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Tribuna:ARCO 97
Tribuna
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El reino de las paradojas

Al abrirse al público la XVI edición de Arco 97, se confirma de nuevo, para bien y para mal, la impresión de estos últimos años: progresiva mejora del continente en relación directa, no diría yo que con el empeoramiento del contenido en sí, sino sólo en la medida en que éste pierde su genuino sentido ferial. Pero vayamos por partes. En primer lugar, empezando por lo positivo, el envoltorio, es indudable que todo lo que se refiere a él -diseño, servicios, claridad, comodidad, información, etcétera- progresa en excelencia, notándose este año, además, el indiscutible beneficio de haberse permitido a los expositores un día más para montar, lo que ha redundado en una mejora generalizada de la presentación. En este sentido, hay que felicitar a los organizadores y a los participantes, pues transmiten una imagen global de profesionalidad que hoy no desmerece si se la compara con las ferias más potentes.Por lo demás, no sé si es justo afirmar, como lo acabo de hacer, que esta mejora de las formas está en relación con el empeoramiento del contenido, pero, sea como sea, el visitante enseguida percibe que, por una parte, esa imagen de glamour no se corresponde con la realidad mucho más modesta de la oferta, y, por otra, que el desajuste está manifiestamente encubierto por mil trucos espurios de intervencionismo estatal, esté más o menos solapado. En este sentido, una parte demasiado amplia del espacio ferial está ocupado por expositores institucionales, que lo único que venden es una imagen política; por expositores de empresas que venden su imagen comercial y, en fin, por toda suerte de entidades y actividades que venden cualquier cosa menos lo que corresponde en una feria. Pero hay más, porque sobre lo que parece obvio a simple vista un olfato un poco avezado descubre enseguida otras formas de intervencionismo. En este sentido, prescindiré de citar el conjunto de galerías que, según el país o el continente que toca cada año, están invitadas, pero no del fenómeno de cómo algunas galerías de nuestro país se arraciman por filiación autonómica ya se pueden figurar por qué. El peligro de esta situación perversa es doble. En primer lugar, económico, y, por tanto, perceptible de inmediato para cualquiera de estos neoliberales ahora de moda: un mercado tan artificiosamente sostenido jamás logrará desarrollarse. En segundo, cultural, porque el público se confunde respecto a lo que es una feria de arte y cómo ha de ser usada, trasladando lo que ésta tiene de espectáculo al arte en sí, que es otra cosa.

Arco se convierte de esta manera en el reino de la paradoja. En esta edición, por ejemplo, han aumentado las firmas expositoras, lo que no significa que no se noten las progresivas deserciones de algunas de las mejores nacionales -este año, la espectacular de Helga Alvear- o, en el plano internacional, que apenas se pueden citar media docena de galerías europeas de prestigio en una nómina internacional que casi alcanza las ¡150! Este empeoramiento cualitativo no ha servido, sin embargo, otra paradoja, para que subsista el crujir de dientes de los que se quedan fuera, incluso cuando cumplen niveles de calidad equiparables a las que sí lo están.

Pero quizá la paradoja mayor se percibe en el contraste entre la adaptación de los galeristas expositores a la demanda real del público visitante y las irreales ínfulas de la organización por querer dar la impresión de que Arco es una plataforma de supervanguardia cultural y tecnológica. Estos humos son los que, a mi modo de ver, pueden acabar asfixiando a Arco, pues, en la peor de las situaciones, siempre hay una salida, aunque jamás si se da la espalda a la realidad. En este sentido, la organización debería de aprender de los galeristas, que no se pueden permitir el lujo de ignorar lo que pasa y lo que nuestro escaso público comprador demanda.No quiero terminar el relato de esta primera impresión, previa a la inauguración, sobre Arco 97 sin rendir precisamente un homenaje al entusiasmo y la profesionalidad de los galeristas españoles concurrentes, no sólo por el esfuerzo y el riesgo que asumen, sino por el excelente nivel medio de lo que exhiben, que permite que hoy se recorra la feria sin sobresalto. Lo que predomina en lo ofertado es, desde luego, en función de las circunstancias descritas, el arte joven y de formatos reducidos, y, en cuanto a tendencias, mucha fotografía y mucho neosurrealismo. En cierta manera, resulta una edición ideal para el pequeño comprador curioso y sensible, que se topa con muchas tentaciones en las que puede caer sin temor luego de volver a casa. También, hay, claro, en muchísima menor proporción, auténticas "piezas de resistencia", inasequibles a la mayoría, pero está claro que la oferta actual se ajusta mucho mejor a la realidad española que los rimbombantes clarines de quienes se siguen empeñando en que Arco sea lo que no puede ser, incluso al precio de su desaparición.

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