El Gobierno albanés empieza a restablecer el orden
Mientras Europa deshoja la margarita de una eventual intervención militar en Albania qué fuerzas enviar y cuándo para evitar la descomposición final del país-, han aparecido los primeros signos de que el Gobierno multipartidista albanés está obteniendo cierto apoyo en su intento por restablecer algún orden. Una extraña y relativa calma ha descendido sobre el país balcánico en general y su capital en particular, donde prosiguen evacuaciones de residentes extranjero helicópteros. Aunque incidentes y tiroteos continúan por doquier, su escala es mucho menor que en jornadas anteriores.
El primer ministro, Bashkim Fino, dijo ayer que su objetivo es conseguir estabilizar Albania, con ayuda exterior, en dos meses, a tiempo para las teóricas elecciones generales de junio. Pero entretanto el éxodo marítimo de refugiados se hace imparable hacia Italia.En Albania, 27.000 kilómetros cuadrados ocupados en sus tres cuartas partes por montañas, se han esfumado los atributos del Estado y del Gobierno después de que virtualmente todas sus ciudades, situadas en la franja occidental, hayan ido sumándose a la revuelta popular contra el presidente Sali Berisha, al que Occidente está presionando para que abandone y cuyo protagonismo político se ha eclipsado. La cuestión parece ser por cuánto tiempo puede sostenerse el vacío y caótico andamiaje político albanés -comités locales intentan organizar las ciudades insurrectas- sin una intervención estabilizadora exterior.
Una de las explicaciones de esta súbita y relativa bonanza en un país en anarquía, y en el que ninguna circunstancia objetiva ha variado respecto de semanas anteriores, es el hecho de que la policía haya visto triplicado su sueldo, hasta casi 30.000 pesetas, de la noche a la mañana. En Tirana se ha iniciado con cuentagotas la entrega de armas por parte de sus habitantes y, por primera vez en varios días y para alivio de los ciudadanos, que mostraban abiertamente su aprobación, agentes uniformados y de paisano hicieron ayer visible acto de presencia, en vehículos blindados que patrullaban el centro de la capital y en furgonetas con dotaciones fuertemente armadas que acudían a los puntos más conflictivos. Hasta tres agentes llegaban a ocupar una misma moto, en una muestra del renovado compromiso de la autoridad.
Una parte de los nuevos policías aparecidos ayer como hongos en las calles de la capital son civiles voluntarios, bien pagados y hechos agentes del orden en 24 horas. El Gobierno interino "de reconciliación nacional" que preside el socialista Fino, en un experimento que muchos consideran arriesgado, está intentando formar con ellos el embrión de un nuevo cuerpo armado que sustituya al temido Servicio de Información (Shik). El jefe de esta policía política, Bashkim Gazidede, ha sido destituido. Gazidede era el más firme brazo de Berisha y a quien éste confió hace poco más de una semana el mando de las operaciones militares contra las ciudades rebeldes. Operaciones que realmente nunca llegaron a pasar de escaramuzas en las que el desmoralizado Ejército albanés, que ha acabado entregando sus arsenales a los civiles insurrectos, siempre llevó las de perder.
Los tiroteos y saqueos, que en la ciudad portuaria de Durres no ceden, son- en la capital mucho menos intensos y localizados en zonas muy marginales. Los hospitales de urgencias recibían ayer menos heridos de bala que en las dos jornadas precedentes, pese a que esta "guerra de tiros al aire" está cobrándose una factura en vidas humanas que tardará tiempo en conocerse. Sólo en los dos centros hospitalarios visitados ayer por este enviado, murieron por disparos 18 personas entre el viernes y el mediodía de ayer. Más de 140 resultaron heridas de diferente pronóstico. Las primeras estimaciones en Valona cifran en 60 los fallecidos en la fase más aguda de la revuelta. No es exagerado aventurar que cientos de personas han perdido la vida en Albania en las últimas dos semanas.
Pese a esta carnicería, de la que en algún caso han sido víctimas accidentales bebés de meses, responsables del Hospital Militar y del Clínico de Tirana -éste en unas apabullantes condiciones de abandono, poca higiene y falta de material- coincidían en que la situación en sus centros mejoraba ostensiblemente. En el primero de ellos, único dela capital albanesa que cuenta con una unidad de traumatología, los vendajes ensangrentados rebosaban contenedores para su almacenamiento instalados en el jardín .Las tiendas de Tirana, excepto joyerías, al igual que muchas gasolineras han vuelto a abrir. Todavía hay barrios sin electricidad, pero la actividad ha regresado mercados, abastecidos, pese a que los precios se han triplicado promedio: un kilo de patatas, de 30 a 100 leks (1 lek equivale a 1 peseta); un kilo de harina, de 50 a 600 leks. Vuelve a haber pan y en innumerables tenderetes callejeros los habitantes de la capital volvían a proveerse de comida una atmósfera tranquila.
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