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Una paranoia llamada Helms-Burton

La incertidumbre y el temor a sanciones pesa cada día más sobre los inversores extranjeros en Cuba

Hace un par de semanas, un empresario español con negocios en Cuba llegó a su despacho de La Habana. Eran las ocho de la mañana, y como cada día, una de las primeras cosas que hizo fue dirigirse al fax para comprobar si había algún mensaje de España. No era así. Sin embargo, lo que sí halló con sorpresa fue una larga "nota informativa" de la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA) en la que figuraban los nombres de las principales firmas extranjeras que tenían inversiones o relaciones comerciales con Cuba. Entre ellas había 27 españolas.El empresario se quedó frío. Luego suspiró aliviado al comprobar que su grupo no aparecía en la lista. Jamás este hombre de negocios había tenido ningún problema en dar su nombre ni en criticar abiertamente la política de Estados Unidos o la del presidente de la ultraconservadora y anticastrísta FNCA, Jorge Más Canosa. En esta ocasión, sin embargo, pidió el anonimato.

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Su precaución no parecía tener lógica. Su empresa, como la mayoría de las 650 compañías extranjeras inscritas ante la Cámara de Comercio de Cuba, no traficaba con bienes confiscados a ciudadanos norteamericanos. Su negocio consistía ,simplemente, en suministrar productos a varias empresas estatales cubanas, y eso, en principio, no estaba perseguido por la ley norteamericana. Además, la ley Helms tampoco daba derecho ni atribuciones a los grupos anticastristas para que intimidasen veladamente a las firmas extranjeras establecidas en Cuba con fax informativos.

Sin embargo, el empresario español padecía ya el síndrome del encapuchado, cuyo primer síntoma es una tetralogía de ideas fijas mejor no figurar mejor no aparecer, mejor no dar pistas, mejor no dar información que pueda ser utilizada contra uno mismo.

El Gobierno cubano asegura que de las 236 asociaciones mixtas que funcionan en la isla en la actualidad, sólo cuatro están relacionadas con propiedades que un día pertenecieron a empresas norteamericanas. Pero eso es lo de menos.

Para empezar la ley ya ha logrado dividir a las empresas que operan en Cuba en dos: las que tienen vínculos con EE UU y las que no. Entre las primeras estarían compañías y bancos como Sol-Meliá, Tabacalera, BBV o Argentaría, que tienen inversiones en Cuba o prefinancian algunas producciones agrícolas.

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Hay un segundo grupo de empresas con importantes. vínculos con Estados Unidos que no tienen inversiones en la isla pero que sí realizan operaciones comerciales. Es. el caso de Freixenet, que vende al año millones de botellas en EE UU, mucho más que lo que suministra a Cuba. Este grupo de compañías, en teoría, no se vería afectado por la ley Helms, pero ya algunos de sus representantes han manifestado que temen tener dificultades de otro tipo por ejemplo, para vender sus productos en Florida, donde buena parte del comercio de alimentos y textiles está controlado por cubanos.

Por último, existen varios centenares de pequeñas o medianas empresas que no tienen relación alguna con Estados Unidos. Pero la paranoia Helms-Burton afecta a todas, ya sean grandes o pequeñas.

La preocupación de compañías como Tabacalera está fundamentada. Tabacalera prefinancia con 30 millones de dólares (alrededor de 4.000 míllones de pesetas) anuales la mitad de las tierras de tabaco cubanas dedicadas a la exportación, y aunque: sus Verdaderos problemas surgirían, cuando los ciudadanos cubanos nacionalizados norteamericanos pudiesen reclamar sus propiedades -es decir, como muy pronto, dentro de dos años-, su experiencia eón Estados Unidos es traumática y difícil de olvidar.

En 1989, Tabacalera trató de invertir cientos de millones de dólares en un proyecto turísitico en Cayo Coco, pero rápidamente el Departamento del Tesoro de EE UU puso a la empresa española en una lista negra, obligándola a abandonar sus proyectos en la isla. Los, nervios de Tabacalera llegan ahora a tal punto que en estos momentos está buscando una. nueva sede para su representación en La Habana, pues la que! posee actualmente en la zona residencial de Cubanacan puede ser reclamada de inmediato.

El Caso de. Argentaría es diferente. Argentaria acomete la remodelación de la Lonja de Comercio en la avenida. del Puerto junto a la empresa estatal cubana Habaguanex. La participación española no es excesiva, unos 500 millones de pesetas, y además la Lonja fue propiedad. de una sociedad anónima y difícilmente podría ser reclamada. Sin embargo, los proyectos inmobiliarios que Argentaría pensaba realizar en el futuro en La Habana podrían quedar paralizados, pues su! intereses en EE UU son demasiado importantes.

La situación del BBV, que prefinancia con 30 millones de dólares la cosecha. de azúcar en varias centrales azucareras de Las Tunas y con ocho millones la producción de arroz en la provincia de Granma, es similar. En teoría, no hace nada que contravenga la ley Helms, pero quién sabe si alguna de esas tierras perteneció a un cubano hoy ciudadano norteamericano dispuesto a reclamar.

"El verdadero problema de la ley Helms", comenta un empresario español, -"es que ha creado un marco de incertidumbre e inseguridad en el que se mezcla la paranoia individual, las presiones reales y las posibles sanciones económicas, y eso afecta, a todos por igual".

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