¿Se puede tratar la predisposición a padecer Alzheimer?
En este periódico ha aparecido recientemente una polémica sobre la enfermedad de Alzheinter (EA) a raíz de una crónica de J. Sampedro (2-7-97) que recogía opiniones del doctor Cacabelos sobre esta enfermedad, tan optimistas como carentes de fundamento científico. Pese a que esta crónica fue contestada por la doctora M. A. Morán en Cartas al director de forma precisa y contundente (9-7-97), la relevancia social del tema nos mueve a formular algunas consideraciones sobre la genética y aspectos terapéuticos de la EA que pueden ser de interés. Hay enfermedades neurológicas, infrecuentes, que son producidas exclusivamente por un error genético que se trasmite de padres a hijos (ejemplo, corea de Huntington); otras, generalmente agudas, son causadas por factores ambientales como infecciones, tóxicos o drogas que dañan el sistema nervioso. Finalmente, gran parte de las enfermedades neurológicas crónicas son producidas por interacción de factores genéticos y ambientales. En este grupo están la mayoría de los casos (95%) de la EA.Digámoslo claro: sólo un exiguo porcentaje (5%), de casos familiares de EA, habitualmente de presentación presenil (antes de los 65 años), son causados sólo por una alteración genética, algunos de cuyos genes han sido ya identificados en los cromosomas 1, 14 y 21. Hay un amplio consenso científico según el que la gran mayoría de casos de EA del anciano son, resultado de múltiples factores genéticos y otros ambientales, algunos de ellos conocidos y otros por descubrir, que interactúan entre sí. Estos factores pueden ser de "riesgo" (facilitan la enfermedad) como "protectores" (dificultan su aparición). Además, hay factores intrínsecos al paciente: uno importante, el envejecimiento, y otro menos, el sexo femenino. Entre los factores genéticos de riesgo están la posesión de un alelo (secuencia o forma de un gen) de la apolipoproteína E4; y entre los protectores, poseer un alelo de la apolipoproteína E2. Entre los factores ambientales de riesgo destacan haber sufrido un trauma craneal grave, el bajo nivel educativo, y quizá padecer hipertensión crónica o diabetes. Son probables condicionantes ambientales protectores haber sido tratado crónicamente con fármacos antiinflamatorios o, en las mujeres, haber recibido estrógenos en la menopausia. Otros posibles factores son más discutibles, como la acción protectora del hábito de fumar y un largo etcétera que están siendo reevaluados, porque todos los expertos en esta dolencia somos conscientes de que aún están por demostrar factores causales o predisponentes tanto genéticos (recientemente se ha sugerido otro factor de riesgo en el cromosoma 12) como ambientales.Vayamos a lo práctico. Cuando en una familia hay un miembro con EA, ¿es útil el estudio genético de todos los integrantes sanos? La respuesta es claramente no en la inmensa mayoría de los casos. La evaluación de mutaciones en algunos genes relacionados con esta enfermedad está justificada en los infrecuentes casos en los que la enfermedad se transmite a lo largo de varias generaciones (bisabuelos, abuelos, padres). ¿E investigar factores genéticos no determinantes de EA pero de riesgo, como el alelo de la apolipoproteína E4? Tampoco tiene interés práctico; por varios motivos. Es un factor de riesgo, no la causa de la enfermedad, tiene muy poca capacidad predictiva (poco más del 50% de los que tienen este alelo desarrollarán EA, casi como tirar una moneda al aire), y además no tenemos hoy ninguna terapia que haya demostrado que pudiera evitar el hipotético desarrollo futuro de la EA en quien tuviera el citado alelo.Quizá esta exposición pudiera parecer pesimista, o dar la impresión de menosprecio de nuevas perspectivas científicas que los recientes datos genéticos en la EA pudieran abrir. Nada más lejos de nuestra intención. Tratamos de reflejar el estado de los conocimientos, señalar la cautela obligada respecto a los estudios genéticos en los sujetos sanos (siempre interesantes con ánimo de investigación) y recordar la necesidad de que quede claro el alcance real, hoy, de los métodos genéticos de diagnóstico en la EA.
Nuestro conocimiento de la EA, aunque limitado, es esperanzador, y ha avanzado incesantemente en esta "década del cerebro". La EA ha empezado a tener una terapia paliativa (fármacos colinérgicos) y es razonable pensar que en un futuro próximo se desarrollen medidas preventivas eficaces que se puedan aplicar en estadios muy precoces de la enfermedad. Pero este momento, aunque próximo, no ha llegado.
Todavía es el momento de incrementar nuestros conocimientos genéticos, clínicos y biológicos en la EA, para lo cual se requiere, por su tremendo valor, la colaboración de las familias y de los pacientes con EA en los proyectos de investigación y donación de tejidos (cerebros y otros). Por ahora no hay elixires que hayan demostrado utilidad para paliar, en la EA como en otras muchas enfermedades, el riesgo genético, generalmente escaso, de algunos de los que tienen en su familia a un paciente con EA, justo al revés de lo que se ha preconizado en el artículo que motiva esta polémica.
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