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Fujimori habla de concesiones al MRTA para acabar con la crisis de la Embajada japonesa

Juan Jesús Aznárez

Todavía sin constituir la comisión de garantes que supervisaría una solución pacífica de la crisis de los rehenes, el presidente peruano, Alberto Fujimori, se manifestó dispuesto a discutir con el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) la mejora de las condiciones carcelarias de los 458 emerretistas presos, el indulto, amnistía o asilo político del comando atrincherado con 73 rehenes en la residencia del embajador japonés en Lima, e incluso el programa económico del Gobierno.

Aunque el jefe de Estado, reiteró que la Comisión no comenzará afuncionar mientras el MRTA insista en incluir las excarcelaciones de sus presos como punto fundamental de las reuniones -"no vamos a liberar a nadie", sentenció-, es la primera vez que admite su disposición a reformar el duro sistema carcelario aplicado a los reos de terrorismo, protestado en todos sus comunicados por Néstor Cerpa Cartolini. Conocidas las nuevas declaraciones presidenciales, el Comandante Evaristo consideró inaceptable la exclusión del punto relativo a la puesta en libertad de sus compañeros en prisión.

"La agenda está abierta. Si quieren pueden poner 30 puntos (excepto las excarcelaciones). No interesa. Eso no quiere decir que el Gobierno vaya a aceptar", advirtió Fujimori en una conferencia de prensa con los periodistas japoneses que cubren la crisis abierta en Perú con el asalto de su embajada el pasado 17 de diciembre, uno de los más espectaculares casos de terrorismo urbano de los últimos tiempos.

Fujimori que ayer hizo una visita relámpago a Bolivia, cuyo embajador en Lima es uno de los 73 rehenes, dijo al presidente Gonzálo Sánchez de Lozada, con quien discutió la crisis, que utilizará su "paciencia asiática" (Fujimori es de origen japonés) para lograr una salida negociada.

La Cruz Roja Internacional, por su parte, delimitó ayer, con rayas de pintura roja, la "zona de trabajo" del recinto diplomático inviolable por la policía, cuyos intimidatorios avances fueron denunciados por el organismo humanitario. El despliegue militar por el barrio de San Isidro había sido de amedrantamiento: helicópteros, con la puerta abierta y un policía sentado hacia afuera sobrevolaron el lugar a unos 150 metros de altura, dos tanquetas de transporte de tro-pas con ametralladoras pesadas en la proa se apostaron en una calle próxima, y unidades especiales antiterroristas con equipos de combate se movieron cerca de la casa del embajador.

Esos movimientos, que el miércoles incluyeron el lanzamiento de piedras y palos, fueron aparatosos ' durante el cambio de guardia, y molestaron a los funcionarios de la Cruz Roja, preocupados por el buen estado emocional de rehenes y familias. En el aparentemente suma y sigue de esta guerra de nervios, un grupo de policías cerró. con tablones una pequeña puerta de acceso a la residencia, aparentemente utilizada para la entrada de mercancías antes del asalto de hace seis semanas. "Hay bastante de show en todo esto para las televisiones, para que el pueblo vea lo duro que es el chino (Fujimori) con los terroristas", comentaba un veterano periodista.

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Sin embargo, los movimientos del presidente peruano en la compleja crisis se elogian como prudentes porque de él se temían reacciones más drásticas. Las mejoras de las condiciones carcelarias, declaró Fujimori, pueden ser un asunto a tratar, al igual que el eventual asilo de' los secuestradores "con la consecuente liberación de responsabilidades por los delitos cometidos", mediante un indulto gubernamental si los delitos hubieran sido sancionados o una Ley de Amnistía del Congreso, controlado por el oficial partido Cambio-90 Nueva Mayoría.

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