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"De la biblioteca de don Quijote se sale para aventurarse en la vida", afirma Umberto Eco

El escritor italiano, doctor 'honoris causa' por la Universidad de Castilla-La Mancha

Miguel Ángel Villena

Las bibliotecas, las palabras, los nombres y las cosas sirvieron ayer a Umberto Eco para dictar una lección magistral en el castillo de Calatrava (Ciudad Real), en medio del escenario impresionante que acogió las andanzas de don Quijote. El intelectual italiano definió la biblioteca del mítico hidalgo de Cervantes como un lugar "Ileno de novelas de aventuras del que se sale para aventurarse en la vida". Eco contrapuso esta concepción con la biblioteca de Jorge Luis Borges, "de la que no se sale y donde la búsqueda de la palabra verdadera es infinita". La Universidad de Castilla-La Mancha otorgó al escritor el doctorado honoris causa y clausura hoy unas jornadas sobre sus relaciones literarias con Borges.

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Con una expresión satisfecha embutida en la toga de un orondo profesor universitario, Eco (Alessandria, 1932) asistió, admirado y divertido, al homenaje solemne que ayer le rindió la universidad castellano-manchega en uno de los baluartes medievales de la Orden de Calatrava. Como recordó el rector, Luis Arroyo, las peripecias de don Quijote marcan ya para siempre todos aquellos paisajes. Eco abrió y cerró su discurso, escrito y leído en italiano, con el lúcido trazado de la analogía entre dos bibliotecas aparentemente diversas."Don Quijote", manifestó Eco, "ha intentado encontrar en el mundo hechos, aventuras y damas que su biblioteca le había prometido y, por tanto, ha querido y creído que el Universo fuese como su biblioteca. Borges, menos idealista, ha decidido que su biblioteca era como el Universo y por ello se comprende por qué nunca ha sentido la necesidad de salirse". Tras dibujar un erudito y a la vez irónico recorrido por las bibliotecas con alusiones a escritores tan dispares como Cervantes y Rabelais, Raimundo Lulio, Jonathan Swift o James Joyce, este catedrático de Semiótica de Bolonia y novelista de éxito se detuvo de modo especial en toda la tradición cabalística del siglo XVII y en varios autores que intentaron, sin éxito claro, calcular cuántas palabras serían necesarias para nombrar el mundo y sus cosas. "¿Hay más nombres o más cosas?" se preguntó Eco después de haber jugado con el auditorio cuando señaló, entre otras curiosas citas, que en 1622 el autor francés Pierre GuIdin estimó en una cantidad tan desorbitante el espacio necesario para albergar todas las palabras posibles que el planeta entero resultaría insuficiente.

El intelectual italiano volvió, una y otra vez, a la monumental obra del escritor argentino y comentó que "Borges, no tanto diseñando la forma de su biblioteca como determinando la forma de recorrer cada una de sus páginas, había. diseñado con anticipación el World Wide Web". "En realidad", bromeó el autor italiano, "Borges fue el inventor de Internet". Como colofón de su discurso, titulado Entre La Mancha y Babel, Eco sentenció que el problema de que la Biblioteca de Babel de Borges sea finita o infinita, limitada o ilimitada, se convierte en algo secundario. "El verdadero héroe de la Biblioteca de Babel no es la biblioteca misma, sino su Lector [Borges], nuevo don Quijote, móvil, aventurero, inventivo, combinatorio, capaz de dominar los molinos de viento que giran hacia el infinito".

Completó Eco el círculo de referencias de su discurso con una poesía dedicada por Borges a Joyce: "Entre el alba y la noche está la historia / universal. Desde la noche veo / a mis pies los caminos del hebreo, / Cartago aniquilada, Infierno y Gloria. / Dame, Señor, coraje y alegría / para escalar la cumbre de este día". La viuda de Borges, María Kodama, asistió atenta desde las primeras filas del convento del castillo de Calatrava la Nueva a todo el discurso.

Teórico y novelista

Tanto el rector, Luis Arroyo, como el profesor Juan Bravo, que pronunció la laudatio, repasaron la intensa y brillante trayectoria de Eco, uno de los intelectuales más influyentes de la segunda mitad del siglo XX. Ambos subrayaron la condición de teórico y de práctico de Umberto Eco, su capacidad para analizar y prácticamente articular una nueva ciencia como la semiótica -disciplina valorativa de los signos culturales- y al mismo tiempo convertirse en un novelista popular y de culto con obras como El nombre de la rosa o El péndulo de Foucault. Bravo manifestó que "contadísimos autores han logrado compaginar de una forma tan brillante la crítica y la creación.

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