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Atxaga rechaza que lo encasillen como escritor "vasco y rural"

Miguel Ángel Villena

No le gustan a Bernardo Atxaga las etiquetas ni las visiones simplistas de la realidad. Lanzado a la fama y al éxito a partir de Obabakoak (Ediciones B) -que ha sido traducido a 20 idiomas-, premio Nacional de Narrativa en 1989, el autor ha tratado desde entonces de mantener su libertad literaria por el placer de crear cosas distintas y para evitar que lo encasillen como "escritor vasco y rural". "Estos esquemas de rural y urbano", comenta Atxaga, "describen poco y son reduccionistas. Aquellos que asumen esta división suelen estar cerca del naturalismo, que me parece una forma pobre de literatura".Mucho antes de triunfar con su emblemática obra, Atxaga (Guipúzcoa, 1951) ya había decidido ser escritor y dejar el banco donde trabajaba como economista. Ligado desde finales de los sesenta a los movimientos de vanguardia en Euskadi, comenzó a escribir en esa época cuentos y literatura infantil en euskera, al tiempo que participaba en recitales o en proyectos culturales. Junto al acordeonista Javier Muguruza y al actor José María Goikoetxea, el escritor ofreció ayer un original recital literario en Madrid que incluyó un tipo de lecciones sobre temas tan sugestivos como Groenlandia o el avestruz. Era la primera vez que Atxaga y su grupo representaban este recital en castellano, dentro de un ciclo organizado por la Residencia de Estudiantes.

Tiempo lento, tiempo rápido

A la vez que se divierte con estas escenificaciones, Atxaga acaba de publicar en Ediciones B un libro titulado Historias de Obaba, que engloba relatos publicados de modo disperso, en los últimos años. Pero esta edición no significa un regreso al mundo de bosques y magia de Obabakoak, sino que, por el contrario, el escritor conflesa que ya ha dicho todo lo que tenía que decir sobre estas historias que califica de "tiempo lento". Bernardo Atxaga, cuyo verdadero nombre es Joseba Irazu, defiende una sugestiva teoría sobre las narraciones y la vida. Más que esa contraposición de rural y urbano, mantiene una división entre bosque, entendido como lugar de marginación y aislamiento, y cultura, como aquello que está cerca del poder.Pero más allá descubrió las historias del camino, que van "desde Pulgarcito y los trovadores hasta Carmina Burana o las películas de carretera". En esa órbita está escrita su última novela, Esos cielos, donde cuenta el viaje en autobús entre Barcelona y Bilbao de una etarra arrepentida que acaba de ser puesta en libertad.

Según la tesis de Atxaga, existen lugares de tiempo lento y de tiempo rápido. Ahora le interesan más los segundos como materia prima de su literatura, pese a vivir desde hace unos, años en una pequeña aldea de Alava sin ver televisión y con la cadencia de disfrutar del presente. "La vida sólo sucede en el presente", explica, "vivir en el pasado, escribir sobre tu infancia se puede hacer, pero sólo una vez".

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