Los 'perros de la guerra' vuelven a rugir en África
Mobutu recurre a los mercenarios para intentar atajar la revuelta tutsi en Zaire
El novelista británico Frederick Forsyth los retrató en su novela Los perros de la guerra, que recreaba un golpe de Estado en la ex colonia española de Guinea Ecuatorial con no pocos hilos de verdad. Han vuelto a asomar su jeta tiznada por las pinturas de camuflaje al este de Zaire, contratados por el dictador Mobutu Sese Seko, que ha preferido gastarse el dinero en estos soldados de fortuna que en pagar a su propia tropa. Corrupto y desmoralizado, el Ejército zaireño apenas ha ofrecido resistencia a la revuelta de los banyamulenges (tutsis zaireños), que ya controlan una franja de 500 kilómetros al este del país. Le Monde publicó esta semana que antiguos mandos franceses de la cédula de seguridad creada por el ex presidente FranÇois Mitterrand están reclutando a centenares de mercenarios para formar una legión blanca que salve al mariscal.Mobutu ya no es lo bastante presentable para que Francia se implique en una iniciativa militar, y más desde que la Operación Turquesa organizada en Ruanda en 1994 y disfrazada con un manto humanitario sirviera para proteger a los promotores del genocidio. Mobutu regresó el jueves a su residencia en la Costa Azul francesa para seguir recuperándose de la operación de cáncer de próstata que sufrió en agosto mientras los perros de la guerra vuelven a rugir en Zaire.
Los mercenarios de hoy son soldados bien entrenados del sector privado, muy diferentes a los arrogantes, perros que lucharon en el continente en la década de 1960 y operan en lugares de África donde el Estado está en crisis. Incluso el coronel Bob Denard, veterano mercenario francés con una larga carrera de soldado de fortuna en Katanga (la actual Shaba zaireña), Biafra (Nigeria), Angola, Yemen y Benín, anunció su retirada tras el fracaso cosechado en su última misión, cuando intentó derrocar al Gobierno de las islas Comoras en 1995 y el jaque fue abortado por una intervención francesa.
Desde medio millón a dos millones de pesetas al mes puede llegar a ganar uno de estos soldados sin más patria que el dinero. Las grandes tarifas están reservadas a los blancos, reclutados sobre todo en el Reino Unido, Bélgica, Francia y Portugal. Sus colegas negros (captados en Suráfrica, Zimbabue, Namibia, Angola, Mozambique) cobran una fracción del salario de sus hermanos blancos y su promoción es casi un imposible.
La compañía surafricana Executive Outcomes, un auténtico líder mundial en el mercado mercenario, ha negado de forma rotunda cualquier implicación en la lucha que el Ejército zaireño intenta librar en la región de Kivu (este de Zaire) contra los banyamulenges. Así lo manifestó, Eeben Barlow, el máximo responsable de la compañía con sede en Pretoria. Nacido en la antigua Rodesia (hoy Zimbabue), Barlow emigró a Suráfrica, donde ganó fama en las peores etapas del apartheid combatiendo en las filas del Buffalo Battalion, renombrado por su crueldad contra los independentistas de Namibia y los comunistas de Angola. Barlow se esfuerza en borrar su pasado y el de sus hombres e insiste en que la tarea de Executive Outcomes es entrenar ejércitos, proteger a mandatarios y "realizar labores de asesoría técnica". Pero el trabajo de la gente de Barlow ha sido decisivo para cambiar el curso de la guerra en Angola (donde de combatir junto a la guerrilla de la UNITA se pasaron a las filas del Gobierno) y Sierra Leona, donde han demostrado su eficacia y su falta de escrúpulos.
Executive Outcomes se ha convertido en una floreciente industria militar. La caída del muro de Berlín y el fin de la Suráfrica racista han abierto una nueva etapa. "Hemos venido observando la privatización de las guerras y la seguridad como una tendencia en todo el mundo. Los Estados han perdido el monopolio de la violencia armada", señala a Richard Meares, de la agencia Reuters, el analista Richard Cornwell, miembro del Instituto Africano, un centro de estudios radicado también en Pretoria. Las multinacionales con negocios en África utilizan sus propios recursos para proteger sus instalaciones, hacer velar por las regulaciones y mantener la disciplina del personal en complejos ubicados en territorios con pocas o inútiles leyes locales.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Limpieza étnica
- Guerras hutus y tutsis
- República Democrática del Congo
- Delitos contra Humanidad
- Política exterior
- Misiones internacionales
- Francia
- Europa occidental
- Tratados desarme
- Guerra
- Europa
- África
- Gobierno
- Relaciones exteriores
- Delitos
- Conflictos
- Administración Estado
- Defensa
- Administración pública
- Política
- Justicia