El artífice del 'nuevo cine español'
Enrique González Macho ha obtenido el premio más merecido imaginable en el cine español, y eso pese a la sorpresa que pueda causar el hecho de que se trate de un distribuidor y exhibidor. Los directores españoles hemos visto en él la única posibilidad de hacer cine en España y que las películas lleguen a la gente. En mi caso, con Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, siempre he pensado que de no ser por él la película no hubiera estado en los Goya. En todo momento González Macho ha sabido que había un público potencial del cine español, y que la manera de demostrar su tesis era simple: proyectar las películas y mantenerlas en cartel, y no que las retiren a las dos semanas o menos. Cuando todos decían que el cine español era una catástrofe y que nadie lo iba a ver, Enrique González Macho confió en muchos directores y productores y logró que una gran parte del nuevo cine español, del milagro del cine español, fuese cosa suya.Los espectadores de cine le estamos también agradecidos, porque haciendo un esfuerzo económico muy importante ha peleado como nadie por abrir salas de cine, reinvirtiendo los beneficios obtenidos en más cine, defendiendo las versiones originales subtituladas, promoviendo películas en un principio minoritarias que han dejado de serlo gracias a él, dando a conocer a directores, como Gianni Amelio, Kiarostami y otros muchos en su defensa cerrada del ciné europeo y del cine de otras culturas. Ha logrado que muchos espectadores se muevan en los cines Renoir como en su casa, y que si una sala está llena siempre sepan que habrá otra película en la sala de al lado con parecida calidad.
Al contrario de muchos distribuidores, Enrique González Macho es lo que decía Fernando Trueba sobre Pilar Miró: "Uno de los nuestros". Es un hombre de cine, un amigo en vez de un enemigo, al que todos consideramos una parte más de nuestra industria. Nuestros éxitos son suyos y por eso nos vemos representados en el premio que le han concedido. Y como Enrique es también muy aficionado a los toros, se podría decir de él lo que decían de Joselito El Gallo, que era el español que mejor conocía su oficio.
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