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Acaba la II Cumbre de la Tierra sin que EE UU acepte reducir sus emisiones de C02

Clinton aportará 144.000 millones para que los países pobres contaminen menos

La segunda Cumbre de la Tierra concluyó ayer en Nueva York como había empezado: con un disgusto generalizado por la actItud norteamericana respecto a las emisiones que producen el efecto invernadero. El discurso de Bill Clinton en la noche anterior fue poco convincente. Tras reconocer que el peligro del cambio climático es “real e inminente” Clinton no quiso comprometerse con ningún objetivo concreto para conjurarlo. No suscribió la propuesta de la Unión Europea de reducir las emisiones de dióxido de carbono en el año 2010 en un 15% en relación al nivel de 1990.

"La ciencia", dijo el presidente de EE UU, es "clara y contundente: los humanos estamos cambiando el clima global; la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera está en sus mayores niveles desde hace 200.000 años y crece significativamente". Pero, frente a ello, se limitó a decir que presentará "un fuerte compromiso norteamericano dentro de límites realistas" antes de la culmInacion en Kyoto (Japón), el próximo diciembre, de las negociaciones sobre cambio climático.Clinton reconoció que su país "no ha hecho lo suficiente" en los últimos cinco anos para combatir el cambio climático. Con el 4% de la población mundial, EE UU produce el 23% de las emisiones de dióxido de carbono; y lo peor es que las ha incrementado desde la Cumbre de Río de Janeiro. Eso sí, el presidente norteamericano convirtió en doctrina oficial de su Gobierno la opinión científica de que la liberación de dióxido de carbono está subiendo la temperatura global de la Tierra. De seguir así, predijo Clinton, en el próximo siglo "9.000 millas cuadradas de Florida, Luisiana y otras áreas de EE UU serán inundadas".

País más contaminador

EE UU ha protagonizado negativamente esta Asamblea General Extraordinaria de la ONU o segunda Cumbre de la Tierra. "Con el mundo entero de testigo, el presidente del país más contaminador del planeta debería haber hecho algo más que proponer un puñado de medidas bienintencionadas pero insuficientes", dijo ayer Adam Werbach, presidente de la organización para la defensa de la naturaleza, Sierra Club. "La hipocresía contenida en el discurso nos hace temer que EE UU no llegará a Kyoto con objetivos serios", declaró Kevin Dunio, de Amigos de la Tierra.Los holandeses, que ahora presiden la Unión Europea, prefirieron tomarlo por el lado positivo. Su portavoz, Robert Wester, dijo: "Es muy importante que Clinton haya situado el cambio climático entre las prioridades de la política de EE UU". También lo vió así Richard Mott, de World Wildlife Fund: "Es la declaración más seria hecha por un dirigente norteamericano sobre la gravedad del problema del cambio climático".

La cumbre de Nueva York, a la que han asistido representantes de 170 países, tenía como objetivo revivir el espíritu de la Cumbre de la Tierra de Río. La impresión generalizada ayer es que ha limitado a constatar que las decisiones de Río se han quedado en consignas vacías.

En el capítulo de resoluciones hay poco nuevo. En materia de bosques se dice que los gobiernos estudiarán "de cerca" la posibilidad de un tratado que introduzca nuevas medidas sobre el negocio maderero. Al hablar de ayuda al desarrollo, se pospone hasta el siglo próximo el objetivo de que las naciones ricas le dediquen el 0'7% de sus PIB, y se constata que, en el último lustro, esa ayuda ha descendido desde el 0'35% al 0'3%.

En cuanto a la propuesta europea de crear una tasa internacional sobre los combustibles de los aviones, es rechazada por la oposición de EE UU y Japón.

Entre las nuevas ideas sembradas en Nueva York destacan la del canciller Helmut Kohl de crear una Organización Mundial del Medio Ambiente y la de varios grupos de juristas de establecer un tribunal internacional para disputas sobre problemas ecológicos. Clinton, por su parte, ofreció una cuantas iniciativas modestas, como una ayuda norteamericana de 1.000 millones de dólares (144.000 millones de pesetas) en los próximos cinco años a países en desarrollo para que reduzcan sus emisiones. Se trata de la idea de “comprar contaminación”'. Dado que los poderosos lobbies del carbón, el gas y el petróleo, apoyados por consumidores y la mayoría del Congreso, se oponen a regular las emisiones en territorio norteamericano, Washington ofrece dinero a terceros países para que lo hagan ellos.

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