Naguib Mahfuz: "Algunos imanes incitan a la violencia integrista desde las mezquitas"
El escritor egipcio declara que ya ha escrito "todo lo que tenía que escribir"
Hace tiempo que no escribe nada. Ni siquiera piensa en ello. Él lo achaca a la edad: "Ya tengo 85 primaveras". Pero aunque ahora se muestre sonriente, Naguib Mahfuz, el premio Nobel de Literatura 1988 y uno de los autores más importantes en lengua árabe, vive con las secuelas físicas y psicológicas del atentado que sufrió en octubre de 1994, cuando fue apuñalado en el cuello por un extremista islámico a la puerta de su casa. Aquel atentado, que conmocionó no sólo a la sociedad egipcia, sino a todo el mundo, le dejó semiparalizada la mano derecha, cuyo movimiento trata de recuperar todavía.
"Mi punto de vista sobre el integrismo religioso no ha variado tras el atentado que sufrí", declara.. "El extremismo es un pensamiento antiguo, lo tenemos desde hace mucho tiempo, pero lo nuevo de este pensamiento es la violencia que ahora conlleva. Esta violencia se debe a las malas condiciones políticas, y sobre todo económicas, que han provocado que muchos jóvenes, sin dinero-, sin empleo, sin poder casarse, atiendan la voz del extremismo". Desde la columna que mantiene en la edición semanal en inglés del diario Al Ahram, donde su amigo Mohamed Salmawi reproduce sus reflexiones, Mahfuz siempre ha defendido el hecho de que la violencia integrista tiene su causa principal en la mala situación económica, pero también reconoce que "algunos imames, desde mezquitas no controladas por el Gobierno, tienen gran responsabilidad porque su pensamiento fanático invita a la violencia, al asesinato".
Proceso de paz
Pese a que su escasa vista no le permite leer ni ver la televisión, Naguib Mahfuz sigue con atención los acontecimientos diarios. Fue un defensor del proceso de paz y del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Egipto e Israel que inició el presidente Anuar al Sadat en 1979. Sin embargo, la "normalización" de todo tipo de relaciones con el Estado judío ofrece grandes resistencias en los círculos intelectuales egipcios, incluso entre los considerados más laicos."Ahora no dispongo de muchos datos sobre esta situación, pero tengo entendido que la normalización todavía es limitada. Quizá en lo económico se note un mayor avance, pero es más difícil en otros campos", medita.
La normalización cultural que piden los intelectuales israelíes a sus colegas árabes es otra cosa, porque "es un asunto muy delicado", y recordando la ofensiva militar israelí en Líbano del pasado mes de abril, concluye que "ahora, después de lo que ha pasado, no se puede abogar por la normalización cultural. Todavía no es el momento".
¿Qué escribo ahora? Nada. Estoy, en todo caso", dice riéndose, "aprendiendo a escribir mi nombre". Y lo demuestra haciendo con esfuerzo unos trazos temblorosos, infantiles, en un papel en el que se adivina su rúbrica.
"Ya no escribo. No pienso en ello. No, sólo pienso en mover mi mano, resistir la depresión y el aburrimiento. A esta edad ¿qué más voy a escribir?", se pregunta el autor vivo más importante en lengua árabe.
Su último libro, recuerda, fue Ecos de una autobiografía, publicado el pasado mes de marzo, pero que dictó en 1992 y vio la luz en la prensa con una serie. "Contiene bastantes errores, porque ya no lo pude revisar, y no se trata de una autobiografía en los términos en que se conoce este género, son reflexiones sobre lo vivido y sobre mis experiencias, mis puntos de vista sobre las distintas situaciones por las que pasé, y en el libro sólo aparecen partes de mi personalidad lo titulé Ecos porque lo dictado sólo dependía de mí. memoria, no de documentos o de otros escritos".
Mahfuz no parece querer hablar de literatura -"ya he escrito lo que tenía que escribir"-, pero si recuerda que su libro Hijos de nuestro barrio, comenzado a publicarse en el diario Al Ahram en 1959, nunca se editó en Egipto. "Desde entonces está prohibido aquí, aunque un periódico lo publicó después del atentado sin pedirme permiso".
Ese libro, en el que según los integristas islámicos se retrata a personajes de la Biblia y al profeta Mahoma, algo prohibido por el islam, ha sido traducido a un buen número de idiomas y sólo fue editado en árabe en 1967 por una casa libanesa. "En aquel tiempo sí me molestó la prohibición, pero no voy a pasarme toda la vida enfadado", comenta.
A la hora de hacer balance de sus preferencias sobre su propia obra, el Nobel egipcio cita la trilogía -terminada de escribir en 1952 y formada por Entre dos palacios, Palacio del deseo y La azucarería-, Las noches de las mil y una noches, recientemente publicada en España por Plaza y Janés y escrita "creo que en 1982, ya no me acuerdo muy bien", afirma, y Al harafish, que podría traducirse por "Ios obreros", escrito en 1977, y en el que se relatan a través de sus conversaciones las preocupaciones de esos personajes habituales en las calles egipcias que se reúnen tras el o trabajo en los cafés.
La vida de barrio, de la gente corriente, sus problemas y su actitud ante la sociedad y las circunstancias por las que atravesaba Egipto ha sido una característica permanente en la obra de Mahfuz, que echa de menos aquellas décadas de los años treinta, cuarenta o cincuenta en las que, pese a las convulsiones políticas que vivía el país, "todo era más tranquilo. Añoro esa comunicación entre los vecinos que ahora no se da, aunque debido a mis circunstancias, con la vista y el oído muy débiles" ese tipo de contactos me resultan imposibles ahora, y sólo con mis amigos que vienen a diario y me pasean puedo tenerlos. Ojalá volvieran aquellos días", dice.
Pero es difícil que vuelvan esos tiempos, reconoce, porque "en los últimos años ha habido grandes cambios y la personalidad del egipcio ha adquirido otras características debido a la inmigración interna, la economía y también la violencia" de los fanáticos religiosos, de la que el premio Nobel fue víctima.
Babelia
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