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El 'dilema americano' en la actualidad

En 1944, el sociólogo sueco Gunnar Myrdal publicó un estudio sobre la situación de la población negra de EE UU, con el apropiado y frecuentemente citado título de Un dilema americano. Ese título hacía referencia a la incapacidad de EE UU para asimilar a los descendientes de antiguos esclavos en el crisol de docenas de grupos étnicos. En realidad, desde su nacimiento en 1789, EE UU ha sido una nación de inmigrantes. Hasta finales del siglo XX, sus élites sociales y económicas han sido abrumadoramente anglosajonas y noreuropeas. A pesar de conceder con relativa facilidad la nacionalidad, siempre existieron barreras invisibles a la completa aceptación social de las sucesivas oleadas de inmigrantes: los irlandeses, los europeos del sur, los eslavos y los judíos antes de 1914; los refugiados antifascistas de los años treinta; los hispanos y los asiáticos desde la II Guerra Mundial.Pero la discriminación sufrida por los grupos que acabo de mencionar no ha sido ni mucho menos tan poderosa ni tan persistente como la sufrida por los negros, que constituyen aproximadamente un 12% de la población estadounidense. Todos los miembros de grupos étnicos europeos y asiáticos (y también el millón aproximado de amerindios) pueden esperar asimilarse, hasta el punto que deseen, en la corriente principal estadounidense. Pero la persistencia de la exclusión de los negros es tan evidente como la asimilación de europeos y asiáticos.

Una respuesta evidente a la pregunta de por qué la discriminación contra los negros es tan persistente es que los negros fueron esclavos hasta el final de la guerra de Secesión en 1865. Independientemente de que fuesen tratados con humanidad o con crueldad, siempre fueron prescindibles, y no disponían de derechos individuales ni familiares.

La emancipación legal no pudo cambiar en sí los supuestos tradicionales de superioridad racial por parte de los blancos ni la falta de una estructura social independiente y de instituciones económicas entre los negros.

Un siglo después, con las leyes de derechos civiles y las medidas de acción afirmativa, EE UU ha hecho su esfuerzo más serio por superar el legado de la esclavitud. Nada de lo que haya escrito o enseñado me parece tan importante como mi participación en esos esfuerzos. Los derechos de voto para gente que había sido privada de derechos tanto en el viejo sur como en las grandes ciudades de todo el país; colegios integrados para demostrar que los niños negros y los blancos pueden ser educados juntos en las mismas condiciones y con las mismas oportunidades; reservar cierta proporción de contratos de obras públicas y de plazas en universidades y escuelas de formación profesional para que los empresarios y los estudiantes negros puedan disfrutar de unas oportunidades económicas y educativas con las que nunca pudieron contar en el pasado.

La justificación de estas medidas era tanto moral como práctica. Eran una compensación por la discriminación del pasado y, en ese sentido, una cuestión de simple justicia en una sociedad basada en la igualdad de oportunidades. Y en términos prácticos, era importante que hubiera médicos, abogados, profesores, ingenieros, policías y funcionarios negros para que la población negra pudiera empezar a identificarse con la oportunidad estadounidense, pudiera empezar a sentirse verdaderamente aceptada en la corriente principal.

Tres décadas después de la introducción de estas medidas existen cuestiones difíciles sobre la utilidad y la justificación moral de su continuidad. Una consecuencia poco afortunada ha sido que, en determinadas situaciones, a aspirantes negros que estaban menos cualificados que sus competidores blancos les han sido concedidos contratos empresariales, empleos o plazas en escuelas de formación profesional con el fin de aumentar la proporción de negros en la vida económica y profesional estadounidense. La discriminación inversa (discriminación positiva) contra los blancos se podría justificar como una necesidad práctica durante un breve espacio de tiempo, pero, si continuase indefinidamente, es tanto injusta para los blancos como psicológicamente humillante para los negros.

Otra desgraciada consecuencia ha sido la, de enfrentar a los hombres negros (que ya tienen con diferencia las mayores tasas de desempleo y de periodos de encarcelamiento de toda la población estadounidense) a otras minorías. La acción afirmativa fue creada principalmente a favor de los negros, pero también se puso en. práctica a favor de las mujeres, de los asiáticos, de los amerindios y de algunos inmigrantes europeos recientes. A partir de 1970, dos terceras partes de los beneficiarios eran negros de ambos sexos, pero a mediados de los años noventa, menos de la mitad de los beneficiarios son negros. Los asiáticos, los hispanos y las mujeres tanto de raza blanca como de raza negra se benefician ahora mucho más de la acción afirmativa que los hombres negros.

Al principio, estas medidas recibieron la aprobación, a veces a regañadientes pero en cualquier caso clara, de la mayoría de los electores. Pero a lo largo de tres décadas se ha planteado constantemente la siguiente cuestión: ¿hasta cuándó? Las elecciones del Estado de California, celebradas en noviembre de 1996, llevaron a las urnas una propuesta que reclamaba la eliminación de todas las preferencias relativas al empleo o a la educación basadas en la raza o el sexo. Logró un 54% del total de los votos, incluido el 40% de los de los negros que votaron. La acción afirmativa se enfrenta a varios desafíos que circulan en estos momentos por el sistema judicial (que si bien no alcanza el ritmo de los tribunales españoles también es lento) y también está siendo objeto de un considerable debate informal por parte de los congresistas y del presidente, así que parece claro que la acción afirmativa tal como se ha practicado entre mediados de los años sesenta hasta mediados de los años noventa será revisada en un futuro próximo.

Desde un punto de vista personal, no tengo la menor duda de que, aunque la acción afirmativa ha dado lugar a una nueva e importante clase media negra, los negros en general no están más cerca de la verdadera igualdad hoy que hace 30 años. Tampoco dudo de que los demás grupos en desventaja (entre ellos los hispanos y los amerindios) pueden entrar en la corriente principal mucho más fácilmente que los negros.

Creo que la principal razón es la herencia psicológica e institucional de la esclavitud. Durante tres siglos, los padres negros podían ser arbitrariamente separados de sus esposas e hijos. A menudo, no estaban casados legalmente ni reconocidos como cabezas de familia. Puede que los artesanos negros fabricasen buenos productos, pero no tenían ningún control sobre la venta y el uso de esos productos. Puede que construyesen y mantuviesen casas notables, pero no poseían esas casas, ni las herramientas con las que trabajaban. Todo esto significa que no podían responsabilizarse de sí mismos y de sus familias como hacían con toda naturalidad los inmigrantes europeos y asiáticos, por muy pobres que estos últimos fueran cuando llegaban a Estados Unidos.

Además de la herencia de la esclavitud, existe la inercia de las expectativas. Casi todos los seres humanos se comportan hasta cierto punto como creen que la gente que les rodea espera que se comporten. Los blancos, incluidos muchos de los liberales partidarios de la acción afirmativa, inconscientemente consideran a los negros como inferiores -con los que se puede simpatizar y a los que se puede ayudar por, razones prácticas-, pero a quienes suponen culturalmente difererentes, aunque esos liberales hayan superado el prejuicio endémico del blanco. Muchos negros se comportan de acuerdo con las bajas expectativas que la mayoría blanca tiene de ellos. Los niños negros no esperan sacar tan buenas notas en el colegio como sus compañeros de clase blancos. El pernicioso estereotipo de las bajas expectativas desemboca frecuentemente en odio a uno mismo y en ira contra los blancos.

No hay una respuesta rápida para el dilema americano. Después de 30 años, la acción afirmativa debe hacerse desaparecer progresivamente, sobre todo, en mi opinión, porque los negros nunca serán capaces de deshacerse de la imagen desfavorable que tienen de sí mismos hasta que quede incuestionablemente claro que están alcanzando altos cargos en los campos economico y profesional exclusivamente por méritos propios. Esa es la razón de que un 40% de los negros de California votasen a favor del fin a todas las medidas de preferencia racial en su Estado.

Por experiencia propia en la gestión de un programa de acción afirmativa en la Universidad de California en La Jolla, a mediados de los años setenta, descubrí que los estudiantes asiáticos y los asiáticos nacidos en EE UU a menudo no querían tener nada que ver con la acción afirmativa. Intentaban triunfar por sí mismos, sin ayuda especial, y tenían la imagen positiva de sí mismos y el apoyo moral de su familia necesarios para tener éxito en ese empeño.

En conclusión, con relación a la situación de los negros: los colegios y universidades integrados deben enseñar sin sentimentalismos la historia de la esclavitud y ofrecer la oportunidad de un comportamiento personalmente responsable que permita ganar una parte justa de benefició económica y, finalmente, todo el respeto de la mayoría blanca. En cuanto al último punto: hace 50 años, los estadounidenses blancos tenían tantos prejuicios contra los asiáticos como contra los negros. Pero el gran éxito económico y profesional tanto de los asiáticos nacidos en EE UU como de los inmigrantes asiáticos (de Vietnam, Corea y China continental) ha reducido rápidamente esos prejuicios convirtiéndolos en residuos marginales.

Gabriel Jackson es historiador.

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