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Pedro Sorela recrea el mundo de entreguerras en "Viajes de Niebla"

"La novela es el recuerdo, nada nostálgico, de la salida del cascarón de una clase profundamente egoísta, y una mirada, esta vez llena de nostalgia, sobre aquellos viajes que eran viajes de verdad". Eso es para Pedro Sorela (Bogotá, 1951) su cuarta novela, Viajes de Niebla (Alfaguara), que fue presentada ayer en Madrid. Sentado frente a un café en el salón de su casa de Madrid, Sorela explica que la obra tiene varias caras: "Supone el final del ciclo iniciado con mi primera novela; intenta reivindicar la novela-cajón de sastre y es un recuerdo del mundo perdido de mi infancia".

A lo largo de casi 400 páginas, Viajes de Niebla recrea la agitada vida de un trío de personajes millonarios, estrafalarios: Niebla, un conde literato, afrancesado y anarcoide; Camila, la joven hija de una dinastía de dictadores chilenos que cría micos, y Diego, un diplomático. Los tres se mueven y relacionan a lo largo de unos 20 años, desde 1930 hasta casi 1950, recorriendo el mundo despacio: de París a Santiago de Chile, Madrid, Perú, Tánger...

Son viajes que retratan a una clase, una forma de moverse por el mundo y un tiempo, el de entreguerras. Sorela conoce bien los tres por referencias directas de su familia: es nieto de explorador e hijo de diplomático español y de madre suramericana de la burguesía. "Tuve el privilegio de ser hijo de padres mayores, abuelos casi. Aunque eso supuso una orfandad temprana, me dio también la posibilidad de escuchar una gran cantidad de relatos: los de mi madre, llenos de referencias suramericanas, y los de mi padre, más eurocentristas".

Pero Viajes de Niebla deja el trasfondo histórico en un segundo plano: "Aunque no se puede hablar de esos personajes sin hablar de la guerra española, la gran guerra y los campos de concentración, no me interesaba tanto eso como recordar la forma en que esa casta evolucionó desde el egoísmo profundo y la frivolidad hasta posiciones mucho más progresistas, y la extraña naturalidad con que lo hicieron".

Novela mestiza

Pero Viajes de Niebla tiene también una intención formal: "Devolver a la novela toda la capacidad expresiva que le ha arrebatado la actualidad". Para ello, Sorela parte la narración con todo tipo de recursos: diálogos teatrales, sketches de cine, poemas, canciones, cambios de idiomas, cartas, dibujos e incluso notas a pie de página: "No, no es pretensión erudita, aunque he descubierto el placer de escribir de los pequeños detalles. Es simplemente la comprobación de que hay muchas formas de acercarse a las cosas, y de que todas son necesarias. Se trata de jugar con la verosimilitud de los distintos lenguajes. ¿Por qué debe el novelista negarse el reto de la poesía, la potente textura teatral? La novela es el gran terreno del mestizaje, y en 1997 no podemos escribir igual que hace dos siglos. Debemos ser mestizos, híbridos, agenéricos, aunque lo seamos de una forma burlona, juguetona".

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