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Los republicanos piden a Clinton que ignore el fallo sobre la Helms Burton

Xavier Vidal-Folch

Se rascan porque pica. Los congresistas republicanos de Miarni iniciaron ayer en Bruselas "una bonita campaña para retirar el apoyo de EE UU a la Organización Mundial del Comercio (OMC)". Pidieron al presidente Bill Clinton a que se rebele contra la autoridad comercial multilateral, 24 horas después de que ésta constituyese un tribunal para enjuiciar la legalidad de la ley Helms-Burton, que endurece el embargo a Cuba.

La Comisión Europea considera que, aceptando el tribunal, aunque sea a regañadientes, Washington ha "dado marcha atrás" en sus amenazas.Ileana Ros-Lelitinen y Lincoln Díaz-Balart reclamaron a su presidente que invoque ya la cláusula de seguridad nacional porque "no aceptamos que un panel internacional dicte nuestras leyes de política exterior y de inmigración". La Organización Mundial del Comercio, sostienen, se ha "politizado", y si falla contra Estados Unidos, amenazan, "habrá lanzado una carga de profundidad contra sí misma".

[Este tipo de peticiones tienen algún precedente. Durante el segundo mandato de Ronald Reagan, en julio de 1986, Washington decidió desconocer durante dos años la autoridad del Tribunal internacional de La Haya. Fue el modo de esquivar el impacto de una polémica sentencia en la que se reconocía la reclamación sandinista sobre el minado de los puertos nicaragüenses realizados por la contra con ayuda estadounidense. El fallo de La Haya suponía, además, una descalificación del apoyo global de Estados Unidos a la guerra sucia contra el Frente Sandinista.]

Ros y Díaz sostuvieron que la polémica ley que castiga a las empresas extranjeras que comercien con bienes relacionados con propiedades confiscadas por Fidel Castro no tiene efectos comerciales, sino inmigratorios (negativa de visados a sus directivos), por lo que la OMC no sería competente. Se mostraron "decepcionados" por la actitud europea en Cuba; calificaron de "meras buenas palabras" la última posición de la Unión Europea sobre la isla y criticaron el "terrible colonialismo español de 300 años".

Esa reacción evidencia el daño que la decisión de Ginebra ha producido en los sectores más radicales de EE UU. Por el contrario, círculos cercanos al comisario europeo Leon Brittan, presentaron la decisión del director de la OMC como una victoria en la primera batalla, no en la guerra. "Hace dos semanas, Stuart Eizenstat amenazó con invocar la cláusula de seguridad nacional el día en que la OMC formase el panel [tribunal arbitral]; el panel se ha constituido y no lo ha hecho, o sea que ha dado marcha atrás", sostuvieron. "Washington podrá adoptar la no cooperación con el tribunal, pero nunca logrará su obstrucción, porque coopere o no, su dictamen será vinculante", añadieron.

La confirmación del recurso al tribunal llegó cuando Brittan constató que las ofertas de Eizenstat eran ridículas ("peanuts", dijeron sus cercanos). A saber, que el título tercero (que permite a las empresas estadounidenses pleitear contra las inversoras europeas en Cuba) se sometería a una "presunción genérica de no aplicación", que decaería en cuanto alguna empresa se significase demasiado. Y que el título cuarto (prohibición de visados a los empresarios) se aplicaría "con justicia y rigor".

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Brittan contraofertó fórmulas para excluir a las empresas europeas de la aplicación de la ley, o al menos para suavizársela, como el establecimiento de mecanismos previos de consulta a sus Gobiernos o a la Comisión, basados en la "regla de la razón" y la de la proporcionalidad del daño, como existe en Estados Unidos para los casos antidumping. Varias decenas de empresarios europeos han sido ya importunados en sus viajes a EE UU, entre ellos los directivos de las compañías españolas Sol-Meliá, Banco Bilbao-Vizcaya, Iberia Viajes, Iberia Líneas Aéreas, Tabacalera y Repsol.

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