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Tribuna
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Elogio de la rebeldía

"Bello, ¿no?", han sido las dos palabras que Franca Rame me dijo cuando la llamé para darle la enhorabuena. Sintéticas,directas y sencillas como serán sin duda las de Dario. Si alguien huye de la retórica como de la peste,ése es Dario, y si hay alguien a quien nadie esperaba -él el primero- que le dieran el Nobel, sin duda es él. Porque a un actor que se pone un pantalón negro y un jersey de cuello vuelto, se sube a un escenario y engancha durante dos horas a un público al que no hay manera de hacerle abandonar el teatro; a un dramaturgo que, después de Brecht, su referente esencial tras los cuentacuentos y los juglares de la comedia del arte, ha empleado el arma de la farsa y la libertad de la risa para cuestionar tanto la realidad política como la social y humana de, los últimos 40 años, cronista mordaz y solidario de los avatares, esta segunda mitad de siglo; a un maestro de actores, directores y escenógrafos que no se da importancia y no pontifica en esta época de divos omniscientes; pero,sobre todo,a un profesional de su prestigio que cuando ha aparecido en televisión ha aprovechado para destripar, todo lo humano y divino, siendo por tanto invitado a abandonar el programa de turno, que ha huido de fastos, medallas y homenajes... bueno, con semejante perfil que los sesudos académicos suecos le hayan concedido el premio más prestigioso y codiciado del mundo es una sorpresa hermosa y esperanzadora. Nos hace pensar que no todo va tan mal en la era del pensamiento único y el conformismo cultural e ideológico si se premia a un hombre de teatro, transgresor, disconforme y rebelde que durante 20 años tuvo prohibida la entrada en Estados Unidos y cuyas concesiones a cualquier tipo de galería han sido nulas.Darío ha podido ser muchas cosas, ocupar cargos en direcciones de teatros de gran prestigio, dirigir las óperas en todos. los países, ya que su teatro se conoce y representa prácticamente de continuo en todos los continentes. Pero ha tenido siempre las cosas muy claras , prefiriendo seguir su trayectoria a lo largo de sus más de cuarenta años de trabajo, aunque por supuesto adecuándola a cada momento histórico. Así, en los oscuros años setenta, los, "años del plomo." no sólo en Italia, los, años del terrorismo negro y el de Estado, sus farsas se tiñen del tinte sombrío de la realidad, como en Muerte accidental de un anarquista, La mueca del miedo o ¡Pun, pun!, ¿quién es? ¡La policía!; en los ochenta, las luchas sociales le obligan a tratar temas como la desobediencia civil en Aquí no paga nadie; y en los noventa, la crítica política se transforma en un análisis más sutil y afilado, del terreno de lo social, en torno a los temas centrales de la condición femenina, en los monólogos, las contradicciones en las relaciones incluso en las parejas más concienciadas, en Pareja abierta; o, por último los tabúes de la educación sexual que aún siguen lastrando a la mujer, como en su penúltimo texto, Tengamos el sexo en paz.. Creo que este galardón no es sólo para Dario y su jugosa trayectoria como hombre, de teatro total, definición arcaica que en él cobra carácter contemporáneo y en ebullición continua. Es un premio a medias con Franca Rame, su mujer, que siempre ha estado a su lado, muchas veces en la sombra, haciendo el trabajo más duro y humilde, recopilando notas apuntadas en cualquier trozo de papel, copiando sus textos y recogiéndolos en libros, grabando vídeos y organizando y llevando todo el entramado complicadísimo que rodea su producción dramática -más de ochenta títulos- sus giras con sus espectáculos, así como las continuas peticiones de intervenciones solidarias para causas de todo tipo. Esta unión insólita, fundada en la mutua ayuda y generosidad, se ha nutrido también de las obras escritas para Franca, apoyando sus campañas a favor del aborto y otros problemas ligados a la condición de la mujer.Repasar el teatro de Dario Fo es rastrear la crónica de esta segunda mitad de siglo, los altibajos políticos de una sociedad occidental avanzada, las contradicciones de gobiernos aparentemente democráticos pero envueltos en tramas oscuras y en corrupciones claras, las realidades que se ocultan tras la retórica y las soflamas de los políticos,la hipocresía de los más altos estamentos eclesiásticos, que pretenden hacernos retroceder al Concilio de Trento, el poder del los medios auidiovisuales y su nefasta incidencia en el general sopor ideológico.

No hay que olvidar que pocas veces ha sido concedido el Nobel a hombres de teatro. Este es por tanto un día, de fiesta para toda la gente de teatro, que ve, por fin reconocido a uno de sus hijos más disconformes. Es también una fiesta para todos los que apostamos por un teatro que forme parte de una cultura crítica y siempre alerta, para los que creemos que el teatro sigue siendo un potente antídoto contra el conformismo y la apatía, para los que creemos que un país sin un teatro estimulador y cuestionador es un país sin presente y sin futuro.Carla Matteini es traductora al español de1a obra de Dario Fo.

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