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Batalla al pie de los jardines de la Alhambra

Una polémica urbanística divide Granada y obliga a intervenir a la Unesco

Miguel Ángel Villena

Es el monumento más visitado de España, una joya de la arquitectura musulmana y el símbolo, indiscutible de Granada. Pero a los pies de la Alhambra se ha desatado una batalla sin precedentes que encubre una lucha sin cuartel por el control de la gestión cultural en la ciudad y que tiene como contendientes al Gobierno central, a la Junta de Andalucía y al Ayuntamiento granadino. El detonante se encuentra a orillas del río Darro y es la construcción de una gigantesca sala de fiestas, de nombre Rey Chico, que ha provocado que más de 5.000 granadinos pidan su demolición.

El escándalo ha obligado incluso a la Unesco, que declaró la Alhambra patrimonio de la humanidad a pedir al Ayuntamiento hace unos días la paralización de las obras. Conflictos entre administraciones y atentados urbanísticos dividen Granada y ponen en la picota la gestión del patrimonio cultural en España."Nuestros combates son riñas de gallos. Si Granada consagrara todas sus fuerzas a la restauración de la vida comunal, no sólo prestaría un servicio al país y obtendría bienes materiales, sino que al calor de esa nueva vida brotaría su renacimiento artístico". Parecen comentarios pensados a propósito para las disputas que hoy marcan la actualidad de esta capital andaluza, pero el diagnóstico es obra del escritor Ángel Ganivet, granadino ilustre, y lleva fecha de finales del siglo pasado. Federico García Lorca, tampoco se mordió la lengua cuando calificó a la burguesía de su ciudad como "la peor del mundo". No deja de resultar curioso que las dos figuras más emblemáticas de la cultura granadina contemporánea coincidieran. A finales del siglo XX, una de las ciudades más bellas de Europa sigue lastrada por polémicas de campanario, por riñas pueblerinas y por miopías políticas con la Alhambra, como siempre, al fondo.

5.000 firmas

Más de 1,8 millones de personas visitaron el pasado año este recinto donde conviven los jardines y los palacios, la sensualidad musulmana con la sobriedad castellana, las vistas del abigarrado Albaicín con la proximidad de las montañas nevadas y de los olores del cercano Mediterráneo. "Ser director del patronato de la Alhambra es más importante que ser alcalde de Granada", afirma sin dudar José Galán, portavoz de la Plataforma en Defensa de la Alhambra. Este risueño abogado aparece como uno de los impulsores del mayor movimiento ciudadano que ha registrado Granada en las últimas décadas y que ha reunido más de 5.000 firmas para pedir la demolición del restaurante-sala de fiestas que se alza en una de las laderas del, monumento. "Aunque todos los partidos políticos sostengan que las obras son legales y que las licencias fueron otorgadas por unanimidad del Ayuntamiento, sus argumentos son falsos. El Rey Chico, que tendrá una capacidad para cientos de personas y que romperá el equilibrio urbanístico de la zona, incumple el plan de protección de la Alhambra. Algunas organizaciones ya hemos recurrido al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía para protestar por este desaguisado".Las obras del Rey Chico no dejan de ser la gota que desborda el vaso de la paciencia de muchos granadinos. Amparados en la luz verde municipal y a la espera de decisiones, los promotores de la polémica obra prosiguen con sus trabajos y la inauguración del Rey Chico está prevista para el próximo otoño. A fuego cruzado entre este movimiento de protesta, que agrupa a cerca de un centenar de entidades, y la solicitud de Federico Mayor Zaragoza, responsable de la Unesco, de paralizar las obras, el alcalde de Granada, Gabriel Díaz Berbel, del PP, no considera que la pelota se encuentre ahora en su tejado. "La licencia es legal y su concesión fue aprobada por todos los grupos políticos. Siempre resulta más fácil tomar decisiones desde un despacho en París".

Al margen de cuestiones estéticas, la apertura de una sala de fiestas a los pies de la Alhambra supondrá un impacto negativo sobre los usos de un conjunto monumental que incluye asimismo el barrio del Albaicín, también Patrimonio de la humanidad. "No quiero ni imaginarme", comenta José Galán, "cuando se celebre una boda para cientos de personas y 'los coches inunden los alrededores de la Alhambra".

La única solución pasa porque las tres administraciones implicadas (Gobierno, Junta y Ayuntamiento) indemnicen a los propietarios en unas cifras que rondarían los 1.000 millones de pesetas. Todos coinciden en que la actual polémica surge a partir de las últimas elecciones que consagraron una división de poderes entre el PP (Gobierno y Ayuntamiento) y el PSOE (Junta de Andalucía). La lucha por la Alhambra sitúa en el ojo del huracán a Mateo Revilla, un profesor de Historia del Arte que gobierna el patronato desde hace 12 años. Si bien Revilla, una personalidad independiente, ha puesto su cargo a disposición de la Junta en varias ocasiones, el PSOE se resiste a ofrecer su cabeza en aras de un hipotético consenso con el PP sobre la gestión del monumento. El responsable de la Alhambra no tiene dudas cuando señala: "Esto era un cortijo antes de la llegada de la democracia y los caciques de Granada están obsesionados por recuperar el control del patronato". El portavoz del PSOE en el Ayuntamiento, Antonio Cruz, va más lejos cuando señala que el alcalde tiene "cierto compromiso con los antiguos notables de Granada para restaurarlos en sus poltronas". Díaz Berbel lo desmiente categóricamente. Mateo Revilla concluye: "Granada sería bien poco sin la Alhambra. Eso explica todo".

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