Dos heridos graves entre los 38 lesionados del encierro
Un toro desagregado de la manada ensangrentó el cuarto encierro de San Fermín. El animal empitonó de gravedad en el glúteo a Santiago Moreno, pamplonés de 23 años, e hirió a otros tres participantes en su atroz carrera hasta el albero. Uno de ellos, José Vicente López, natural de Castellón, de 28 años, sufre fractura craneal y su estado es grave. En el Hospital de Navarra fueron atendidas otras siete personas a causa de la vertiginosa carrera de los toros de El Sierro, en la que 38 personas resultaron lesionadas, en su mayor parte de poca consideración.El herido por asta de toro sufre lesión peníanal ascendente de 10 centímetros, que diseca el recto sin perforarlo. Anoche su estado era grave y permanecía ingresado en el Hospital de Navarra. Santiago Moreno corría a un zaguán de la calle de la Estafeta cuando fue embestido por Aguilillo, un morlaco de 615 kilos. El corredor quedó desfigurado y la escalofriante escena sobrecogió el desenlace del encierro.
Con el toro suelto entraron en acción los corredores más experimentados. Según, Enrique, un corredor pamplonés, los corredores son una presa fácil para un toro rezagado: "Es entonces cuando embiste con fuerza hacia todo lo que se rnueve a su alrededor". En su camino diabólico, a la plaza, el astado se cebó con un mozo uniformado con un blusón negro. El corredor se balanceó sobre los cuernos, pero providencialmente no sufrió heridas. Te salvó también la pericia de varios mozos que se cruzaron ante las astas para guiar al toro, que acabó el trayecto a los tres minutos y medio minutos del chupinazo.
Los otros cinco astados del encierro entraron reunidos en la plaza a los dos minutos del inicio. La camada, descolgada de los cabestros en la calle de la Estafeta, pudo ser cortejada con facilidad por los mozos. Varios corredores trotaron delante de los cuernos, e incluso tocaron pitón, como hizo Víctor Ruiz, mulillero de la plaza de Las Ventas de Madrid. "Me he colocado durante más de 25 metros junto al toro",decía rnientras sujetaba en su cabeza una bolsa de hielo a causa de un golpe recibido en el trayecto.
Muchos corredores, cuando acaba la carrera, liberan la tensión con aullidos y gritos. "Es como sacudirse el pavor", cuenta Abel, un madrileño que todos los años viene a los encierros para correr y, luego, para divertirme", subraya. A su lado, Andreu, un corredor catalán, recuerda el canguis de su primera carrera de San Fermín: "Hace 20 años, cuando corrí por primera vez, que me cagué". Sobre las nueve de la mañana, una después de la carrera, los mozos se suelen juntar en el casco viejo para desayunar.
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