400 años de escuela para todos
El autor glosa la trascendencia cultural de la primera escuela popular pública gratuita de Europa", creada por José de Calasanz en 1597, con principios básicos como la mezcla de capas sociales y de creencias
Un cañonero desde Civitavecchia a Barcelona transportó las reliquias de José de Calasanz. Por toda España fueron recibidas con honores de capitán general. El Ejército cubría la carrera, las banderas y multitudes, las representaciones. Aquel 1948 señalaba el tercer centenario de su muerte. Los escolapios van a conocer aquí que el Gobierno español ofreció todos aquellos honores gracias a un acuerdo secreto. Su Embajada ante el Vaticano Conserva la documentación de este pacto con la Orden: varios escolapios nacionalistas catalanes y vascos (señalados nominatim), serían enviados fuera de España a cambio de las glorias del protocolo en el centenario calasancio. Colegios americanos y japoneses, instituciones de la Orden de Italia, acogieron a aquellos religiosos, que nunca supieron la verdadera razón de su traslado.Von Pastor, en su Geschichte der Paspte, localiza en Roma y "noviembre de 1597" -se cumplen ahora 400 años- la fundación Calasanz de "la primera escuela popular pública gratuita de Europa". Es un momento estelar en la historia de la cultura. Fue 272 años después (en 1869) cuando un estado (Austria-Hungría) imita al fundador estableciendo la enseñanza gratuita.
Esta vez, los 58 colegios calasancios españoles y los 155 restantes celebran los cuatro siglos en la intimidad.
La escuela de José de Calasanz era pública (öffentliche, dice Von Pastor) porque prefería a los pobres, pero el acceso era universal. Era popular porque procuraba la mezcla de las capas sociales y las creencias (escolares católicos sentados como judíos, luteranos y husitas). Esto hizo entonces, inventando el aeroplano cuando aún no había aire, sino "limpieza de sangre" e Inquisición. Y, pese a todo lo que ha llovido encima de su obra, una muestra del alumnado escolapio español -sin ir más lejos- corrobora igual estilo en su batiburrillo dialéctico. Fueron discípulos de los escolapios Fernando VII, Fernando Tupac Amaru y Francisco de Goya, Madoz, Larra, Figueras y Pi y Margall, el padre Arrupe, Millán Astray, Azorín y Romero Robledo, Blasco Ibáñez, Sanjurjo y Azaña, Narcís Serra, Solchaga, Benavente, García Montero, Arias Navarro, Fernando Arrabal, monsenor Escrivá y Arturo Barea, el cardenal Segura, Luis Cernuda, Ramón J. Sender, Natalio Rivas, Gómez de la Serna, Hedilla, Jardiel Poncela, León Felipe, Ruiz de Alda, Cela, Cabanellas, Enrique Barón, Martín Ferrand, Sánchez Mazas, Jesús de Polanco, Aleixandre, Blas Infante, Garaicoechea, Companys, Felipe Alcaraz, Sopeña, Gómez Moreno, Matías Cortés, Sánchez Albornoz, Miró, Manuel Fernández Montesinos, Luis Rosales, Leguina, Largo Caballero... García Lorca se presentó, en Nueva York como ex alumno escolapio, sin serlo, y -con su logia masónica- defendió el colegio escolapio de Granada cuando los incendios en mayo de 1931.
Calasanz, para una escuela popular, superó la práctica de su tiempo con cinco enseñanzas urgentes "para construirse una vida": caligrafía (seis estilos de letra), lengua materna con gramática en lengua materna (no en latín), aritmética, latín como lengua de la cultura (con su gramática en lengua vernácula), solfeo y cinco instrumentos musicales "para que se ganen el pan", decía. "Les preparamos para mercaderes, contables, preceptores, notarios, copistas, agentes fiscales, músicos, boticarios y cirujanos", escribe Castelli. Y para igualar, le bone creanze, "las buenas formas". ¡Sus niños se llamaban de "vos"!
Para quienes querían seguir los estudios superiores en el Colegio Romano y no podían pagarse preceptor, trazó un nuevo plan de estudios complementario. Un ignorado día, hacia el 1620, un chiquito de las clases populares llamó a las puertas del Colegio Romano. Llegaba con todos los estudios exigidos que, hasta él, sólo habían podido cursar los "niños bien". Ese día glorioso es, por sí mismo, un monumento a Calasanz.
Dice Paulsen que, "en Europa, antes de las Escuelas Pías, la enseñanza de la Aritmética era mínima", "las cuatro reglas" (Pellicia). Calasanz innovó porque -escribió- "se que las matemáticas son gratas a la gente y muy útiles a los pobres". Campanella vivió en 1630 y 1634 la enseñanza de los escolapios de Frascati.
"viendo", escribe Sánth "realizada allí su utopía educativa, compuso su Libro apologético de las Escuelas Pías, defendiéndolas de quienes le atacaban diciendo que "no puede tolerarse el trasiego una clase a otra que esas escuelas procuran cuando la república necesita obreros".
Su apuesta por la Nueva Ciencia y su "relación decidida y temeraria con el proscrito Galileo" (Giner), es un capítulo poco sabido. Baste decir que la edición nacional italiana las Obras de Galileo cita 3 veces a los escolapios "galilenos" y a "Calasanz, primero ellos" (Picanyol).
Antes de su iniciativa, de la casi 10.000 niños romanos, sólo 560 eran atendidos (pagando) por 14 maestros más vistos. En 1648, dejaba atentado el 20% de la población infantil de la ciudad, Por Italia el imperio y Polonia, se extendían 38 colegios gratuitos con 500 maestros para 11.000 alumnos.
Preso de la Inquisición de Urbano VIII, destituido por Inocencio X, que destruyó el Orden y sus escuelas, murió a sus noventa, perdonando. Su proceso de canonización, dificultado porque desautoriza a dos papas y demás..., fue uno de los más largos de la historia, 119 años.
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