El arte de adefesio
Tarde de aburrimiento calcada del día anterior. Quizá con peor causa, pues venían toreros en edad de merecer, aún a prueba sus merecimientos para ser figuras, y daba la sensación de que tenían ya comprados cuatro cortijos en Linares, tres torres en la Costa Brava, dos Mercedes con freno y marcha atrás, una plaza de garaje en Madrid. Tarde tediosa en la que ninguno toreó ni toros hubo. Han transformado la fiesta brava en el arte de adefesio y cada suerte constituía un despropósito, cada tercio un disparate.Los tres diestros echaron las rodillas a tierra para instrumentar largas cambiadas y luego no sabían qué hacer ni con el capote ni con el toro. Ni una verónica dieron que provocara un olé; banderazo va, trapazo viene, se les veía incapaces -ellos y sus cuadrillas- de acercar -los toros a los caballos, luego ponerlos en suerte donde es debido.
Sierro / Tato, Higares, Liria
Toros de El Sierro, discretos de presencia, flojos, aborregados.El Tato: estocada corta descaradamente baja (silencio); pinchazo, estocada trasera caída -aviso- y se tumba el toro (silencio). Oscar Higares: bajonazo y rueda de peones (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Pepín Liria: espadazo atravesadísimo que asoma por el costillar -aviso- y descabello (silencio); estocada (dos orejas); salió a hombros por la puerta grande. Plaza de Pamplona, 10 de julio. 5ª corrida de feria. Lleno.
Los individuos del castoreño metían puyazos carniceros acorralando a los toros contra las tablas y convertían la suerte de varas en una intolerable villanía. Los de plata, a salvo un par de excepciones, tiraban los palos no importaba dónde -normalmente al suelo- y huían, despavoridos. El peón Manolo Rubio -un caso aparte de pundonor y torería- se recreó en la reunión y el primer toro le pegó una voltereta. Debió servir de aviso a los navegantes y sus colegas tuvieron buen cuidado de no imitarle durante el resto de la corrida. Por si acaso.
Las faenas de muleta aún mostraron peores trazas. ¿Faenas de muleta se ha dicho? Derechazos y naturales fuera de cacho se quiere decir; derechazos y naturales hasta la extenuación; derechazos y naturales como si en la tauromaquia no existieran otros recursos para dominar los toros con lucimiento y majeza.
¿Toros se acaba de decir? Bueno, siempre se exagera. El arte de adefesio en que se ha transmutado la fiesta brava incluye también el toro fingido, el toro que parece toro pero que no es toro, el toro borrego; para hablar con propiedad, el borrego disfrazado de toro, el borrego baboso, cansino y putrefacto. A estos borregos -babosos, cansinos y putrefactos- les pegaron derechazos y naturales El Tato, Óscar Higares y Pepín Liria, cada cual según su estilo.
¿Del estilo se ha hecho mención? La originalidad de los respectivos estilos consistía en que carecían de estilo. El estilo sin estilo: gran hallazgo, una verdadera revolución en el concepto del arte con la que tres diestros en edad de merecer pretenden alcanzar categoría de figuras y comprarse cuatro cortijos en Linares (mejor cinco), las torres en la Costa Brava, el Mercedes con freno y marcha atrás, y si además consiguen dar esa especie de atraco que supone torear la Corrida de Beneficencia, una plaza de garaje en Madrid.
Llegada la suerte suprema, marcaron a juego el volapié. ¿Volapié, suerte suprema llaman a semejante osadía? Tampoco conviene ofender la dignidad de los grandes estoqueadores que ha conocido la fiesta, especialistas consumados de la suerte suprema en sus distintas versiones, incluido el volapié, con estos virtuosos del sartenazo. A sartenazo limpio mataron, acuchillando los bajíos.Uno que acertó arriba cortó dos orejas. Ése fue Pepín Liria. La plaza estaba a sus canciones y sus bocadillos, indiferente, al arte de adefesio que los toreros perpetraban en el ruedo, y parecía que no se enteraba de nada. Pero sí se enteraba. En cuanto Pepín Liría citó al sexto toro en el centro del redondel, le dio un cambio por la espalda y unos pases por alto sin mover las zapatillas, el público se le entregó sin reservas. Pepín Liria no hacía nada bonito, los pases le salían templados o astrosos (más bien la segunda versión) y todos se coreaban con olés encendidos. Mientras Pepín Liria citaba, los mozos entonaban un largo "ooo" a coro y cuando ejecutaba el pase, concluían: "¡lé!". Maravilloso. Y vino después el estoconazo, y cayeron las dos orejas, y salió Pepín Liria a hombros por la puerta grande.Quien no triunfa en Pamplona, no tiene perdón de Dios.
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