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Irritación en Brasil por las exigencias de la delegación de EE UU

Juan Jesús Aznárez

La arrogancia del imperio, como se quejan en Brasil, no conoce límites. Igual reclama la presencia de la folklórica criolla Patricia Curbillán en una cena en Caracas que intima la apertura de mercados o exige la erradicación de los mosquitos de un lago de Brasilia para garantizar la asistencia de Bill Clinton al primer almuerzo oficial. Procedente de Venezuela, donde firmó acuerdos de cooperación científico-técnica y contra el narcotráfico, el presidente norteamericano llegó anoche a Brasil, que le recibió de uñas.

"Abogamos por la democracia, la justicia social y la apertura de mercados", resumió Clinton por la mañana en Caracas, durante su ofrenda a Simón Bolívar. Asimismo dijo confiar en la pronta aprobación parlamentaria del fast track, que le permitirá suscribir acuerdos comerciales con América Latina sin pasar por el Congreso.El matrimonio Clinton aterrizó en un país mayoritariámente molesto por el rigor del esquema de seguridad del Servicio Secreto de EE UU, que pretendió la reclusión en los despachos de diputados y senadores durante la recepción del Congreso brasileño, cambios horarios, o la entrada de un arsenal capaz de pulverizar las colinas de Río de Janiero, habitáculos de pobres y delincuentes. También incomodan los apremios de la Casa Blanca en la promoción del Aérea de Libre Comercio de las Américas (ALCA), cuya construcción puede debilitar el Mercosur (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay), comprometido ahora en la negociación de un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea.

Las protestas brasileñas, con ribetes de yankee go home en algunos ámbitos, arreciaron cuando la embajada de Washington en Brasilia, primera parada de su viaje hacia Sao Paulo, Río de Janeiro y Argentina, distribuyó entre los empresarios de la comitiva un informe con verdades como puños: aunque Brasil ha prosperado, la corrupción es todavía "endémica" y la justicia "ineficiente", lenta, sujeta a presiones políticas, e influida por los latifundistas. El titular del Tribunal Supremo Federal, Celso de Mello, atribuyó las acotaciones a "la prepotencia y arrogancia imperiales" y rechazó su invitación a un agasajo.

Entre las exigencias estadounidenses, negadas la mayoría por excesivas, figuraban la suspensión del horario de verano en los tres días de permanencia de Clinton en Brasil, a fin de ahorrar tiempo para las actividades nocturnas; la interrupción del tráfico ferroviario en Río las cuatro horas y 40 minutos de estancia; el bloqueo de las puertas principales del Congreso, y la limitación a 10 del número de parlamentarios que asistan al recibimiento de Clinton, interesado en conciliar posiciones con el mercado más atractivo de América del Sur. Brasilia denuncia barreras a sus ventas y se siente cómodo en el Mercosur; también quiso determinarse la hora del almuerzo ofrecido por el presidente Fernando Henrique Cardoso. "En mi casa, yo digo a que hora se come", respondió.

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