Tres razones para ampliar la OTAN
Cuando el presidente Clinton asumió su cargo, estaban en duda el futuro papel de la OTAN y la fuerza de la asociación de Estados Unidos con Europa. La guerra de Bosnia estaba en su momento crítico. La democracia rusa sufría tensiones. Prácticamente todo el mundo coincidía en la necesidad de incluir las nuevas democracias de Europa central en nuestra comunidad transatlántica, pero no habíamos acordado ningún mecanismo para llevar realmente esto a la práctica.Esta semana, el presidente Clinton asiste a una cumbre de la OTAN en Madrid con esas cuestiones ya resueltas. La OTAN ha puesto fin a la matanza de Bosnia. Ha puesto en marcha una relación con una Rusia que ha renovado su compromiso con la democracia y la reforma. Y, en Madrid, los líderes de la OTAN invitarán al primer grupo de las nuevas democracias de Europa a unirse a nuestra alianza. EE UU cree que este grupo debería estar formado por la República Checa, Hungría y Polonia.
La ampliación de la OTAN no es un paso que vayamos a dar a la ligera. Implica los compromisos más solemnes que podemos sellar con otro país. No tendrá lugar sin el consejo y sin el consentimiento del Senado de EE UU. Tenemos la responsabilidad de explicar exactamente por qué nuestra política sirve a los intereses estadounidenses.
La primera razón es que la ampliación hará a la OTAN más fuerte y más sólida. Nuestros futuros aliados comparten nuestros valores y aspiraciones más fundamentales para Europa y para el mundo. Muchos compartieron riesgos con nuestros soldados en el golfo Pérsico. Todos aportaron sin vacilar tropas para la OTAN en Bosnia, y Hungría proporcionó las bases que permitieron que nuestras tropas se desplegasen con seguridad.
Estas naciones soportarán el coste de defender la libertad porque conocen el precio de perderla. Están dispuestas, y desean y pueden contribuir a nuestro programa común de seguridad desde la lucha contra el terrorismo y la proliferación de armas hasta la búsqueda de la estabilidad en Europa y fuera de ella, y deberíamos estar dispuestos a darles la bienvenida.
La segunda razón es que la ampliación reduce la posibilidad de que los soldados estadounidenses tengan que volver a luchar en Europa. Dos veces en la primera mitad de este siglo, EE UU envió sus tropas a la otra orilla del Atlántico para luchar y sacrificarse en defensa de la libertad de Europa. La OTAN se creó para unificar y reforzar las fuerzas de la libertad y disminuir así las posibilidades de una tercera guerra. Durante la guerra fría, la OTAN dio pruebas de que estábamos preparados para luchar si llegaba el caso; de esa manera, la alianza hizo que fuese innecesario luchar. Lo que la OTAN hizo entonces por el oeste de Europa puede hacerlo ahora por el este del continente, donde empezaron las dos guerras mundiales de este siglo y la guerra fría.
La tercera razón es que la ampliación de la OTAN nos ayudará a defender los progresos de Europa en la democracia, la paz y la integración. La sola perspectiva de la ampliación ha dado a Europa central y del Este una estabilidad mayor de la que había gozado nunca en este siglo. A medida que las naciones se ponen del lado de la OTAN, las viejas disputas entre países como Polonia y Ucrania, Hungría y Rumania, Alemania y la República Checa se van diluyendo. Las reformas democráticas van progresando. Un país detrás de otro se ha asegurado de que los soldados acatan las órdenes de los civiles. Están solventando precisamente los problemas que podrían haber llevado a la existencia de futuras Bosnias.
La última razón para la ampliación es enmendar los errores del pasado. Hace tres años decidimos que, si la OTAN ya no era una institución de la guerra fría frente a Rusia, ya no tenía sentido que la OTAN quedase limitada a los miembros que la integraron durante la guerra fría. Reconocimos que, si fuésemos a crear la OTAN hoy, ni siquiera pensaríamos en la posibilidad de hacer del telón de acero su frontera oriental permanente. No diríamos a ninguna nueva democracia que, puesto que había estado tiranizada en el pasado, debía ser excluida en el futuro. Sin embargo, ésa sería la consecuencia desmedida de que la OTAN decidiese cruzarse de brazos, y una posibilidad que ningún detractor de la ampliación ha podido justificar.
A medida que el Senado estadounidense aborde estos temas, se plantearán nuevas y legítimas cuestiones. Algunos se preguntarán por qué la OTAN se amplía si no nos enfrentamos a una amenaza militar inmediata. Nuestra respuesta es que la OTAN no es un grupo del salvaje Oeste del que hacer alarde cuando el peligro acecha. Es una presencia permanente encaminada a evitar que una amenaza llegue siquiera a surgir y para fomentar esfuerzos conjuntos como la misión en Bosnia.
A otros les preocupará que la ampliación pueda dar al traste con el avance de Rusia hacia la democracia y la integración. De hecho, los líderes reformistas de Rusia están cobrando relevancia no por lo que la OTAN haga o deje de hacer, sino porque están abordando los problemas nacionales que más preocupan al pueblo ruso. Y lo que es más, el presidente Clinton y el presidente Yeltsin han acordado reducir aún más los arsenales nucleares. Rusia fue un pleno aliado de EE UU en la cumbre de los Ocho celebrada en Denver el mes pasado. Rusia y la OTAN han firmado el acta fundacional de una asociación que acercará Rusia a Occidente más que en ningún momento de su historia. Todo esto ha ocurrido al mismo tiempo que la ampliación de la OTAN se volvía irreversible.
Por último, algunos se preguntarán por qué hemos decidido que la República Checa, Hungría y Polonia, y no otros, sean los primeros nuevos miembros de Europa central. La respuesta es que estos países han superado los mayores obstáculos de la reforma. Han resuelto todos los conflictos fronterizos y de minorías dignos de destacar. Están preparados para asumir las responsabilidades militares de ser miembros de la OTAN.
Preferimos invitar ahora a un grupo pequeño de países porque queremos que la primera ronda de la ampliación sea un éxito rotundo. Y queremos asegurarnos de que la primera ronda no sea la última. Lo que estamos diciendo a las nuevas democracias europeas no invitadas a unirse a la Alianza en Madrid no es "no", sino "todavía no". Apoyamos sus aspiraciones. Y aunque insistimos en que los nuevos miembros cumplan unos criterios estrictos, también iniciaremos un proceso que animará a otros a cumplir esos criterios mañana.
Éste es el mensaje que transmitirá el presidente Clinton cuando visite Rumania después de la cumbre y que yo también transmitiré cuando visite Eslovenia, Lituania y Rusia.
Éste mensaje es la política de la OTAN. También refleja el compromiso personal del presidente Clinton, y el mío, de construir una Europa en la que todas las naciones sean libres y en la que todas las naciones libres sean nuestros socios.
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