Caza de brujas vasca
¿Quién cazó por última vez a una bruja? Metafóricamente se entiende que el deporte de cazar brujas es político, y la witch hunt más célebre de nuestro siglo -aunque no desde luego la más sangrienta- fue la que a mitad de los años 50 emprendió en América el senador Mc Carthy contra los sospechosos de filocomunismo. Pero hubo un tiempo anterior a la metáfora, cuando España o Italia quemaban mucho al raro en la hoguera y los puritanos de Nueva Inglaterra pusieron en el mapa de la infamia a la ciudad de Salem, donde en 1692 19 brujas fueron ahorcadas después de un histérico proceso que Arthur Miller evocó en su conocida pieza. La amenaza a la comunidad era entonces religiosa; la brujería se practicaba (así está demostrado hoy respecto a Salem, aunque en aquellos "juicios de Dios" murieron inocentes y se mintió en los testimonios), pero como ha estudiado el historiador británico A. D. J. Macfarlane, la cacería sistemática que se dio en su país en el último tercio del siglo XVI tuvo raíz social: las acusaciones de brujería escondían a menudo el modo de solucionar drásticamente disputas vecinales o territoriales en una sociedad que se transformaba desde el núcleo medieval de los pueblos cerrados y las hermandades a la moderna ciudad abierta al comercio libre y el individualismo.Algún día, sin duda, nuestros historiadores aclararán al vulgo la razón económica que -al igual que en la bárbara "caza étnica" entre vecinos de la ex Yugoslavia- acompaña a las fantasías del nacionalismo vasco más violento, pero mientras hay que encontrar respuesta a la pregunta que está en la cabeza de toda España desde el 12 de julio: ¿qué hacer? Los partidos políticos han empezado a tomar iniciativas, aunque la verdad, muchos, dentro y fuera de Euskadi, desconfiamos de un PNV que se presenta como nacionalista democrático y lo que es -ay solo- es nacionalista no-violento, pues la discrepancia siempre la resuelve aludiendo precisamente a una supuesta caza de brujas españolista (así en el caso último de las atroces insinuaciones de Egíbar tras la liberación de Ortega Lara, en el que el portavoz peneuvista prefirió ver la sospecha de una campaña antivasca al simple deseo de los ciudadanos demócratas de que alguien capaz de semejantes palabras y de una rectificación tan insuficiente sea apartado de la política).
Algunos impacientes empezaron a hacer de inmediato, y, naturalmente, las brujas de HB, momentáneamente incapacitadas para sus aquelarres, han dicho que también contra ellas se ha desencadenado una witch hunt. Leyendo o viendo estas respuestas (el arranque callejero de fotos a mayor gloria de los asesinos de ETA, la decisión de los quiosqueros de Benidorm de no vender el Egin, el debate sobre la conveniencia de informar o no sobre los gudaris) me preguntaba yo si habría un "qué hacer" específico y de utilidad para la clase intelectual, tan celosa en otro tiempo de responder comprometidamente. Aislar al asesino y a sus cómplices parece ser el punto sobre el que ahora nos hemos puesto de acuerdo mayoritariarnente, y se ha escrito más de una vez la palabra "apestado". La propuesta -tan moralmente irreprochable- de no comprar en comercios cuyos propietarios dan con su voto la munición del crimen, como la de no participar públicamente en actos donde acudan dirigentes de HB tendrían, a mi modo de ver, una extensión factible en el campo de la cultura; la peste que despide, por ejemplo, un escritor-cómplice Alfonso Sastre debería llevar a apartarse de él en coloquios y antologías como a negarle los premios y subvenciones y homenajes institucionales que tanto se le han prodigado, con su farisaica aquiescencia.Y en las universidades vascas los alumnos podrían responder a la establecida intimidación de la minoría matoma con un boicot pacífico a las clases de profesores que son en algún caso puros y duros ideólogos el terrorismo.
No haría falta -aún- lo que unos ocurrentes sugerían, el envío de virus a los ordenadores donde se alojan las páginas de la coalición abertzale en Internet. Cuando la medicina preventiva ha fracasado, hay otros modos de defenderse de las enfermedades morales: rechazar el veneno de las pócimas con un antídoto de fuerza. virulencia semejantes.
Babelia
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