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Un perro muy particular

Los clásicos españoles del Siglo de Oro vuelven al cine. Y lo hacen con buena respuesta de público, dato éste reconfortante, aunque no siempre de unívoca interpretación: la asistencia escolar a los espectáculos -teatro o cine-, que ha de ser bienvenida, dista de ser un barómetro enteramente fiable.La última adaptación que se exhibe en nuestras pantallas es la de El perro del hortelano, de Lope de Vega, que ha realizado Pilar Miró. Una excelente adaptación. La directora le ha echado imaginación en forma de escenarios, vestuarios, música y buena dirección de actores y el resultado es una película que se ve con placer. Las posibles reservas ante el uso del verso se diluyen enseguida porque la mayoría de los actores consiguen evitar el tonillo, aunque sin duda por este camino se puede todavía mejorar mucho. El verso del teatro clásico es verso dramático, lo que parece una obviedad, pero no lo es en el sentido de que pausas y énfasis han de estar subordinados a la fluidez del diálogo al que el verso sirve. No sabemos cómo se decía el verso en la época, pero sí sabemos cómo se debe decir hoy, aunque no falten los partidarios del énfasis -allá ellos- El maestro absoluto de -este arte del decir el verso es Fernando Fernán-Gómez, de quien cabe recordar, entre tantas interpretaciones, una especialmente memorable del Pedro Crespo de El alcalde de Zalamea.

Miró ha logrado un producto de exquisita factura y nos hace olvidar los engendros que se han llevado a cabo en materia de adaptación de clásicos. Salimos del cine reconciliados con nuestros cineastas. Atrás quedan experiencias bienintencionadas pero malogradas, por lo general. Lo de Miró es otra cosa: es el encuentro de los clásicos y del cine auténticamente moderno. Se abren, pues, unas expectativas nuevas, un horizonte que creíamos clausurado para siempre. Vimos no hace demasiado la magnífica adaptación del Cirano de Bergerac -obra de lenguaje versificado con rima- y nos parecía que ésta era cosa exclusiva de franceses. No es así. Nuestros clásicos sirven para el cine, ya lo creo que sirven. Y si sirve una obrita menor, muy menor, como es ésta de El perro del hortelano, imaginemos el juego que pueden dar los grandes textos. He aquí una apuesta que aguarda a nuestro cine.

El teatro del Siglo de Oro está lleno de lo que Menéndez Pidal llamaba "cinedramas", productos hechos a toda velocidad ("en horas veinticuatro", dijo el impávido Lope) para abastecer a un público siempre ansioso y no muy distinto en la intención de los actuales telefilmes. El perro... es inimaginable sin ese público, que estaba acostumbrado a todos los trucos, a todos los artificios, los reclamaba imperiosamente y los escritores dramáticos, con Lope a la cabeza, se lo daban sin pensárselo dos veces -Lope, sobre todo. Miró ha tenido la audacia de seguir el texto de El perro... tal cual, sin quitarle nada sustancial, sin evitar ninguna de las escenas tópicas y artificiosas hasta el delirio que contiene. La resolución del conflicto de la comedia (la protagonista, una noble dama, se casa con quien no es noble pero tiene la apariencia de serlo) es literalmente increíble y los esfuerzos de los exegetas por justificarlo resultan meritorios mas no convincentes.

Ahora, superada la primera prueba con toda soltura, es llegado el momento de abordar los grandes títulos, tanto los trágicos (El caballero de Olmedo, El castigo sin venganza, La vida es sueño, El médico de su honra ... ) como los cómicos (La dama boba, La dama duende, Casa con dos puertas mala es de guardar, El desdén con el desdén ... ). Por muy grande que sea Shakespeare, y lo es, no se ven las razones por las que el cine anglosajón ha conseguido obras brillantísimas con sus textos y, en cambio, ha de renunciar a hacerlo el cine español, que no tiene a Shakespeare y el blank verse, pero tiene a Calderón, de cuya enorme grandeza no somos todos conscientes, y tiene varios títulos memorables de Lope (y otros de Vélez de Guevara, Moreto y Tirso), algunos de los cuales he citado arriba.

Pilar Miró ha dado el primer paso serio en esta aventura y sólo aplausos merece. Que con esta película haya ganado un Goya a la mejor dirección quiere decir también que detrás de ella alienta una amplia corriente de opinión que la respalda y la ratifica. El cine español y los clásicos se han encontrado felizmente.

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