'Comandante' Fujimori
La crisis pone a prueba el temperamento autoritario del presidente
Nada se le escapa. El chinito presume de reflejos excepcionales y un émulo de Universidad le recuerda sobresaliente: "Era una fiera". Extraordinario es también el trance del presidente peruano Alberto Fujimori, quien de haberse de dejado llevar por sus primeros impulsos probablemente hubiera bombardeado con Napalm la embajada asaltada por el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA). The New York Times publicó que la noche de la ocupación alguien interrumpió el consejo de ministros para comunicarle la captura de su madre, hermana y hermano más pequeño por el comando terrorista. Fujimori amonestó al mensajero por haberle interrumpido con una información de escasa utilidad en la solución de la crisis.Cierto o no el episodio, la reacción presidencial cuadra con el autoritario perfil del jefe de Gobierno de origen nipón y el carácter de un hombre necesariamente atemperado por la complejidad de un problema de dimensiones internacionales. "Yo no soy un político tradicional, yo me guio por el olfato", ha explicado en varias ocasiones. Fujimori barrunta que la solución a la brava es imposible y por tanto ensaya cesiones, a los guerrilleros no percibidas como tales. No se deja ver en público ni atendió una llamada telefónica de Bill Clinton. Solemne y duró flanqueado por la bandera nacional, intervino el pasado viernes por radio y televisión para rechazar cualquier arreglo que no pase por la rendición del comandante Evaristo; hace tres días, desde un automóvil negro de cristales tintados, observó el ambiente y cercanías de la residencia tomada, y la noche del domingo saludó en el hospital de la Policía al primer grupo de los 225 rehenes puestos en libertad aquel día. Luego regresó a palacio, donde se reúne diariamente con su principal consejero, VIadimir Montesinos, expulsado de las Fuerzas Armadas por traidor a la patria, con el ministro de Educación, Domingo Palermo, mediador en la crisis, generales y enviados de los países que se interesan por sus nacionales en el cautiverio del barrio de San Isidro.
Segundo Sarmiento, peruano de a pie, evoca los días en que Fujimori se ufanaba con comprensible altanería del descabezamiento del terrorismo, tiempos felices de comparecencias presidenciales bajo palio, saboreando los éxitos contra Sendero Luminoso y el encierro en la prisión de El Callao de su iluminado fundador, Abimael Guzmán. Vestirle con traje a rayas y mostrarle aferrándose a los barrotes de una jaula fue idea del gobernante que ahora debe adiestrarse en el encaje de bolillos y acordar, con Japón cualquier solución al conflicto.
"Ya no debe estar tan arrogante como cuando apresaba a, los cabecillas", cita Sarmiento. "Fujimori lo decía: 'Hemos dado fuertes golpes al MRTA, fuertes golpes a Sendero'. Sin embargo, ¿qué es lo que ha pasado? Pues que le han dado un fuerte golpe no solamente a él, sino a todo el mundo, porque han caído personalidades internacionales". El presidente peruano no desconoce la trascendencia del órdago planteado por el MRTA ni la necesidad de actuar con prudencia en una crisis decisiva para sus aspiraciones, y con 104 vidas en juego. "Fujimori es autoritario, pero sabe que todo esto determinará su futuro político", indica el analista Santiago Pedraglio.
La mayoría de los comentaristas y portavoces de una oposición que ha cerrado filas, conceden al presidente el mérito de haber manejado con mesura y tino la compleja crisis, cautelas que facilitaron la liberación de más de la mitad de las personas tomadas como rehenes el pasado día 17. La alternativa violenta parece lejana, pero nadie sabe cuáles sean las intenciones últimas del ingeniero agrónomo llegado a la presidencia. Después del autogolpe de abril de 1992, Fujimori admitía lo reservado de sus movimientos. "No se lo decía a nadie, ni a mi esposa. Así son mis secretos. El secreto es secreto, y no se lo decía a nadie no sólo porque soy reservado, sino seguramente porque los que estaban conmigo no me iban a tomar en serio o se iban a asustar".
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