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30 museos españoles colaboran con 300 obras en una completa exposición sobre la Hispania romana

Roma se mira en el espejo artístico de la primera provincia del imperio

Tres años de preparativos y un sinfin de contactos políticos y culturales entre España e Italia han hecho posible que se inaugure hoy en Roma una de las más completas exposiciones que se han hecho sobre la Hispania romana y su significación excepcional dentro del imperio que contribuyó a crearla. Hispania romana. De tierra de conquista a provincia del imperio recoge a través de 300 obras, cedidas por más de 30 museos españoles nacionales y regionales, la evolución cultural, jurídica y social de una provincia que ocupó por derecho propio el primer puesto entre las del imperio.

La muestra, que estará abierta hasta el 23 de noviembre en el Palacio de Exposiciones de la capital italiana, antes de viajar a Madrid -"y quizás a otras ciudades españolas", según la ministra española de Cultura-, fue inaugurada ayer por Esperanza Aguirre y el viceprimer ministro italiano, Walter Veltroni.Todo un ala de la primera planta del Palacio de Exposiciones de Roma ha quedado ocupada por la Hispania Romana, una muestra que se plantea quizás un objetivo demasiado ambicioso: enseñar arte romano en la capital del Imperio. "Algo así como llevar agua al océano", dijo el embajador de España, Juan Prat y Coll, de no ser, puntualizó, por la altura que tiene la muestra.

Se trata de una impresionante colección de bronces, mármoles, mosaicos, frisos, utensilios y joyas, traídos de los museos Arqueológico Nacional de Madrid, de Arte Romano de Mérida, del Museo de Tarragona, del de Ampurias y decenas de otros en Andalucía, Murcia, Cataluña, Toledo, sin olvidar la pequeña aportación de obras procedentes del Louvre de París, del museo portugués de Coimbra y de dos museos romanos.

Verdades históricas

La exposición desvela así, a través de la producción artística de un largo y complicado periodo de conquista, algunas realidades poco conocidas. Para empezar, las legiones romanas que entraron en la península Ibérica en el siglo III antes de Cristo decididas a acabar con los cartagineses no encontraron pueblos bárbaros en su camino, como cuenta la leyenda, sino pueblos desarrollados y cultos con una lengua común: el griego.

Ésta es una de las primeras verdades históricas a las que la exposición rinde tributo, según explicó ayer uno de los responsables de su montaje, Eugenio La Rocca. La segunda verdad que muestra, quizás, sea el rostro desnudo de los conquistadores y la naturaleza de la pax romana, la paz de los cementerios. Hispania en sí misma no había sido nunca un territorio atractivo para el Imperio romano que siempre lo vio como tierra no cultivable; sin embargo, como recuerda La Rocca, "la riqueza minera que encerraba el país hizo de la provincia la principal suministradora de moneda.

La mayoría de las monedas de plata romanas se acuñaron en suelo hispano". Para esta explotación de los recursos naturales, el Imperio usó una mano de obra barata: hispanos de todas las edades. Monumentos funerarios de la época han permitido conocer que en las minas de plata fallecieron niños de tan sólo cuatro años. El Imperio no actuó con una impunidad completa. La Rocca recordó ayer en la presentación de la muestra la frase durísima que Tácito reserva a Roma en su obra Agrícola: "Robar, asesinar, masacrar, es a lo que llaman conquistar, y el desierto que queda es la pax romana".

No quiere esto decir que la muestra se haya hecho con una intención crítica. La exposición -con catálogos en italiano y español editados por Electa- se organiza por temas: desde la arquitectura en la Hispania, Romana, hasta la vida religiosa, el papel del Ejército imperial como constructor de obras públicas, la asunción de una identidad romana, la romanización que lleva a los habitantes de la primera provincia a imitar los usos y costumbres imperiales en el vestir, en la organización social y en el culto religioso.

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