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POLÉMICA SOBRE LA UNIÓN MONETARIA

Santer y Kohl dan garantías de que se cumplirá el calendario de la moneda única europea

Xavier Vidal-Folch

, Como movidos por un mismo re sorte, el presidente de la Comisión Europea, Jacques Santer, y el canciller alemán, Helmut Kohl, saltaron ayer a la arena de la polémica monetaria para reafirmar el calendario de la moneda única. "No lanzarla el 1 de enero de 1999 provocaría una gran crisis política", porque "el tren sólo pasa una vez", alertó Santer. El compromiso de la fecha es "imprescindible", escribió Kohl. Replicaban así a algunos miembros del Bundesbank y al canciller del Exchequer, Kenneth Clarke, partidarios de retrasar el proyecto. En realidad, Kohl venía a matizarse a sí mismo, pues al inicio de la semana había reiterado su tradicional lema según el cual, en caso de duda, habría que primar el cumplimiento de los criterios de Maastricht sobre el respeto del calendario. Ayer, en un artículo publicado en La Repubblica (reproducido en la página 58), en vigilia de la cumbre germano-italiana, equiparaba ambas exigencias: "La fecha y el respeto de los criterios de convergencia son imprescindibles".

En el encuentro de hoy, el primer ministro italiano, Romano Prodi, "ilustrará de forma detallada lo que Italia está haciendo para respetar los criterios de Maastricht", según señaló un portavoz oficial. En una entrevista al diario milanés Corriere della Sera, Prodi señaló que le comunicará al canciller alemán que su intención de estar en el grupo de cabeza del curo "goza del pleno apoyo de Francia y España". "Eso sí", añadió, "siempre que se cumplan los requisitos de convergencia".

El pronunciamiento del canciller alemán resulta políticamente tanto más significativo por el momento elegido que por el contenido. Llega cuando Alemania acaba de registrar medio millón de nuevos parados en un sólo mes, enero -aunque en parte por un factor estacional, el frío que paralizó la construcción- que menguarán los ingresos impositivos y aumentarán los gastos de desempleo, añadiendo dificultades a la locomotora europea para bajar su déficit público al 3% del PIB fijado en Maastricht, algo ya ponían en duda casi todos sus sabios.

"Lo peor para la Unión Europea (UE) y su ampliación sería el aplazamiento de la moneda única", abundó Santer en Bruselas durante un encuentro con un grupo internacional de periodistas, porque la unión monetaria "más aún que una cuestión económica, es un movimiento profundo hacia la integración política". "Este tren sólo pasará una vez'?, y no tomarlo ",provocaría una grave crisis política". Por eso, añadió, hay que cumplir el calendario. Santer minimizó las diferencias entre París y Bonn sobre el Banco Central Europeo, alegando que el Tratado permite aumentar las competencias del Ecofin para equipararlo casi a un "gobierno económico" de la UE, la pasión francesa. Considera que la propia dinámica de la unión monetaria "tendrá un gran impacto en el juego de las instituciones", las estrictamente europeas y otras, como el G-7.

Optimismo de la Comisión

La Comisión es partidaria de que un "número sustancial" de países accedan al curo desde el primer momento. Y su presidente se muestra convencido de que el Reino Unido se apuntará, porque la gran industria se muestra a favor y la City londinense acabará decantándose en bloque. Algo irresistible para el Gobierno de Londres, "sea cual sea".

Fue Margaret Thatcher quien incorporó la libra al SME, contra su voluntad, porque la City así lo quería", recordó.

Otras voces se alzaron en Bruselas contra las maniobras de algunos dirigentes del Bundesbank dirigidas a separar a nórdicos y sudistas. "Tengo la impresión de que en Francfort, [sede del Buba] alguien aspira a que los países del Sur no lleguen a cumplir los criterios", denunció el vicepresidente alemán del Banco Europeo de Inversiones (BEI), Wolfgang Roth.

"Sería preferible que algunos institutos se concentrasen en la política monetaria en vez de hacer discursos", añadió Roth, para lamentar finalmente que Horst Siebert, asesor económico de Kohl y uno de los antisudistas de Davos, entre otros, "en vez de felicitarse por los progresos de la política de convergencia, no paran de criticar".

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