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CLIMATOLOGíA: CALENTAMIENTO GLOBAL

El agua subterránea almacena dióxido de carbono, indican experimentos en un bosque

Resultados preliminares del bosque experimental que la universidad de Duke tiene en Carolina del Norte (EE UU) señalan que las plantas pueden absorber el exceso de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera y trasvasarlo al agua subterránea, donde permanecería almacenado durante miles de años. Este hallazgo, señalan fuentes del experimento, indicaría que el impacto del calentamiento global previsto sería menor del esperado e indicaría, además y sobre todo, dónde puede estar el 30% de dióxido de carbono que falta en la atmósfera cuando se calculan las emisiones y se mide la concentración real.

Simulación

El experimento FACE consiste en inyectar en un bosque real elevadas cantidades de dióxido de carbono, hasta simular la concentración de este gas -que emana de los automóviles, las fábricas y también de la deforestación- que se espera sea la alcanzada el siglo que viene.Sobre el posible sumidero de este gas en las aguas subterráneas, señala William Schlesinger, catedrático de botánica de la universidad: "No explicaría todo el gas que falta pero si los cálculos se fuerzan, el agua subterránea podría explicar quizá el destino de un quinto del total que falta".

El FACE consiste en siete anillos de torres controladas por ordenador que bañan determinadas áreas de un bosque de pino con aire enriquecido con dióxido de carbono con una concentración 1,5 veces superior a la normal.

En etapas anteriores del experimento se ha demostrado que el CO2 extra provoca el crecimiento de muchas plantas. Las plantas emplean el proceso fotosintético para convertir el dióxido de carbono en azúcares, utilizados luego para formar tejidos. Cuando las plantas mueren y se pudren, los microbios convierten parte de este tejido en CO2. Incluso antes, las raíces atraviesan un ciclo constante de muerte y regeneración, lo que libera dióxido de carbono en el suelo.

En la etapa actual del experimento, un estudiante de doctorado, Jeffrey Andrews, ha utilizado uno de los anillos para conocer el destino final de CO2 absorbido por los árboles. "Empezamos a trabajar con la hipótesis de que el carbono podría terminar en el terreno, no por disponer de prueba alguna sino porque no se nos ocurría dónde podría ir si no", explica Andrews.

Seguir la pista del CO2 inyectado es posible porque tiene menor proporción de carbono 13, uno de los isótopos del carbono, que el dióxido de carbono atmosférico. Con un espectrómetro de masas es posible saber donde va a parar.

Andrews clavó trozos de tubería de plástico en el terreno para controlar y medir el CO2 hasta un metro de profundidad. También midió el CO2 emanado del terreno.

Por las raíces

Al mes, aumentaron de forma muy importante las concentraciones del CO2 artificial a un metro de profundidad, lo que probaba que había sido tomado por la planta y liberado por las raíces. Este CO2 tiende a disolverse en el agua subterránea y permanecer en ella hasta que ésta vuelve a la superficie, probablemente a muy largo plazo, ya que los estudios indican que el ciclo hidrológico es muy lento. "El agua superficial tiene una antigüedad de entre 1.000 y 10.000 años, según la datación por carbono l4", explica Andrews.En otro estudio distinto, otro estudiante de la universidad de Duke, Andrew Allen, encontró que una mayor concentración de CO2 tiende a hacer aumentar la actividad microbiana alrededor de las raíces de las plantas, y con ello el ritmo de descomposición.

En cuanto a las consecuencias de este primer indicio de lo que pasa en el ciclo del carbono en la atmósfera terrestre, dado que el calentamiento global estaría causado precisamente por estas concentraciones elevadas de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, cualquier mecanismo natural que extraiga el dióxido de carbono del aire es una forma de ganar tiempo. "Nuestra investigación implicaría que la velocidad de aumento del CO2 atmosférico sería menor de lo que se deduce del aumento de las emisiones en sí", asegura Schlesinger.

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