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Historia

La Ministra de Educación y Ciencia (que probablemente será hoy asendereada por otros motivos de fuste presupuestario) manifestó su propósito, de restituir la Historia a las enseñanzas escolares. Bien pensado; y, si lo consigue, bien hecho estará. La marginación de esa asignatura y cuantas conforman las Humanidades fue una decisión de anteriores responsables de Educación difícil de entender.Nuestras señas de entidad; la explicación del presente que como es lógico- se encuentra en el pasado; la evolución del pensamiento, que conforma las creencias, las ideologías y los estados de opinión; la capacidad de convertir en realidad el ejercicio de la fantasía; los tipos, caracteres y situaciones que han creado los literatos y los artistas, son vida misma, en ellos está nuestra cultura, también nuestra razón de ser.

Los planes de estudio ahora vigentes han relegado ese tesoro a segundo término -o ni siquiera lo abordan- en función de otras enseñanzas técnicas, supuestamente más pragmáticas, ceñidas a la modernidad. "El futuro está en la informática", se oyó decir a uno de aquellos responsables de la Educación.

Parece como si estos definidores del futuro no hubieran caído en la cuenta de que la Humanidad se ha venido sintiendo moderna en cada segundo de su existencia. Cada palpitación relega su precedente al pasado y, si bien se mira, la propia dinámica existencial lo convierte todo en pasado a medida que se va viviendo.

A la informática y cuantas novedades técnicas tienen deslumbrados a esos vanguardistas a ultranza les ocurre lo mismo. Y sí, serán el futuro; pero el futuro se convierte en pasado a medida que la vida avanza y habrán de llegar otros medios, otras formas, otros frutos del ingenio que los dejen obsoletos.

La propia Historia enseña que de vez en cuando fue necesario corregir o parar los dislocados impulsos tecnicistas de algunos líderes y algunos iluminados que hubieran llevado el bienestar y la convivencia humana al desastre, recordándoles que en el desarrollo de la civilización es imprescindible el cultivo de las facultades del hombre, ser pensante, creativo y con una fecunda vida interior. Ocurrió a principios del siglo pasado, ocurrió con la llegada del maquinismo, ocurrió ya en la Edad Media.

Nadie en sus cabales pretendería que la formación científica y la humanística fueran excluyentes. Antes al contrario, se complementan. El saber no ocupa lugar, suele decir la sabiduría popular. Un alumno puede perfectamente dominar el manejo de un PC y. al propio tiempo conocer las múltiples vicisitudes que ha venido experimentando desde sus orígenes el país en que vive.

La comunidades autónomas históricas lo han entendido así y reclaman el reconocimiento de su singularidad divulgando la realidad de su naturaleza, que se ha ido conformando desde remotos orígenes. No la comunidad madrileña, que es una desconocida para sus propios habitantes. Rascas un poco en la ciudadanía y apenas nadie sabe con qué recursos cuenta el campo madrileño. Menos aún la formación de su territorio, desde aquella fortaleza que construyeron los árabes a orillas del Manzanares hasta el enclave caótico que era la Villa hace apenas trescientos años; desde la anexión, seguramente arbitraria y no sin traumas, de numerosos municipios de Guadalajara, Segovia y Toledo, hasta este Madrid actual populoso, un tanto impersonal y con vocación cosmopolita.

El Madrid creado por las necesidades -acaso también las veleidades- de la Corte, y el Madrid político, administrativo y económico, capital el Estado. El Madrid de la Reconquista; el de los Austrias con su enorme inmigración y sus sangrantes diferencias sociales; el de las algaradas y los motines; el de la floreciente vida artística y literaria; el de los Borbones y sus mejoras urbanísticas; el de las guerras... En fin, una historia de Madrid, por supuesto relacionada con la Historia de España y ésta con la Universal, que los madrileños tienen derecho a conocer.

Que a nuestros jóvenes y a nuestros niños -equipo de trabajo unicelular les llaman, pobrecitos- por enseñarles a darle al windows se les hurten sus raíces y su historia, es para echarse a llorar. Y, luego, a uno le llaman llorón.

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