_
_
_
_
Tribuna:CRÓNICAS
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Melancolías de Gabo

Juan Cruz

Mientras aún estaba en Colombia, un día reciente se despertó sobresaltado, Gabriel García Márquez. "¡Un mundo sin lectores!". ¡He tenido una pesadilla! ¡He soñado con un mundo sin lectores! "¿Y de qué íbamos a vivir a partir de ahora si esto fuera verdad?". El célebre militar de El coronel no tiene quien le escriba protagoniza un diálogo similar al final de ese memorable retrato. ¿Y de qué vamos a vivir ahora? El coronel respondía ahí con la contundencia antigua de los pueblos: comeremos mierda. En este caso del sueño real de Gabo no consta una respuesta, pero sí se sabe que el escritor siguió soñando. En medio de ese sueno picassiano que es su vida de narrador -"yo no busco, encuentro"_ el hombre que le puso el adjetivo mágico a la realidad que halló a lo largo de 70 años de su vida -ese aniversario tan redondo se cumple el jueves que viene- se fue camino de esa forma del exilio contemporáneo que se produce cuando a alguien le entra melancolía de su propio país: nadie le persigue, huye del clima. La moral es una atmósfera.Un amigo suyo definía así la si tuación esta misma semana en Madrid: "De pronto Gabo pensó que le estaban engañando, que no le estaban diciendo la verdad so bre su propia patria, y se sintió ve jado. Lleno de melancolía, como si le hubiera abandonado un amigo, o más bien una amiga, cerró la puerta y se fue". La noticia ha dado la vuelta al mundo, como es natural, porque Gabo es muy no torio: ha escrito -en literatura, en periodismo- algunas de las páginas más bellas de este siglo, y ha sido para su país y para la imaginación de América Latina, y del español, el símbolo de la vida de ,una lengua cuyos sueños él revolvió de nuevo para hacer mágica la fábula que ya existe. Un día, hace Madrid, hacia Bogotá, y llamó desde, Barajas a un viejo amigo suyo, entonces diplomático: "Pero, huevón, ¿es qué no se nota ba que pasaba por aquí la gloria de. las letras colombianas?" El amigo le fue a ver en la escala del avión: "¿Y qué vienes haciendo?". "Ya ves, inventando la vaina del realismo mágico". "Lo eso qué es?". "Lo que pasa, sólo que por escrito".. "Estos huevones -los españoles- lo tuvieron con Quevedo, pero después parece que se durmieron".Setenta años de vida, 30 de Cien años de soledad y 50 del primer cuento publicado en su vida. Un año muy solemne para este Gabo de marzo, empujado por la melancolía fuera de su país. Cuando vivía en la calle Caponata de Barcelona, en medio del primer estruendo de Cien años de soledad, recibía a los visitantes "haciendo sonar un muñeco que se activaba al abrir la puerta. El muñeco emitía una carcajada enorme, que era la que a Gabo le permitía pasar el primer trago de su timidez. Esa zona de su territorio espiritual le ha mantenido siempre a salvo, temiendo la invasión de los visitantes, y como si siguiera protegido por ese muñeco burlón ha cambiado de residencia para poder escribir tranquilo. La fama y los otros aledaños de su biografía de Nobel le han tenido de un lado para otro, como si la patria fuera la casa de los aviones que odia, y en ese sentido vivió en volandas mucho tiempo, hasta que pareciá que se había sentado en un sitio que al fin y al cabo era el suyo. Parece que dejó de funcionarle el muñeco burlón, porque de pronto su casa se llenó de la principal melancolía, la pesadilla más perversa: ya no se puede vivir aquí. Literaturas aparte, ésa debe ser una sensación terrible, pues los hombres no abandonan su casa -la simbólica, la real: las dos se juntan- de pronto, sino porque se acumula esa melancolía; no tiene por qué pasar una guerra civil e instalarse una dictadura, como le pasó a este mismo país.De Gabo se sabe que se va porque es un ciudadano notorio, pero habría que pensar cuánta gente se va o se querría ir de cualquier sitio -de cualquier país, de cualquier continente- por la misma acumulación. de perplejidad, por la misma sensación de hartazgo. Pensemos en España, sin ir más lejos, en medio del vendaval presente: situado al extremo de una crispación envolvente, en la que las ideas y las personas parecen valer lo mismo que los insultos. País de esfuerzos inútiles, al borde del parón civil,- país burlón, país que conduce a la melancolía.

Decía Miguel de Unamuno que antes de la niebla no hay poesía. Nosotros estamos viviendo otra vez la sensación previa a la niebla: lenguaje rudimentario, fascistoide, impunidad de los que tienen el poder de relegar la razón detrás de las carcajadas gruesas. García Márquez se fue de su país porque se sintió engañado y triste: ya no se puede vivir allí, dice. Sus razones están en Colombia y van con él. Cada país ofrece su propia ración de pesadilla; al menos García Márquez sufrió. sólo la alucinación del final definitivo de los lectores en una, de sus últimas noches de Colombia. Aquí ése sería un sueño venial, porque las pesadillas españolas tienen la densidad espesa de los incendios lentos.

Inexorable, esa: realidad incendiada se abre paso como un saludo trasnochado; para vivir aquí, que diría Juan Goytisolo, haría falta ahuyentar el humo. Y sofocar el fuego. Ésa es nuestra propia melancolía.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_