Del espejismo capitalista al caos social
El itinerario entre una masiva estafa colectiva y una sublevación popular sólo puede entenderse en el contexto de las míseras condiciones de vida en Albania, donde la supuesta transición entre un comunismo particularmente paranoico -el representado durante casi medio siglo por el régimen de Enver Hoxa- y el sistema capitalista ha sido un espejismo que ha revestido la forma de ley de la selva. En este caos social toda corrupción ha sido posible.Seis años después de la caída de su comunismo estalinista, la mayoría de los albaneses sobreviven con 8.000 o 10.000 pesetas mensuales, lo que no impide que algunos hayan perdido en el desplome de las pirámides, decenas de miles de dólares. Estos son los representantes de una clase delincuente que, a lo largo de los años, se ha beneficiado de un Estado sin ley -gobernado brevemente por los antiguos comunistas y desde 1992 hasta ayer mismo por el anticomunista Sali Berisha- y cuyas instituciones han sido una mera fachada para permitir el control político de unos pocos y los negocios de muchos más.
Albania es probablemente el país europeo más atrasado. Que los albaneses hayan abrazado con furor un sistema que, por medio de los ahorros piramidales, les prometía un enriquecimiento instantáneo no es más que una muestra de su desconocimiento de los mecanismos económicos reales y de la falta de instituciones de ahorro solventes. El poder en Albania durante estos años de cambio, salido de las urnas y con mayorías parlamentarias a veces abrumadoras, como en el caso de Berisha, nunca ha tenido interés real por modernizar el país e integrarlo en un marco europeo de democracia, ley y orden.
Y Occidente, atento a otros incendios regionales, como el de Bosnia, y a sus intereses estratégicos, ahora definitivamente en peligro, ha mirado una vez más hacia otro lado.
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