La sorpresa del comienzo de curso
Esperanza Aguirre se fue de vacaciones dando por enterrada la iniciativa de la Fundación Encuentro, que llevaba trabajando en ella desde noviembre del año pasado. Estaba convencida de que la heterogeneidad de los participantes la condenaba al fracaso. Además, su representante en las reuniones, Juan Piñeiro, se esforzaba en poner piedras en el camino del consenso, según la mayoría de los participantes, que decidieron no volver a convocarlo.Las organizaciones educativas volvieron a la carga a principios de septiembre y maduraron el acuerdo, pese al baile de interpretaciones y enmiendas que desencadenaba cualquier frase. La sorpresa de la ministra fue mayúscula el 4 de septiembre, cuando recibió la llamada de Agustín Dosil, presidente de la Asociación Católica de Padres (CONCAPA), que quería consultarle sobre la conveniencia de firmar el documento. La noticia de que el manifiesto iba tomando forma fue acogida como una auténtica bomba por el equipo de la ministra, que seguía sin explicarse cómo podían llegar a acuerdos organizaciones tan distintas como CC OO y la FERE, o la CEAPA y la CONCAPA.
Ante la inminencia de la firma, el ministerio desplegó hace días su doble estrategia: declaraciones partidarias y gestiones contrarias. El PP, empezando por su presidente, José María Aznar, siempre ha reclamado un pacto educativo, al menos desde que llegó a la Moncloa, pero nunca esperó encontrarse con el texto que ayer se firmó: una defensa de la reforma que los socialistas pusieron en marcha en 1990.
Las declaraciones de alegría de la ministra ayer, cuando conoció la firma del acuerdo, no han conseguido aplacar el disgusto con el que ha sido acogido por la mayoría de sus colaboradores. De hecho, el portavoz de Educación del PP, Juan Carlos Guerra Zunzunegui, lo dejó claro, cuando lamentó que José María Martín Patino, presidente de la Fundación Encuentro, no hubiese tenido la misma iniciativa durante el mandato socialista y cuando advirtió que algunos puntos son de muy difícil cumplimiento.
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