El oficio y el cuento
Ahora los ves paseando con el móvil; sus coches tienen compact-disc; se dan palmadas con los políticos; hablan en todas las. radios y también aparecen en la televisión, contando lo que piensan de las cosas que pasan. Son los periodistas. Eugenio Scalfari decía: "Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente". Ahora estamos en otro estadio: le decimos a la gente lo que pensamos nosotros. Somos sabios, omniscientes; somos periodistas. Ahora no sólo escribimos en los periódicos, y por tanto nos sometemos así al escrutinio público. de nuestra escritura, que es como una exposición pudorosa de nuestra propia vergüenza, o de nuestra desvergüenza, sino que nos expresamos en todos los medios de comunicación que están al alcance del siglo. Somos humildes, o arrogantes, y como tal también escribimos libros; somos públicos, y no sólo privados, pero tendemos a creer que tenemos más derecho a ser privados, cuando somos públicos, que la gente privada a la que hacemos pública. Nuestra intervención diaria en la realidad también tiene que ver con la intimidad más insondable de la gente. Un periodista escribió, después de la primera victoria electoral de los socialistas, un libro sobre la intimidad política de Felipe González. Y llegó a decir, desde su omnisciencia: "En aquel momento, sorbiendo un zumo de naranja, Felipe pensó: "A éste me lo cargo"Estamos en la cabeza de todo el mundo; sabemos lo que sucede y lo que se piensa de lo que sucede; sabemos lo que piensa la gente; edificamos prestigios y desprestigios, y luego reparamos con una leve fe de errores lo que hemos destrozado en cinco columnas, y si hay sentencias las publicamos con la brevedad que parece ocultar que fuimos nosotros los que tiramos la piedra; nos defendemos como un gremio, pero no soportarnos que existan los gremios; deploramos la estupidez, y la denunciamos cada mañana, como si el espectáculo de la miseria no nos incluyera. Exigimos el derecho de la crítica como si fuera parte de la piel propia, peto cuando la ejercen contra nosotros se nos eriza la piel.Somos periodistas, los humildes vicarios de la realidad, pero en algún momento hemos creído que éramos la realidad. Nuestra mirada, era el calco de lo que pasaba, pero en algún instante de la historia de nuestro oficio hemos pensado que desempeñábamos realmente el papel original. Es un oficio, y no es otra cosa, esforzado y maravilloso, que se parece a los cuentos que nos contaban en la infancia, porque su efecto aparece y desaparece como la visión de los milagros. Y no es otra cosa, de veras, que, el mejor oficio del mundo.
Decía Gabriel García Márquez, en su artículo melancólico del pasado domingo en EL PAÍS (El mejor oficio del mundo) que nadie que no haya nacido para cultivar "esa pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad podría (...) persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguien te". El periodismo es como. un cuento, una historia en un puño, y no es extraño que García Már quez sea el maestro del cuento que se muestra en toda la esencialidad de su magisterio como narrador en ese espléndido libro (Cómo se cuenta, un cuento) que acaba de regalar a los lectores un editor esforzado y, noble, Julio Ollero, que también saca a la luz otro gran libro de periodismo de escritor, La huerta del Edén, los artículos indignados y tiernos que escribe en la edición andaluza de este periódico Antonio Muñoz Molina.
çEs un oficio y es como un cuento, empieza y acaba en sí mismo: "Lo que más me importa en este mundo'-', dice García Márquez del cuento, "es el proceso de la creación. ¿Qué clase de misterio es ése que hace que el simple deseo de contar historia se convierta en una pasión, que un ser humano sea capaz de morir por ella; morir de frío o lo que sea, con tal de hacer una cosa que no se puede ver ni tocar y que, al fin y al cabo, si bien se mira, no sirve para nada?"
El periodismo es como un cuento, el deseo de contar, como si en ello nos fuera la vida, historias maravillosas que protagonizan otros y que nosotros contamos para que las oigan otros. El, mejor oficio del mundo del que ya se empieza a hablar con tanta melancolía.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.