecto a la actitud de la delegación que presidía Aznar, al que ayer CiU le tiró el capote de la "precaución", pero al que el PNV y otros partidos criticaron con dureza.

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¿Estamos ante una primera ruptura -o, cuando menos, resquebrajamiento- del amplio consenso en materia europea que ha sido la pauta política desde el ingreso de España en la CE, en 1986, e incluso desde antes, si se excluyen los hiperbólicos exabruptos del cuando PP cuando estaba en la oposición y la actitud de IU? La cumbre de Luxemburgo ha puesto de relieve -y la Unión Monetaria lo hará aún más- que la integración comunitaria afecta de pleno a lo que hasta ahora se han considerado políticas nacionales básicas, como la del empleo, por lo que el desacuerdo claro entre mayoría y oposición contribuiría a la ruptura del compromiso sobre la política europea.

Aznar intentó ayer reducir la significación de la excepción que demandó en Luxemburgo: la posibilidad de ampliar el plazo de cinco años para dar una oportunidad de formación o de empleo a todos los jóvenes en paro o a los desempleados de larga duración. La admisión por el propio Aznar de que, hoy por hoy, desconoce si tendrá que hacer uso de esa excepción cuando se haya cumplido el quinquenio refleja o un cierto grado de confusión o una confianza excesiva en que el mercado irá resolviendo el problema. El presidente no dejó de insistir en que la creación de empleo en España, en 1997, representa la mitad del total de la Unión Europea; lo cual es verdad, pero no toda la verdad, ya que el ritmo de creación de puestos de trabajo en España da para acoger en el sistema a los nuevos activos, pero no para reducir sustancialmente la cifra de los más de tres millones de parados existentes. Esta realidad impide la presunción propagandista de que éste ha sido "el año del empleo".

El presidente no logró dar una explicación clara de la razón de la autoexclusión solicitada en la cumbre, más allá de cifrar genéricamente en "un billón" -sin argumentar por qué y en qué- el coste de aplicar la política decidida por la Unión Europea en España. Siguen faltando datos, cuentas más claras y examinar otras posibilidades, como las que, a título de ejemplo, expuso ayer un bien preparado Joaquín Almunia. Tampoco dio el Gobierno alternativas ni calendarios sobre los objetivos y los recursos de su propia política, más allá de las generalidades del documento español enviado a la cumbre. Quizá haya razones que no sea políticamente correcto airear todavía: por ejemplo, si España seguirá recibiendo ayudas de los fondos estructurales o de cohesión, sin vincular tales cantidades, aunque sea indirectamente, a objetivos de empleo.

Tras el debate de ayer se ha confirmado que Aznar enfocó la cumbre de Luxemburgo desde planteamientos minimalistas, aparentemente satisfecho de su política nacional y creyendo que poco le podía aportar Europa. Craso error: se vio obligado a rectificar precipitadamente, sin la suficiente creatividad 'para aportar ideas positivas al debate entre los jefes de Estado y de Gobierno. No es que Aznar se quedara solo en Luxemburgo; es que además pareció quedarse sin capacidad de reacción ante las, propuestas de sus socios y sin información técnica de lo que se estaba preparando, o quizá acusó con exceso la incomodidad que le produce una política en la que no cree. El equipo económico y sus numerosos consejeros han reiterado que, para ellos, la única forma de crear puestos de trabajo es el crecimiento económico. El resto queda relegado de forma miope a lo que despectivamente llaman "políticas socialistas". Esta creencia (pues es una creencia) les ha jugado una mala pasada en una cumbre que, por fin, ha hilvanado -quizá de forma homeopática, pero esperanzadora- una nueva perspectiva para enfrentarse al desempleo. Ayer les faltó humildad en el Congreso para reconocer su error político, corregirlo con grandeza y recomponer sin fisuras el consenso político sobre Europa.

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