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Entrevista:

"Este éxito me da un poco de susto"

Los grandes críticos alemanes han agotado el repertorio de calificativos elogiosos para referirse a Corazón tan blanco. Comparado con García Márquez y definido como uno de los grandes escritores europeos de los últimos años, Marías se ha convertido en la estrella literaria de Alemania. Es un éxito que ya conocía en Inglaterra y en Francia, donde estas últimas semanas los medios de comunicación se han volcado con su obra.Pregunta. ¿Cómo vive este éxito europeo?

Respuesta. Por fortuna, y como en España, el éxito ha sido paulatino. Tanto en las críticas como en las ventas. Lo nuevo es lo ocurrido en Alemania. Me sorprende... y me da un poco de susto. No sé bien por qué. Puede que sea porque es un país que me es ajeno. Lo ocurrido es la suma de dos cosas: críticas muy buenas y ventas demenciales. Pero no deja de parecerme una locura. A este ritmo, en un mes se va a vender en Alemania más de lo que ha vendido en España en cuatro años (en la edición de librería, unos 100.000, y en otras ediciones, unos 60.000).

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P. Mucha venta y mucho tiempo para lo que suele ser la vida de los libros en España.

R. Sí. Ha tenido un buen goteo. Produce un desconcierto y un poco de susto agradable. No me voy a quejar. El susto es porque tengo la sensación de perder el control sobre mi libro. Creía que comprendía y controlaba la percepción que de mí y de mi obra podían tener los demás. Y ahora, ya no. Por supuesto, me ha tocado la lotería alemana.

P. No parece que sea un tema de suerte. El aprobado -sobresaliente en su caso- se lo han dado los críticos alemanes más prestigiosos.

R. Algo raro tiene que ocurrir. Ayer [el pasado jueves] me pasó una cosa insólita. Serían las ocho de la tarde. Cojo el teléfono y me dicen en inglés que llaman de un restaurante. Me preguntan si hablo alemán y digo que no, que inglés. Entonces, el que llamaba me pasa con unos tipos que me dicen que querían verme, saludarme y hacerse unas fotos. De locos.

P. Amplía usted el mapa turístico: el Prado, el Escorial y Marías.

R. Espero que no. Aunque la verdad es que me quedé atónito. Me contaron su recorrido y pretendían que quedásemos para el sábado. En fin, supongo que será el momento. Me parece exagerado. Puede ser agradable, pero no soy tan tonto como para creérmelo. Tiene la ventaja de que todo esto ocurre en el extranjero -tanto en Francia como en el de Alemania, Inglaterra o Brasil- y que se atreven a decir cosas que aquí un crítico jamás diría. Imagine a algún crítico español poniéndome a la altura de García Márquez. Aquí somos muy miserables para lo español y hay una tendencia muy fuerte a considerar que lo más municipal es lo que interesa. Prima hacer supuestas virguerías con el idioma y se hacen grandes loas de ese tipo de escritor, pero no se atiende otro tipo de creación.

P. ¿A qué se debe esa tacañería con el elogio?

R. Este es un país muy cainita. En cuanto alguien sube, deciden bajarle porque ya ha subido demasiado. Hay una vigilancia perpetua. Hay un elemento de desconfianza hacia la propia estima porque no acaban de creerse que nuestro país pueda dar cosas muy excelentes. Creo que las cosas que vienen de fuera, en este caso las críticas, son como más verdaderas.

P. ¿No le parecen auténticas las que se hacen aquí?

R. Cuando un crítico de fuera opina sobre un libro tuyo, puede estar equivocado o no, puedes estar de acuerdo o no, pero la impresión que te da es de que es sincero. No saben de dónde vengo, en qué periódicos escribo ni de quién soy amigo. Pero en España la crítica está tan maleada que desde hace un par de años apenas la leo. En un 85% de las ocasiones te da la sensación de que son insinceras. Cuentan amistades, enemistades, favores, etcétera. Todo está falseado. Las críticas, incluidas las buenas, me las tomo con un escepticismo total. .

P. Se estará usted forrando.

R. No he hecho ningún cálculo. Porque no sé cuántos marcos cuesta el libro, ni me acuerdo ahora de los porcentajes que lleva la editora alemana. Además, la editorial Anagrama se queda con el 25%. Lo que confío es que la traductora, que ha hecho un trabajo excelente (un alemán luminoso, me han dicho), se lleve un buen porcentaje.

P. ¿Sigue usted sin editorial?.

R. Sigo. He publicado unos cuentos en Alfaguara, pero eso no quiere decir que siga con ellos. Puede que sí y puede que no. Lo que no voy a hacer más es casarme con una editorial. Estuve casado, y fui muy fiel además, con Anagrama durante ocho años, y el divorcio, no querido por mí, ha sido profundamente desagradable. No me caso más, cada libro es cada libro y veré lo que hago.

P. También sigue sin agente.

R. Sí. Sin agente, sin secretario. A veces me da la sensación de que soy una pequeña empresa con un solo empleado que hace todo: desde la materia prima hasta pegar los sobres. Por fortuna, soy bastante diligente.

P. ¿Qué escribe ahora?

R. Un libro que quiero terminar en verano si es que consigo centrarme. Se leerá como una novela, pero no será ficción. Contaré cosas demenciales que me han ocurrido o de las que he tenido conocimiento a raíz de la publicación de Todas las almas. Es curioso porque es como si esa novela hubiera intervenido en la realidad y la hubiera modificado. Son cosas increíbles que han pasado de verdad, aunque habrá muchos que no se lo creerán.

P. Puede aprovechar para iniciar nuevas broncas o polémicas con los escépticos. Parece que le gusta bastante discutir.

R. Soy poco diplomático y poco cuidadoso. Aunque me viene esa fama porque, creo que fue en el 73, se publicó un artículo mío cuestionando a Cela. No estuve faltón, pero criticaba el monoteísmo literario que existía con él. He sido un poco temerario.

P. Puede que tenga algo de chulito madrileño de caricatura.

R. ¿En qué quedamos? Me han dicho siempre que era británico y frío, y que devolviera el pasaporte porque no tenía nada de español. Me han negado la españolidad cantidad de veces. Y ahora, chulito madrileño. Hombre, soy de Chamberí, pero no parece que mi imagen sea tan así.

P. Dejémoslo en gusto por la polémica.

R. Lo que ocurre es que no suelo arrugarme dialécticamente y reacciono. Estamos en un momento en el que la gente dice las mayores sandeces, las mayores barbaridades y las mayores mentiras, y nadie dice nada. Dicen que toda opinión es respetable. En absoluto. Lo respetable es que todo el mundo se exprese. Ahora bien, una vez que han opinado, no tengo por qué respetarlas. Sólo faltaba.

P. Tampoco veo que cuide una imagen políticamente correcta. No tira el cigarrillo cuando le enfoca una cámara.

R. Por eso no voy nunca a EE UU. La campana contra el tabaco es de un gran cinismo. Hay cosas infinitamente peores que el tabaco. Los coches matan, pero nadie dice nada de ellos, y son un peligro cierto y cuantificable. Y lo que espero que no prospere es la tendencia a atender mal y tarde a los fumadores cuando están enfermos. Los fumadores están pagando un montón de impuestos adicionales cada vez que compran un paquete. Tanto como para pagar todas las atenciones que necesiten. En el fondo, los fumadores son benéficos porque pagan impuestos monstruosos de los que se benefician los demás.

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