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Universos paralelos
Columna
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Beach Boys: la historia más triste de California

Fueron mucho más que simples publicistas del estilo de vida de la dorada juventud surfera

El miembro de The Beach Boys Dennis Wilson, en Nueva York, en septiembre de 1977.
El miembro de The Beach Boys Dennis Wilson, en Nueva York, en septiembre de 1977.Michael Putland (Getty Images)
Diego A. Manrique

En cuestión de días, Disney + estrena Beach Boys, el documental, película que promete material inédito y los habituales panegíricos del coro formado por colegas y eruditos. No esperen revelaciones cegadoras: la saga de los Chicos de la Playa ha sido explorada de forma exhaustiva. Existe mucha bibliografía al respecto, incluso en España. Hace poco se publicó God Only Knows: la historia de Brian Wilson, The Beach Boys y el mito de Califonia (NeoPerson Sounds), de David Leaf, hombre de televisión que cruzó la línea roja y ascendió a colaborador del creador central de la banda.

Leaf consolidó el relato de Brian Wilson como “genio torturado”, tópico quizás necesario para cambiar la percepción de los Beach Boys como aquellos chavales que actuaban uniformados con camisas playeras. Seguramente, exageró la dinámica del Mundo Cruel versus El Mozart de Hawthorne, cuando su deterioro tuvo mucho que ver con decisiones personales, sin obviar los imponderables de sus problemas mentales. El drama de Brian eclipsó la otra gran tragedia del grupo: el declive humano de su hermano Dennis, que se mató de una forma particularmente estúpida.

Dennis era el guapo de los Wilson, el único verdadero surfista de la banda. Como tantas almas inquietas de los años 60, Dennis se dejó engatusar por un gurú. El peor gurú de la California hippy: Charles Manson. No le motivaba una búsqueda espiritual, como la que llevó a los Beatles a los pies del Maharishi. Manson, astuto graduado de la Universidad de la Cárcel, enseguida detectó la debilidad de Dennis, permitiéndole el acceso a su harén de jovencitas descacharradas. No salen gratis esos paraísos sexuales: la Familia de Manson okupó la residencia de Dennis, vaciando sus cuentas con barra libre de comida, drogas, ropa y, vaya, tratamientos médicos para la gonorrea galopante dentro de aquella comuna.

Los invasores terminaron por expulsar al anfitrión; Dennis se trasladó al sótano de un colega y dejó a la oficina de los Beach Boys la enojosa tarea —”malas vibraciones, tío”— de desahuciar a aquella tropa. Para entonces, Manson ya había aprovechado aquella cabeza de playa para colarse en el negocio musical: conoció al productor Terry Melcher, hijo de la actriz Doris Day, y facturó maquetas en el estudio de los Beach Boys, que incluso grabaron una composición suya, Never Learn Not to Love (25 años después, con su habitual olfato para la provocación, Guns N’ Roses interpretaron otra canción del monstruo).

El eventual rechazo de las maquetas de Manson desencadenó la matanza de la Familia en la mansión de Sharon Tate, antes ocupada por Melcher. Dennis se libró de testificar en el juicio consiguiente; arguyó que Manson también tenía amistad con otras figuras del rock, como Neil Young. Pero no se puede trazar una línea entre ese episodio y la posterior caída a los infiernos de Dennis.

Su creatividad creció, dentro y fuera de la banda (su álbum en solitario, Pacific Ocean Blue, merece estar dentro del canon del pop californiano). Sin embargo, su comportamiento errático desembocó en su suspensión como miembro de los Beach Boys. Abusó de las drogas duras y, ya sin dinero, buscaba extraños que le invitaran a copas. Estaba borracho a finales de 1983, cuando se sumergió en su querido océano. Y se ahogó.

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