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Tribuna:HOMENAJE A UNA PUBLICACIÓN
Tribuna
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La desaparición de 'Cuadernos'

"Nacen estos sencillos Cuadernos...". Con esta frase comenzaba el primer editorial de una revista aparecida en octubre de 1963 bajo el impulso dé Joaquín Ruiz-Giménez. Aquella espléndida aventura colectiva duró 15 años y acabó en las vísperas de una Constitución democrática para España, la que nació al irse el año 1978. Nacida bajo el impulso del santo papa Juan XXIII, la revista intentó tender puentes entre los sectores más abiertos del régimen dictatorial y la oposición democrática, incluyendo no sólo a socialistas, demócrata-cristianos y liberales monárquicos, sino a comunistas y nacionalistas. La revista se fue secularizando y se fue inclinando, como su fundador Joaquín Ruiz-Giménez, hacia posiciones progresistas y netamente democratizadoras. Cuadernos no nacía como cenáculo intelectual, ya que como escribía el joven periodista Juan Luis Cebrián en el número 1, "no hay diálogo fructífero que no esté orientado hacía la acción". Cuadernos quería servir a un diálogo que se convirtiese en compromiso, una palabra que fuese eficaz: "Se trata de hablar para hacer. Escucharse todos para actuar todos con todos". La finalidad de los primeros cuadernistas era sentar las bases de un serio engagement, en palabras de Cebrián.La Universidad Complutense ha celebrado, en El Escorial, un curso de verano sobre Cuadernos para el Diálogo y los orígenes de la democracia en España, dirigido por Fernando García de Cortázar. Entre los conferenciantes, todos ellos cuadernistas de la primera hora, dos ex ministros, un ministro, un ex director general, un secretario general de ministerio, el presidente del Consejo de Estado, el Defensor del Pueblo, un exdiputado, así como periodistas de relieve y varios profesores universitarios. Podemos decir, pues, que si bien Cuadernos desapareció en el otoño de 1978, muchos cuadernistas estaban llamados a ocupar las más altas responsabilidades en la democracia y en las administraciones centrista, socialista y popular. ¿Se trataba de un éxito o de un fracaso de Cuadernos? Si consideramos su proyecto político, hemos de aceptar que Cuadernos fracasó y estaba condenado a hacerlo, al menos desde 1969. Un proyecto político que hubiese podido articularse en tomo al grupo de la revista, como puente de apertura del régimen, quedaba definitivamente cerrado con el Gobierno monocolor tecnócrata-opusdeísta de 1969. Los hombres de la apertura universitaria de 1951-1956, Ruiz-Giménez, Laín Entralgo, Tovar, en cierta manera Ridruejo, tuvieron una oportunidad en 1963 y en el movimiento de apertura espiritual que marcaba el Concilio Vaticano II, y los esperanzadores años sesenta. El decenio siguiente se abrió con malos presagios. El golpe contra Allende en Chile truncó la vía chilena de transformación democrática al socialismo. Pero, además, en nuestra historia íntima truncó la posibilidad de un proyecto político de todos los hombres de Cuadernos. Algunos demócrata-cristianos, no todos, se fueron, y la revista fue, cada día más, una revista de pensamiento político socialista, sin renunciar a una primigenia inspiración cristiana que, en todo caso, no necesitaba más explicitaciones mientras de la casa. Aquella portada-esquela con la foto en negro y blanco de Allende y el titular Las trampas de la derecha decía mucho más que un levantamiento de acta del golpe contra la democracia chilena; aquella portada era una opción por la ruptura democrática con la derecha autoritaria a la que Cuademos debía contribuir.

Si el proyecto político realizado por los cuadernistas quedó descartado en 1969, y definitivamente enterrado en 1973, subsistió el talante, el espíritu de Cuadernos: la cultura política del diálogo, la primera, decisiva y extensa experiencia -de una ética de la discusión, que estuvo en la base de todos los trabajos constituyentes y posconstituyentes. Podríamos decir que fracasó el proyecto político de acción, pero quedó la praxis de una discusión entendida como construcción del consenso, quedó una cultura política del "diálogo que hace", el que conforma de veras la convivencia humana. Como dijo el ministro de Fomento en la clausura del curso aludido, la transición hubiese sido distinta si no hubiera existido Cuadernos. Los cuadernistas dejaron de existir como grupo cuando desapareció tempranamente la revista, pero durante los. 19 años siguientes los cuadernistas han estado en todos los sitios y en ninguno, es decir, como la levadura en la masa por recordar la expresión evangélica. La gran contribución de Cuadernos y de sus herederos, los cuadernistas, ha sido la contribución muy central y muy referencial a la ética de la discusión, al diálogo constructivo de hábitos democráticos.

Para los cuadernistas recordar esta historia no puede limitarse a ejercer el legítimo- derecho a la nostalgia, ni siquiera a contribuir a homenajear a don Joaquín, el inspirador de aquella hermosa empresa colectiva. Ahora hay una tarea más urgente que realizar, la llamada a una memoria subversiva, a recuperar la historia de Cuadernos como anticipación y como permanente crítica de toda democracia limitada en su libertad de expresión, en su libertad de acción. Las tristes circunstancias de los últimos días, la ejecución inapelable de un representante del pueblo por pena de muerte realizada por "los enemigos del pueblo", nos hablan aún más de la fragilidad de una democracia que no es concebida como tarea permanente a fundar y a construir. La cultura política de Cuadernos debe influir no sólo en los violentos, sino en todos los que amparan procesos de desacreditación de la vida pública, protegen o promueven la corrupción económica e informativa, contribuyen a la crispación de la república. El primer número de Cuadernos se abría con una amplia cita del Evangelio, unos versos de Antonio Machado y un dicho de san Juan de la Cruz: "A la tarde te examinarán en el amor". Probablemente, ése era el proyecto más claro de Cuadernos: promover un diálogo que llevase al compromiso, aún al precio de desaparecer evangélicamente amando renaciendo en cuantos ciudadanos quieren contribuir a una vida y una cultura política del diálogo y de la reconciliación.

José María Margenat es historiador.

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