Fuerza y conciencia
TRAS RENQUEAR durante demasiados días, la comunidad internacional parece disponerse al fin a intervenir en Zaire para asegurar el transporte de ayuda alimentaria hacia el millón largo de refugiados hutus que vagan por esas tierras. Ha hecho falta un agravamiento del horror, la presión de la opinión pública y una iniciativa de Francia y España para que la comunidad internacional -entiéndase: el motor estadounidense- se ponga en marcha para intentar parar una inmensa tragedia humana que se cobra miles de vidas diarias. Estamos ante una operación militar dictada antes por la conciencia que por el interés. Bienvenida sea.Como se preveía, Estados Unidos no ha querido mover ficha hasta después de sus elecciones presidenciales y hasta calibrar cuáles podían ser los límites de una intervención de este tipo. Los norteamericanos salieron escaldados de Somalia, una operación que costó cadáveres de ciudadanos estadounidenses. Esta vez quieren ir sobre seguro, por lo que se plantean una fuerza multinacional de considerables dimensiones -varios miles de hombres-, a la que EE UU brindará, por un periodo limitado en principio a unos cuatro meses, apoyo logístico que permita operar un puente aéreo. En esta fuerza deberán participar tropas africanas junto alas europeas y canadienses.
Si bien el esperado aval del Consejo de Seguridad debe aportar legitimidad a la operación de paz, Estados Unidos no quiere una acción de cascos azules de la ONU, sino una intervención multinacional con la bendición de esa organización. Las experiencias en Yugoslavia y otros lugares han hecho que la primera potencia mundial desconfíe de la capacidad de mando militar de las Naciones Unidas. Washington conservará el mando sobre sus propias fuerzas, aunque éstas caigan bajo el control operativo de un general canadiense de su confianza, que coordinará la operación multinacional.
Una vez más ha quedado de manifiesto que es indispensable incluir a EE UU en este tipo de operaciones. Chirac, dispuesto a enviar tropas de inmediato, se lo ha indicado claramente a sus ministros: "El tiempo de las intervenciones unilaterales se ha acabado". Y ante la crisis de Zaire han quedado perfiladas las limitaciones políticas y militares de una Francia ante la que el Gobierno de Ruanda -donde intervino en 1994- y los rebeldes apoyados desde Kigali muestran una fuerte suspicacia.
La disposición española a enviar un contingente como parte de la fuerza humanitaria multinacional es la adecuada. En ello parecen coincidir Gobierno y oposición, cuya actitud cooperativa, en sintonía con la opinión pública, es reflejo del cambio experimentado en los últimos años por este país en su visión internacional. No sólo hemos salido del cascarón, sino que hemos desarrollado un más pleno sentido humanitario.
Esta fuerza multinacional debería tener una misión principal: la apertura de puentes aéreos y pasillos para que llegue ayuda humanitaria a los refugiados. No cabe olvidar que, al cabo, son las organizaciones humanitarias las que están llevando estos días el peso principal de la ayuda a los refugiados de Zaire. Lo que la fuerza multinacional va a hacer es abrirles paso.
Si además logra generar condiciones que faciliten el regreso de los refugiados hutus a Ruanda, de donde huyeron tras las matanzas en 1994, tanto mejor, pues se evitaría así la creación en Zaire de unos, hutulands que agravarían las tensiones internas de ese país. La intervención multinacional, al menos en su componente estadounidense, tampoco parece orientarse a desarmar ni a las milicias que acompañan a los refugiados -y que de hecho viven de ellos, intercambiando favores por armas-, ni a otros grupos armados. Entre todos suponen un grave peligro para la operación que se está montando. No será un paseo. Pero debería estar ya en marcha, ayer mejor que manaña.
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