¿No hay alarma?
El peligro del amianto en los edificios y en las casas no concierne sólo al sector laboral, sino a la población. Los fontaneros, albañiles, electricistas, trabajadores de empresas de demolición, pueden encontrarse con amianto en aparatos de calefacción, revestimientos de suelos o paredes de fibrocemento; pero amianto también hay en tostadores de pan, secadores de pelo, pastillas de freno, embragues de coches, techados de uralita... En total se calcula que unos 3.000 productos pueden estar afectados por el problema.Si bien el amianto es reconocido por todos los expertos como un material altamente peligroso, la situación española no tiene sin embargo comparación con Francia o países anglo-sajones, señala Enrique González, del Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo. "No hay que crear alarma", explica, "porque aquí no se usó tanto amianto en los edificios como el empleado en otros países. No estoy diciendo que no nos encontremos frente a un riesgo muy grande, pero la sItuación no es tan mala. En España, por ejemplo, se empleó muy poco el amianto en trabajos de edificación, y casi nada en aislamiento".
Esta opinión no la comparte Angel Cárcova, responsable de Salud Laboral de CC OO, que sospecha que todos los edificios de los años 60 y 70 llevan grandes cantidades de amianto. De hecho, el 85% de las 26.000 toneladas de amianto usadas en 1996 sirvieron para fibrocemento. "Hay que determinar cuanto antes un mapa de los edificios públicos españoles que contienen amianto", afirma.
La retirada del amianto representa un problema, puesto que si se realiza en malas condiciones la labor de sacar las fibras resulta de consecuencias más peligrosas para el medio ambiente que dejarlas donde están. En Renfe, desde 1992, se llevó a cabo un plan de apartado de materiales peligrosos, concluido hace unos meses: sacaron 1.100 metros cúbicos de amianto azul (prohibido en 1983) de 704 vehículos contaminados.
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