_
_
_
_
Tribuna:PIEDRA DE TOQUE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los buenos terroristas

Mario Vargas Llosa

Estaba leyendo Las soledades de Góngora, cuando todos los canales de la soleada Miami abrieron sus noticiarios con la noticia del audaz golpe de mano, en Lima, del MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru), que ocupó la Embajada del Japón con más de 400 rehenes en el interior, entre ellos diplomáticos, ministros de Estado, empresarios, militares, altos funcionarios y los habituales tigres del cóctel, allí reunidos para celebrar el onomástico del Emperador. Lo primero que se me vino a la cabeza fue una consideración del todo frívola: la extraordinaria coincidencia de haber retomado ahora, cuando ocurría esta hazaña terrorista, un libro que leí afanosamente en todos mis momentos libres durante la campaña electoral peruana de 1989-1990, cuando el MRTA perpetró sus operaciones más ruidosas.Desde entonces, la fría y perfecta belleza de la poesía gongorina está indeleblemente asociada en mi memoria a la sangre y los estruendos de la violencia terrorista que marcó aquella campaña. Y, por lo visto, en el futuro aquel misterioso parentesco entre el más diestro hacedor de metáforas de la lengua castellana y el salvajismo político en mi país continuará, sin la menor esperanza de que la muerte (las muertes) los separe.

Escribo estas líneas al cuarto día de la captura de la embajada, cuando no se insinúa aún ninguna solución, y haciendo votos, desde luego, porque ésta sea pronta y pacífica, y devuelva salvos a sus hogares a todos los rehenes, entre los cuales tengo muchos conocidos y algunos amigos. Pero, aunque haciendo todos los esfuerzos debidos para no parecer imprudente ni echar más leña al fuego, no puedo dejar de comentar la manera como los grandes medios de comunicación a mi alcance han venido informando sobre los sucesos.

Escucho en la televisión de Estados Unidos, y leo en su prensa, que en el Perú hay dos organizaciones terroristas: una radical y fanática, Sendero Luminoso, y otra, moderada y más política, el MRTA. Aquéllos son más crueles e intransigentes por su filiación maoísta y tener como modelo de la sociedad a que aspiran a la China de la revolución cultural y la Camboya de los jémeres rojos, y éstos son más flexibles y pragmáticos porque sólo son castristas y, eventualmente, podrían transformarse, como sus colegas colombianos del M 19 con quienes colaboraron en el pasado en el llamado "Batallón América" de la guerrilla de aquella nación con voluntarios peruanos, en un partido político que operaría en la legalidad. Como prueba de la moderación del MRTA se esgrime el buen trato que ha dispensado a sus rehenes, las cordiales controversias sobre política económica que el líder de la operación ha sostenido con algún empresario secuestrado, y las charlas que los secuestradores han ofrecido a sus víctimas ilustrándolos sobre sus ideales revolucionarios. La verdad, esta nomenclatura entre terroristas 'radicales' y 'moderados' me ha parecido siempre una falacia y ahora más que nunca, a juzgar por los acontecimientos en curso. Si es verdad que entre Sendero Luminoso y el MRTA hay diferencias ideológicas marcadas, en cuanto a lo que realmente importa, pues es lo que define a un movimiento político -sus métodos-, aquellas diferencias son poco menos que invisibles. Es verdad que los senderistas han matado mucha más gente, pero no porque los emerretistas fueran más benignos, sino porque siempre fueron menos numerosos y con una capacidad de destrucción más limitada. Pero, su prontuario, desde que se fundó el MRTA, en 1983, hasta el presente, está impregnado de sangre inocente y de cadáveres, de asaltos y raptos por dinero, de exacciones de todo orden y de una alianza orgánica con los traficantes narcos del Huallaga, a los que, a cambio de millonarias remuneraciones, presta protección armada hace muchos años. Es posible que mi juicio peque de subjetividad -un comando del MRTA trató de aniquilarme a mí y a mi familia en el aeropuerto de Pucallpa, durante aquella campana electoral y como no lo consiguieron se contentaron con coser a tiros a un puñado de campesinos que los descubrió-, pero lo cierto es que me parece una grotesca aberración el empleo del adjetivo 'moderado' a un movimiento que, en nombre del paraíso socialista futuro, ha asesinado a incontables personas y hecho del secuestro por dinero su especialidad. Todos los grandes plagios ocurridos en el Perú en los últimos diez años figuran en su haber, y ellos le han significado un abultado número de millones de dólares, invertidos, presumiblemente, en armas y municiones para posibilitar nuevas operaciones que engrosen sus arcas y dejen nuevas secuelas de sufrimiento y horror.

Uno de mis amigos más cercanos fue una de sus víctimas. Durante seis meses lo tuvieron enterrado en una cueva minúscula, donde no podía tenerse de pie, y donde -era la época siniestra de los apagones- pasó largos períodos sumido en las tinieblas, con la crujiente compañía de las cucarachas, a las que aprendió a matar a una velocidad astronáutica y guiándose sólo por el oído. Su familia, mientras tanto, era sometida a una diaria tortura psicológica, con llamadas telefónicas y casetes con grabaciones maquiavélicamente concebidas para destrozarles los nervios. Esta persona salió airosa de la terrible prueba, pero otras no sobrevivieron a ella o quedaron psíquicamente destruidas. Si éstos son los moderados del terror, cómo serán los extremistas. Un compatriota al que le hacía esta reflexión, me respondió: "Sendero Luminoso voló un edificio de apartamentos, en la calle Tarata, de Miraflores, por la sola razón de que en la vecindad había varios bancos. Comparado con un crimen colectivo de ese calibre, los secuestros y las bombitas del MRTA ¿no son acaso juegos benignos?". Mi opinión es que no, y que el número y la escala en que se ejecuta el terror de ninguna manera atenúa la iniquidad ética del crimen.

Ésa es la razón por la que, desde el primer momento, he combatido con la misma convicción y severidad a Sendero Luminoso y al MRTA, sosteniendo que, más importante que sus divergencias ideológicas, es la identidad que existe entre ambas por la vileza de su conducta, pues ambas consideran perfectamente lícito para lograr sus fines políticos el exterminio de los adversarios y de gente inocente, así como el robo, los asaltos y secuestros o las alianzas con el narcotráfico. Y, por esa misma razón, he criticado la insensatez de todos los peruanos que aplaudieron al régimen de Fujimori cuando, para combatir con más 'eficacia', a los terroristas, se prestó de ellos sus métodos, y generalizó el empleo de la tortura, de las desapariciones o asesinatos desembozados (como los de los alumnos y profesores de La Cantuta) o el recientísimo secuestro, en las calles de Lima, por un comando militar, del general Robles, quien había tenido el corajede denunciar públicamente al comando Colina, de siniestra fama, dependiente del Servicio de Inteligencia del Ejército, como autor del atentado contra una estación de televisión, en Puno, en represalia por su actitud crítica frente al gobierno y sus denuncias sobre la colusión entre el narcotráfico y el asesor presidencial y hombre fuerte del régimen, VIadimiro Montesinos.

La complacencia con el terror de Estado es, por desgracia, muy extendida en países donde la inseguridad y la desesperación que causan en la opinión pública las acciones del extremismo, llevan a grandes sectores a aprobar la política de la mano dura, el contraterrorismo, como la medicina más eficaz para restablecer el orden. Se trata de una pura ilusión, de un engañoso espejismo. Lo cierto es que cuando el Estado hace suyos los métodos de los terroristas para combatir el terrorismo, son estos últimos los que ya han ganado, pues han conseguido imponer su lógica y lesionado profundamente las instituciones. ¿Cómo puede sobrevivir una legalidad digna de ese nombre en una sociedad donde comienza por violarla, ejercitando el terror, quien está encargado de velar por su imperio? El resultado inevitable es la generalización de la violencia y, a su amparo, de la corrupción, que sigue a aquélla como su sombra. El Perú lo comprueba en estos días amargos, cuando despierta del sueño autoritario que abrazó con tanto entusiasmo: un régimen de autoridad, no mediatizado por partidos políticos, prensa libre, jueces independientes ni parlamentarios representativos, que golpearía sin misericordia al terrorismo y acabaría con las 'politiquerías' de la supuesta democracia. Pues, resulta que cuatro años después del golpe de Estado que acabó con la democracia en el Perú, el terrorismo no estaba fulminado, como decían los propagandistas del gobierno. El MRTA, por lo menos, ha dado la prueba más espectacular de su existencia, ocupando desde hace cuatro días todas las primeras planas de la prensa y las horas estelares de la televisión del mundo entero.

Y, en cuanto a lo demás, en los últimos meses, el llamado 'modelo peruano' que hizo brillar los ojos a tantos golpistas latinoamericanos en los últimos años, aparece cada vez menos como un régimen de paz y progreso económico, y cada vez más, como una versión apenas maquillada de las tradicionales dictaduras continentales, es decir, corrompido, con militares de la jerarquía orgánicamente vinculados al negocio del narcotráfico, con medios de comunicación arrodillados mediante el soborno o la intimidación, una economía que comienza a hacer agua por muchos huecos, un conflicto social creciente por la agravación del desempleo y la pobreza y, consiguientemente, un desencanto. progresivo con el régimen autoritario, de una opinión pública que poco a poco parece ir redescubriendo los beneficios de la libertad y la legalidad desaparecida.

Quiero terminar por donde empecé: haciendo votos porque todos los rehenes de la embajada del Japón salgan de allí sanos. y salvos, aunque el precio de ello sea el viaje a La Habana ,-a tostarse en las doradas arenas de Varadero con la conciencia del deber cumplido y las alforjas forradas de dólares- del camarada Néstor Cerpa y sus 24 moderados compañeros.

Copyright Mario Vargas Llosa, 1996.Copyright Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El País, SA, 1996.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_