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Francia amenaza con no integrarse en la OTAN si EE UU no cede el mando Sur

Xavier Vidal-Folch

ENVIADO ESPECIALLa pelea está servida. París amenazó ayer con no integrarse en la nueva estructura militar de la OTAN si Washington no renuncia al mando militar de la zona Sur -que controla todo el Medite rráneo- en favor de un europeo. Washington replicó, contundente, que "EE UU no va a cederlo". El enfrentamiento es radical. Paralizará el surgimiento de la nueva OTAN, con una Identidad Europea de Defensa (IDE), si de aquí a diciembre no se alcanza un consenso.

Los ministros de Defensa de la Alianza llegaron a Bergen, la capital marítima de Noruega, con un acuerdo en el bolsillo sobre la futura estructura de la nueva OTAN: el segundo mando militar ejecutivo será para un europeo (el primero, o "Saceur" es siempre un norteamericano), que además encabezará las operaciones "sólo europeas" de la Alianza (ver EL PAÍS del día 18). Lo ratificaron. Y así, el secretario general, Javier Solana, pudo decir que el trabajo de la reforma, desde la cumbre de Berlín de junio, había sido "ingente y espléndido".Pero eso no apaciguó los espíritus. Francia y EE UU se enrocaron sobre la nacionalidad del segundo nivel de mando. Sí acordaron que se reduzcan a dos los mandos regionales, uno para el Norte y otro para el Sur de Europa, (el que, con sede en Nápoles, controla el Mediterráneo, hoy bajo mando americano). Ahora, a éste se le suman otros dos, uno en Alemania y otro en Holanda, ambos bajo mando europeo. Pero a partir de ahí, el precipicio entre posturas basadas en argumentos políticos y no meramente operativos.

"Francia se quedará tal como está" si no se cumplen las condiciones para que la IDE sea real y perceptible, advirtió, dentro y fuera de la sala, el ministro Charles Millon, poniendo en juego su gran baza negociadora. Y es que para Francia "este asunto [un mando europeo para Nápoles] no es un asunto táctico", sino que "afecta a la naturaleza misma de la Alianza renovada" y a su aspecto esencial, la nueva IDE. Si se reducen a dos los mandos militares regionales y EE UU conservara Nápoles, la cuota europea pasaría del actual 66% (dos sobre tres mandos), a sólo el 50% (uno sobre dos), un mal negocio para los europeos.

"EE UU no va a ceder" el mando de Nápoles, replicó, seco, el secretario de Defensa, William Perry, dentro de la sala. Perry también argumentó con su última ratio, al decir que "la opinión pública y el Congreso no entenderían" la renuncia al control de esa región "tan vital", como lo demuestra la presencia de la VI Flota, y "lo verían como un debilitamiento del vínculo transatlántico". Sugería así un posible distanciamiento de Washington, lo que aterroriza a sus socios, desvalidos de alta tecnología militar.

Lo malo del litigio -"la nube más seria" de la reforma, según el español Eduardo Serra- es que las combinaciones se reducen a blanco o negro. Han fracasado ya dos transaccionales. La primera, lanzada por Washington, consistía en dividir Nápoles en dos, lo que ayer se desechó por técnicamente incoherente. La segunda, propuesta por Francia, estribaba en extraer a la VI Flota de la competencia de Nápoles y colgarla directamente del supremo mando aliado en Europa, siempre ostentado por un general norteamericano, hoy George Joulwan. A cambio se ofrecía a Washington un mando subregional. Perry desechó esa componenda, porque no quiere ser segundón en el Sur y porque Joulwan "ya tiene muchas tareas".

Los europeos apoyan a Francia, aunque con matices. Serra dijo que su propuesta "no tiene demasiadas posibilidades" de triunfar -en lo que coincidió el británico Michael Portillo-y que las posiciones de España son "similares, pero no idénticas" a las de sus vecinos. El italiano Beniamino Andreatta quiso limar asperezas, fiando la solución a un pacto "al máximo nivel": Bill Clinton y Jacques Chirac. Washington espera evitarla, lo que conseguirá si logra aislar a Francia de los otros europeos. Y París cree que si EE UU cedió fácilmente, -contra todo pronóstico, a su reivindicación del segundo mando europeo, hará otro tanto con ésta. Sería su segundo sacrificio en el altar de la nueva y reforzada OTAN. Pero el órdago, esta vez, es muy fuerte.

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