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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Antídoto

Necesito que me hagan un favor. Padezco la enfermedad de la vergüenza y no logro encontrar el antídoto para que desaparezca. Se me reproduce cada vez que leo, escucho o veo cualquier información referente al sufrimiento de las personas que se encuentran en países que sufren la lacra de la guerra. Creo haber llegado a un estado terminal de la enfermedad, ya que han aparecido los primeros síntomas de indignación profunda.El pasado 30 de octubre, leyendo el diario, me encontré de frente con la fotografía de uno de los cientos de miles de niños ruandeses que deambulan sin rumbo fijo en busca de protección y un lugar donde vivir. Mirando atentamente la fotografía me he dado cuenta de que el niño me está pidiendo auxilio. No me pide comida, ni ropa, ni dinero; me pide una explicación a lo que le está sucediendo y a lo que le sucede a los suyos. No lo entiende, no sabe por qué. Se ha dado cuenta de que "el hombre del saco" viene a por él y nadie lo puede detener. Lo que le desespera es que no encuentra ningún

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motivo para que ese fantasma le persiga, ya que "el hombre del saco" sólo persigue a los niños malos y él no ha hecho nada malo.

Al recibir el mensaje me puse manos a la obra para intentar librar al niño de tan aterrador sufrimiento, pero no puedo. Me resulta imposible mirar a los ojos de ese niño y darle respuesta alguna. Y no puedo porque para mí no hay ninguna explicación a lo que está sucediendo. Soy incapaz de decirle a ese niño que sus familiares se odian tanto que se hacen daño unos a otros para demostrarse a sí mismos quiénes son los más fuertes. Soy incapaz de decirle a ese niño que no recibe ayuda porque para el resto del mundo la región en la que vive carece de interés. Y es aquí donde mi enfermedad llega al límite de lo insufrible.

La enfermedad es terminal, pero no pierdo la esperanza. En el delirio febril de todo enfermo pasan por mi mente un manantial de alucinaciones. En una de ellas aparece un señor con aspecto de médico que me ofrece la vacuna para mi salvación. Se trata de un señor que ha conseguido llevar a cabo con éxito una operación de trasplante de sentido común a un ser humano que carecía de él.-

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