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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Castigar a los amigos

SIGUE AVANZANDO la apisonadora estadounidense en la tarea de imponer sanciones a naciones enemigas que, sin embargo, recaen sobre empresas de países aliados. Cuba ya no es el único objetivo. Ahora se trata de aplicar represalias contra las empresas que comercien en armas, productos petroleros o industria aérea en Libia e Irán. El ambiente en EE UU está definitivamente enrarecido con la acumulación de indicios de que el avión de la TWA que cayó al Atlántico poco después de despegar de Nueva York fue derribado mediante una bomba. En este clima, los llamamientos al sentido común y al respeto de los aliados de Estados Unidos parecen condenados al fracaso. A falta de la captura o identificación siquiera de los auténticos responsables de esta catástrofe, parece muy popular localizar terroristas predeterminados y castigarlos con leyes que perjudican ante todo a los principales aliados de Washington.La Cámara de Representantes ha aprobado la versión que el Senado endureció previamente de la ley Kennedy-D'Amato contra las inversiones en esos dos países considerados enemigos por Washington. Les acusa de promover y apoyar el terrorismo internacional. Clinton, prisionero de la campana para renovar su mandato, ya ha anunciado que firmará la ley. Como sucede con la Helms-Burton, estamos ante una norma que quiebra las reglas reconocidas por la Organización Mundial del Comercio (OMC), que EE UU sólo defiende. cuando le conviene. Cuando no, intenta imponer su parecer con leyes extraterritoriales que suponen sencillamente una afrenta al resto de los Estados del mundo, aliados o no. Si los europeos han reaccionado como una piña contra la ley Helms-Burton no ha sido por un apego a Fidel Castro que ningún Estado democrático puede tener, sino porque viola los principios básicos de las relaciones internacionales. Además, ya se divisaba en el horizonte la ampliación de tal desafuero al comercio con Irán y Libia. En este caso están en juego importantísimos intereses económicos en el campo de la energía. Cuba era la punta del iceberg de este nuevo intervenicionismo que emerge en Washington.

El reglamento aprobado por la Comisión Europea para combatir a EE UU en su propio terreno contiene elementos novedosos y útiles. Prohibirá a las empresas acatar decisiones de tribunales de EE UU que afecten a sus actividades fuera de, las fronteras norteamericanas. Se trata así de neutralizar las medidas extraterritoriales de esta legislación estadounidense. Pero en su intento de sancionar a las empresas europeas que se sometan a esta legislación norteamericana -para protegerlas de sí mismas-, la Unión Europea las toma como rehenes de un pulso transatlántico que se endurece día a día.

En el caso de Cuba, está claro que la ley no ha debilitado a Castro. Por el contrario, lo refuerza al convertir en apoyos lo» que son rechazos a la actitud norteamericana. Efectos similares cabe esperar en los casos de Irán y Libia. Así, gracias a la arrogancia de EE UU, los aliados se sitúan al borde de una guerra comercial en vez de reforzar su colaboración en la lucha contra el terrorismo y en defensa de las libertades.

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